“Es difícil afirmar que mi obra es abstracta. Pretendo que así sea, pero siempre me ganan los símbolos y sus misterios a pesar de que haya despojado al objeto de su representación precisa, como escamoteando al espectador lo que era en realidad”, dice el maestro Leoncio Villanueva (Lima, 1947), desplegando la serie de lienzos que organizan una nueva muestra individual en su ya dilatada carrera artística, esa que empezó formalmente en 1971 cuando egresa de la Escuela de Bellas Artes para establecer una línea continua desde Francia, México y Bélgica hasta el 2015, cuando regresa a Lima para establecerse definitivamente.
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“Hace muchos años que trabajo con los cerros y los arenales, pero cuando me inspiré en los andenes tomé conciencia del Apu (cerro sagrado de los Andes) tanto en su contenido espiritual como en sus formas, pues podía cortarla como si fuera un pedazo de arcilla. Extraer una montaña del paisaje para convertirlo en un objeto que se puede trabajar de muchas maneras. Como si fuera una pieza de cerámica, una escultura o encerrarla dentro de un cubo a manera de incubadora, donde se podría ver el nacimiento y crecimiento de nuevos cerros. Así observamos a la Tierra, como cirujanos manipuladores del planeta”, dice.
Y en efecto: el cirujano Villanueva establece un paralelo entre la visión chamánica y un entorno donde todo lo que toca cobra vida. Cerros, ríos, árboles y grandes piedras. Entonces entra a operar la magia. El brujo y sus encantos. Villanueva ilustrará ese sortilegio a su manera, convirtiendo las formas planas y espaciales en nuevos vestigios referenciales dotados de forma y color. En esa dualidad —la abstracción y el mundo espiritual— sitúa al espectador frente a un conjunto armónico del que emana un raro equilibrio entre el corazón y la mente, la emoción y el raciocinio. Un territorio plástico que avanza entre el expresionismo y la geometría.
Naturaleza viva
Notoriamente influenciado por el trapezoide tahuantinsuyano de Milner Cajahuaringa (1932 - 2017), maestro y guía especialmente en la técnica de degradación del color. “Lo que a él le interesaba era el color flotante, la forma y lo simbólico del trapecio. Pero yo percibía que había una ideología interponiéndose en su obra. Ideologías en arte es algo que yo no soporto, para afiches está bien. Mi apuesta fue encontrar en el mundo surrealista posibilidades de expresión. Como en la obra de Rauschenberg, donde cada imagen vive por su cuenta, sin conexión con las otras, y sin embargo forma un universo coherente de la incoherencia. Esa es una forma de abstracción que también yo pretendo”.
A su inevitable parentesco con nacionales como Tilsa, Llona o Shinki, ¿sumaría usted algun pintor nuevo? “En mis inicios fue Tilsa quien me inspiró una buena cantidad de obras, muy diferentes a lo de ella por supuesto. También Cajahuaringa. Mi amigo Llona no, aunque coincidimos en algunas formas de composición, pero es una coincidencia. Admiro mucho su obra y Ramiro es un gran artista. De Shinki no me va a creer lo que voy a decir, ni todo aquél que lea estas líneas. Los triángulos, pirámides, cerros, cactus, el maguey y espirales los hice yo antes que él, a pesar de ser mayor que yo por 15 años. Lo que pasa es que yo estuve 28 años fuera del Perú. Me alegra suponer que yo haya influenciado el estilo de Shinki y que muchos tomarían como una blasfemia”.
¿Y cuál es el horizonte de su arte? “Tengo una serie de cuadros que nacen de algunas obras para esta exposición. El qué voy a hacer me lo reservo, pues hay una verdad metafísica que siempre se cumple: si uno dice lo que va a hacer, aquello ya no se hace. Si me está preguntando por lo que es mi arte, le podría decir que tiene una estrecha relación con la magia en oposición a lo tecnológico o lo sagrado frente a la ciencia. Toda la naturaleza que nos rodea, todo es inteligente, todo vibra, todo tiene conciencia. Un cactus cuyas hojas son rostros humanos, una hoja larga de cactus cuyas espinas son en realidad fusiles. No puedo hablar sobre mis obras, puesto que son las imágenes las que hablan por mí”.
Más información
Lugar: La Galería.
Horario: De lunes a viernes de 11 a.m. a 7 p.m.
Dirección: Conde de la Monclova 255 - San Isidro.
Fecha: Hasta el 22 de diciembre
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