Para la artista Mariú Palacios, su arte es como una introspección al inconsciente. Así lo demuestra su última exposición “7 langostas y un espejo”, pues, como si observáramos el interior de su alma a través de una mirilla, esta nos muestra –en palabras de su curador José Falconi– el intervalo entre el dolor y el deseo.
Tras ingresar a su espacio de exhibición, nos inunda un paisaje inmaculado: azulejos y mayólicas completamente pulcras, casi clínicas. Sin embargo, detrás de esta fachada se ocultan sentimientos intrínsecos de la misma artista.
La muestra se compone por siete piezas, entre collages, fotografías e instalaciones. En primer lugar, comenzamos con una pared hecha de blancas losas cuadradas, las cuales cuentan con agujeros voyeristas que rebotan imágenes eróticas a través de un espejo. Además de contar con retratos de la misma Mariú, travestida como personajes que –según ella– podrían estar en su interior.
Ubicadas casi en la entrada de la galería, se encuentra la pieza que nos relata el desenlace de un amor tóxico. Echado contra el suelo, hallamos un refrigerador cubierto por mayólicas negras. Su base está destruida y con raíces surgiendo de ella. “Usualmente la cocina es el corazón de un hogar, y en el centro de esta, nos topamos con el refrigerador. Este se encuentra arrancado de su lugar usual puesto que representa el fin de una relación. Como pueden observar, dentro de él hay frases que fueron ordenadas cronológicamente simulando el desarrollo de un rompimiento amoroso”, cuenta.
Si desviamos la mirada al suelo, debajo de las raíces se pueden observar langostas voladoras de la selva, completamente petrificadas. “Esta langosta es un depredador y una plaga, pero es muy hermosa a la vez. ¿Cómo algo tan bonito puede hacerte daño al mismo tiempo? Entonces surge esta analogía con las personas que arrasan con tu alma”, explica.
De la misma manera, Mariú trabaja estos sentimientos a través de un tambor y baquetas llenas de púas, las cuales cuentan con una placa que reza: TUYO. “Es como si se encontraran representados el agresor y la víctima. Tuyo, tú y yo, una unión y también el sentido de pertenencia”, añade. Así, se establece un lenguaje entre esas dos piezas, como si una fuese la consecuencia de otra.
Por otro lado, en el centro de todo se alzan fotografías con una intervención protagonizada por ella misma, en las que se encuentra envuelta en manteles con frases que critican a la alta sociedad limeña. “Coloqué las frases de una manera ilegible, como si diariamente nos comiéramos estas palabras sin darnos cuenta”, agrega.
Sus obras no cuentan con títulos, puesto que no busca encasillarse. “Los espectadores suelen centrar el significado de éstas si es que están designadas con un nombre, prefiero que todo esté bajo “7 langostas y un espejo” y así puedan sacar sus propias interpretaciones”, comenta la artista.
La curaduría de la exposición se realizó a cargo de José Falconi, quien hizo convivir a refrigeradores y cuero; hielo seco y escritura; mayólica pulida; raíces secas y claro, espejos y langostas. Con la idea de que el espectador hurgue entre cada una de esas contradicciones hasta desorientarse.
Lugar: Galería Ginsberg.
Dirección: Av. Santa Cruz 1068, Miraflores.
Fecha y hora: Del 14 de octubre al 14 de noviembre. De lunes a sábados de 11:00 a.m. a 7:00 p.m.
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