Bachiller en Psicología y especializada en Neuroeducación, Caro Black Tam (Lima, 1990), trabajó durante una de sus prácticas en un centro de terapia para personas con síndrome de Asperger, lo que le permitió conocer muy de cerca su forma de percibir el mundo. Su aguda capacidad para interpretar e hilar las complejidades de la realidad se hace evidente en su obra Tomas, en donde uno de los personajes principales es un adolescente con autismo. Con esta obra, Black Tam consiguió una plaza en el programa internacional del Royal Court, organizado por el British Council, el Festival Santiago a Mil y el Teatro La Plaza, en el que participaron artistas de Chile y Perú. Entre sus mayores influencias cuenta a Sarah Kane y Caryl Churchill, así como a la argentina Romina Paula y, en el Perú, a Mariana de Althaus, con quien ha estudiado en diversas oportunidades.
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Hoy, Black Tam forma parte del Long-form group, un programa intensivo de dramaturgia del Royal Court. Además, su obra “Obituarios” es parte de la cuarta edición de The Living Newspaper – una obra en formato periódico que puede ser vista en línea hasta el 18 de abril –. Las entradas incluyen 15 performances escritas por diversos dramaturgos y pueden adquirirse desde cualquier parte del mundo en royalcourttheatre.com.
En tus obras Asfixia y Temporal, está presente cierta violencia sistémica. En caso de Asfixia los policías en las marchas, y en Temporal la corrupción y el abuso que provocan las jerarquías en las instituciones públicas. ¿Qué hermana la presencia de estas estructuras en tus obras?
Temporal se concentra específicamente en las esterilizaciones forzadas y la violencia obstétrica, en la violencia general hacia los cuerpos de las mujeres, en especial si están en una posición de subalternidad. Hay una inquietud con respecto a por qué son las mujeres con menos recursos, con menos acceso a la información, las que reciben este tipo de violencia.
¿Cómo vives el género? ¿Por qué es un tema para ti?
Es una parte importante, por el mismo proceso que tengo yo con mi identidad. Hace poco he comenzado a identificarme como una persona trans no-binaria. Cuando escribí Asfixia aún no lo sabía, pero había ya indicios de qué quiero buscar en mí con respecto a estos temas: el personaje ausente era una persona trans-masculina. Otras veces esta búsqueda está presente como una simple acotación al guion, como en el caso de Tomas: al inicio de esta obra hay una nota a pie de página que indica que el personaje llamado “J” puede ser interpretado por cualquier ser humano, indistintamente de su género. Creo que tiene que ver con un afán por representar a personas que puedan verse o sentirse como yo.
La forma en que presentan a estos personajes en la televisión peruana contrasta mucho con series que están de moda mundialmente como Euphoria o Transparent, que tienen personajes trans muy profundos y con los que es fácil empatizar.
En el Perú, la sociedad aún es muy conservadora, seguimos arrastrando bastante del colonialismo. Por otro lado, la imagen que tiene la gente de las personas trans, es lo que ha visto en la televisión. Y en la televisión peruana puedes ver actores cisgénero que se disfrazan de mujer hasta el año pasado o este año. Sí, la transición es un impacto emocional fuerte, es un proceso largo y doloroso, pero tampoco es que sea el único tema que tengamos. ¿Dónde están las problemáticas reales más allá de la transición? Por otro lado, falta más representación desde la población trans. Esto tiene que ver en parte con la precarización de las personas trans. La mayoría de esta población – y me incluyo en algún momento – tenemos dificultades económicas que impiden que nos demos el tiempo y la inversión que implica el escribir teatro, meterse a talleres. Es un tema importante que yace más en la estructura y el sistema social que impide a ciertas personas hacer escuchar su voz.
En el Perú el teatro no llega a tanta gente, es un circuito más bien pequeño, concentrado en unos pocos teatros y en la capital, ¿cómo democratizarlo?
Deberíamos enfocarnos en hacer un teatro muy económico y ‘portable’. Obras que por ejemplo requieran poca escenografía, pocos personajes, en las que se cuente una historia urgente y que pueda ir de gira, que se creen incentivos para llevarlas a otras partes del Perú, o incluso de Lima, donde también está bastante centralizado.
¿Cuál fue la obra más difícil de escribir?
Una que todavía no empiezo a escribir, justamente porque se me hace muy difícil. Estar en el programa del Royal Court Theatre, me abrió dos puertas que estoy cruzando. Una es el long-form group, que dirige Emma Crowe, en donde estamos hace casi un año reuniéndonos semanalmente con gente de varias partes del mundo (Singapour, Londres, Perú, Estados Unidos, China). Me da terror escribir la obra que estoy trabajando en este taller en particular, porque trata de mi experiencia con un tema violento familiar, que tiene que ver con mi identidad y si decido o no hacer testosterona. Se me está haciendo bastante difícil encontrar el ángulo desde el cual abordarlo.
¿Por qué hacer teatro testimonial?
Para retratar aspectos muy íntimos que pueden ser a la vez universales. A veces me pregunto qué hago escribiendo para una institución inglesa, ¿van a entender lo que digo y cómo lo digo? Es una forma de entablar puentes desde lo personal hacia lo social. Es muy político hacer teatro desde la experiencia propia.
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