Primer hito: buena parte de la imaginería repulsiva e hipnótica de la saga “Alien” no provino de Hollywood, sino de un suizo. En los 60, el artista Hans Rudolf Giger (1940-2014) ya había concebido varias serigrafías llamadas “Biomecanoides”, en las que conjuga lo natural y lo artificial para dar pie a una sensación orgánica putrefacta, como si sugiriera que la carne se corromperá tarde o temprano, pero que aun así es posible hallar belleza. Su obra “Necronom IV” será una inspiración para diseñar la cabeza fálica del temible alien.
SEGUNDA PARADA
A mediados de los 70, el cineasta chileno Alejandro Jodorowsky pretendió adaptar “Duna”, el clásico literario de Frank Herbert, al cine. En su equipo figuraba H. R. Giger. La intención era presentar a un profeta del futuro que redime a una sociedad esclavizada y entregar –según Jodorowsky– alucinaciones a la gente que tomaba LSD en esa época, para que ellos tuvieran sus viajes psicotrópicos sin la necesidad de activarlos mediante las drogas. El realizador buscaba cambiar la mentalidad del público y quería llegar a la revelación por la vía artística. El proyecto no prosperó. Muchas ideas desarrolladas se reciclarían y terminarían en la franquicia de “Alien”.
EL DESPEGUE
Ridley Scott dirige “Alien, el octavo pasajero” (1979) y entrega un clásico. Hay en el filme alusiones a miedos primitivos –la descomposición de la carne o el mal que posee a las personas– encarnados en ese engendro que se incuba en el ser humano y lo mata cuando nace y asoma tras agujerear su estómago. Un rito de la posesión que recuerda al mito del íncubo, el demonio que mantiene relaciones sexuales con las mujeres en sus sueños (la versión femenina de esta entidad lasciva se llama súcubo).
En “Alien, el octavo pasajero”, además, se practica un despiadado juego de las escondidas mientras la tripulación de una nave espacial intenta escapar del escurridizo monstruo. Aparecen esas oposiciones que nutren al lenguaje del cine: lo que no se ve –pero es sugerido– es tan inquietante como la presencia del alienígena. También brota una paradoja: la claustrofobia en la nave contrasta con la vastedad del cosmos. Los gritos no sirven. Nadie vendrá en tu ayuda.
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FÓRMULA ESTIRADA
En “Aliens” (1986), el director James Cameron entregó una brillante secuela a ritmo marcial. En “Alien 3” (1992), David Fincher movió con virtuosismo la cámara para seguir las correrías del engendro. Luego la saga comenzó su declive.
Pero ya se sabe que a Hollywood le cuesta apagar esas maquinarias que generan utilidades millonarias. Y varias preguntas siderales quedaron flotando: ¿de dónde provienen los aliens?, ¿los humanos comparten un origen monstruoso con ellos? La precuela “Prometeo” (2012) intentó responder esas preguntas sin originalidad. Lo peor es que no aclaró nada.
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Ahora “Alien: Covenant” toma la posta y en ella el actor Michael Fassbender interpreta, otra vez, a un androide manipulador (la inteligencia artificial es una trampa tan mortal como el alien). Ridley Scott regresa a la dirección. Veremos si “Alien: Covenant” atará cabos o si abusará nuevamente de esos golpes de efecto que no están a la altura de las primeras entregas de la saga.
MÁS INFORMACIÓN“Alien: Covenant” se estrenará el 11 de mayo en los cines peruanos. La cinta es dirigida por Ridley Scott. Actúan: Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup.
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