Vasos de tecnopor, cajas de huevos, blísters de medicamentos, empaques de juguetes, envases de pollos rostizados, protectores de audífonos, botellas de gaseosa, etcétera: son océanos de detritus en papel, cartón, vidrio, metal y plástico. Hay islas de plástico flotando en alta mar. La fauna marina muere con polietileno en el estómago, el aire perece por su incineración. Patricia Camet (Nueva York, 1960) mira el espectáculo –el planeta poblado por sustancias tóxicas, el cambio climático– y recicla. Moldea la basura plástica, le insufla un segundo aire en el horno y la transforma en esculturas de cerámica.
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“¿A dónde va todo ese plástico? ¿Cuánto plástico botamos a la basura en un abrir y cerrar de ojos sin siquiera mirarlo?”, se pregunta. Y construye un archivo inacabable con detritus. Así nació “Emoticons x mt2” (2011), muestra en la que instrumentaliza ese lenguaje tan extendido en la mensajería móvil para enfrentar con ironía la contaminación, toda una tragedia enmascarada por caritas aparentemente felices. Porque el humor no solo sirve para atemperar las inclemencias del mensaje y aliviar ansiedades frente a la cruda realidad. Sirve también para puntualizar críticamente el impacto contaminante a partir de la edificación de esculturas en pequeño formato que, a su modo, retratan un mundo tecnológicamente despiadado.
—Gestión de residuos—Camet fabrica moldes de yeso usando la basura plástica, especie de prototipos de yeso que llena con arcilla líquida, fragua dentro del molde y adopta un sinnúmero de formas que posteriormente ensambla y cocina en horno eléctrico. A este primer proceso de cocinado –que se llama 'bizcocho'– le sucede una segunda horneada para obtener el vidriado de colores a 150 °C y una tercera quema a 700° para el engobe bruñido, técnica que empleaban los alfareros precolombinos para hacer huacos. Y así, entre referencias a la máscara ritual y guiños a su apellido, alumbra su muestra actual.
“Huacamets” será, entonces, la progresión natural de sus “Emoticons”: bajan de la pared y se convierten en objetos antropomorfos que, al tiempo de ser críticos con la destrucción ecológica, refieren a las cerámicas rituales de las culturas Mochica, Chimú y Chavín.
“Poco a poco, las metrópolis contemporáneas se convierten en huacas llenas de vestigios de basura plástica que no reciclamos. Hay entierros repletos de desecho industrial que tardarán siglos en descomponerse si no las reciclamos”, agrega.
Galerías como Lamb Arts de Londres o Lefebvre & Fils de París, y museos como el de arte contemporáneo de Santiago de Chile y el MALI colgaron estos insólitos objetos cotidianos. “Los clasifico por sus formas. Los que parecen retratos y a su vez animales o frutos. Los que parecen artefactos o tienen formas arquitectónicas. Así cargo de significados una obra que entrará en la narrativa personal de cada espectador”, dice.
Sin una adecuada gestión de los residuos y con gobiernos que desentienden el cuidado medioambiental, mensajes como el suyo parecen ser el canto de cisne en un planeta sin remedio. “Sí hay remedio”, replica. “Los gobiernos tienen que promover un consumo responsable y educar en la reutilización y el cuidado de océanos, lagos y ríos. Y, sobre todo, regular un sistema industrial que impida la producción excesiva y obligue a las mineras a seguir protocolos ambientales. Sembrar más árboles y cuidar los bosques. Abandonar el capitalismo salvaje es esencial”, concluye.
MÁS INFORMACIÓNLugar: Galería del Paseo (General Borgoño 770, Miraflores). Horario: lunes a viernes de 11 a.m. a 7 p.m. Sábados de 11 a.m. a 3 p.m. Hasta el 7 de agosto.