“Vayamos al mapa”, decía el señor presidente acercando su célebre varita sobre el perfil cartográfico del Perú. Esto es, 1.3 millones de kilómetros cuadrados contenidos en un sistema referenciado por un perfil y un contorno. Que, ciertamente, siempre fueron algo más que ciencia geodésica o fotogrametría pura: de las tablillas babilónicas y el primer mapamundi de Tales de Mileto a la fotonavegación online por GoogleMaps, mirar un mapa es acercarse hacia algo más que un plano infestado de meridianos.
“Un mapa es como el envase de una multiplicidad de historias colectivas y personales, de significados que de alguna manera contienen nuestra subjetividad. Cada quien tiene su propio país, ese ‘país que vive en mí’ visto y soñado desde la perspectiva de cada uno con la ilusión de que nos vincule a una nación compartida, cosa que en la práctica muchas veces está partida o más bien fragmentada, como se ha podido apreciar actualmente”, dice Eduardo Llanos (Lima, 1957) descorriendo una insólita sucesión de perfiles geodésicos infestados de material francamente inconcebible: su versión de parte, claro.
La tormenta perfecta
Lo cual, tratándose de un artista sensible a metaforizar los símbolos y colores patrios, puede no ser tan sorprendente. Recuérdese que una de las piezas principales de su primera muestra (“Feliz 28”, 1993) fue “Lavandera nacional”, un homenaje a la mujer peruana encargada de los trapos sucios del país, a su vez representado por una bandera de 5 × 3.5 metros corporeizada en colgajos de ropa blanca y roja, incluyendo un vestido de novia y dos chaquetas de los Húsares de Junín. Así que, ad portas de un Bicentenario que llega cuando somos golpeados por muchos flancos, se internó en su taller para pergueñar esta sorprendente serie de perfiles llamada “Vale un Perú”.
“En Europa se usa aún esta frase para denominar un lugar idílico allende los mares desde donde vienen objetos valiosos y exóticos que encierran mil y un historias de viajeros, descubridores, conquistadores, aventureros y saqueadores de siglos pasados. Los dibujantes y cronistas que solían acompañarlos fueron elaborando imágenes, mapas y descripciones que iban cargadas, sobre todo, de su propia imaginación y fantasía. Su subjetividad tiñó esas imágenes hasta crear una suerte de mitología de aquellos territorios idealizados”, sostiene el artista.
E inmediatamente despliega la sorprendente sucesión de treinta mapas sobre 43 x 27 cm. Ahí están los esperanzadores “Perú rojo apasionado” en foam sobre fieltro, “Perú en mancha” en acrílico o “Perú mondriánico” también sobre foam. He ahí el retorcido “Perú corona” con aleaciones de plata soldada, el espinoso “Hoy más que nunca” y el sufriente “Cómo dueles Perú”, preñado de alfileres. Imágenes de un país en lucha y recreación. Un país visto y soñado desde el confinamiento y la angustia. Un extraño serial de cartografías afectivas creadas desde la hondura de una crisis biológica, política y social. Desde la tormenta perfecta, digamos.
Estado de sitio
“El psicoanalista Ronald Laing decía que el arte es la respuesta a un mundo insoportable. Es así que los artistas intentamos recrear nuestro mundo buscando nuevas formas de contacto con el público. Qué seríamos sin ellos y qué sería de ellos sin ese espacio de ilusión, sin la emoción que puede provocar lo que creamos”, reflexiona Llanos, también sicoanalista. Y que, como buen peruano, terminó de sacarle la vuelta al encierro haciendo gala de resiliencia y reinvención, rubros en los que parecemos ser especialistas. Entonces fueron apareciendo estas imágenes, las de un país en estado de sitio.
A veces áspero. Otras crispado. Con tonalidades suaves o amables. Aunque la mayoría de veces exhibiendo un perfil más bien punzocortante, los ‘perucitos’ de Llanos --palabra expropiada a Juan Javier Salazar-- parecen contener una indesligable ligazón sicosomática con la nación que los contiene. Una suerte de cartografía personal imaginada, vista y tratada desde sus temores, ruegos y esperanzas. “Será esa carga visceral que nos une al terruño. Un país entrecortado y contradictorio. Pero con la esperanza de que lleguen mejores días para encontrarnos de nuevo en persona. Y con la terca fe de seguir siendo una nación viable”, concluye el artista, esperanzado.
Más información
Inauguración: 21 de Julio
Hora: 7 p.m.
Lugar: La Galería
Dirección: Conde de la Monclova 255, San Isidro.