Algo nos recuerda su trabajo a los dibujos ukiyoe, aquellas representaciones estilizadas y llenas de gracia de los actores del teatro kabuki. En su obra, caricaturescos y exagerados, grupos de monjes aparecen reunidos, ocupando toda la composición del cuadro, entablando un debate que nos llega silencioso y sugerente. Algo hay de poesía siniestra en ellos, la que uno podría imaginar propia de un artista de sólida madurez expresiva.
Y sin embargo, el responsable de esas imágenes es un artista de 15 años. Se llama Joshua Tola y sí, resulta fácil adivinar de quien proviene su notable herencia. Hijo del desaparecido pintor José Tola, hay en este jovencísimo creador otro aspecto que, más allá de sus temáticas, lo acerca a la fértil tradición de los artistas de oriente: la sed de conocimiento y la búsqueda de la simplicidad expresiva de la pintura. En efecto, sus propios intereses exceden la pintura y la historia del arte: su segunda vocación es la astrofísica, como puede verse al encontrarnos, al lado de su caballete, con un poderoso telescopio. De hecho, el artista es un entusiasta impulsor de la observación astronómica en los parques del distrito de Miraflores, donde vive.
Es su primera entrevista, y las respuestas de Tola son en extremo serias y puntuales. Aún no termina la secundaria, que estudia en casa por decisión personal. “Mi vocación por el arte empezó cuando yo era más pequeño. Pero creo que he cultivado el dibujo toda mi vida”, explica el artista, que si bien perdió a su padre a los 11 años, recuerda y estudia su fascinante obra. “Pero más que hablar de influencia, lo que siento es un afán por superarlo”, señala con audacia.
Abierta en el Museo Amano de Miraflores hasta el 4 de junio, la muestra “Tejido relacional” nace del esfuerzo de Agarracamote, grupo de artistas independientes que descubrió la obra del joven Tola a través del Instagram. La muestra reúne a creadores tan consolidados como Venuca Evanán, Fernando Gutiérrez “Huanchaco”, Máximo Laura, José Carlos Velayarse, Piero Quijano, Collageno y Andrea Joy. Y si el joven artista ha aceptado participar de esta exposición colectiva, es porque siente que ha ganado más control y dominio en su trabajo. “Cuando empiezo a dibujar algo, siempre tengo en la mente la imagen de lo que quiero. Antes no sabía expresarlo tan fielmente”, señala.
Ciertamente, la edad de este pintor es un dato que puede resultar abrumador para quien observe los cuadros que Tola cuelga en esta colectiva. Además de los ya mencionados monjes, hay figuras que parecen haber perdido su antigua forma y que participan de un baile estilizado e irreal. “Conozco el arte oriental, pero no he sido consciente de que mi trabajo tuviera esa influencia. Tampoco estoy tan seguro como para poder explicar cómo he llegado a esto. Pero sí lo he notado, y varias personas me lo han dicho”, reconoce, mientras celebramos en sus cuadros la fluidez de sus trazos. Líneas que nos recuerdan a las del maestro Hokusai cuando, hace 250 años, representaba el discurrir del agua. Notable.
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