“Boyhood”, de Richard Linklater, es uno de esos eventos cinematográficos que llegan muy de vez en cuando a nuestra cartelera. El director estadounidense confirma (como si “Dazed and Confused”, “Bernie” o la trilogía compuesta por “Antes del amanecer”, “Antes del atardecer” y “Antes de la medianoche” no lo hubieran demostrado) que estamos ante uno de los grandes cineastas de hoy. Porque estamos ante una cinta de una ambición inusual, pero que se siente cercana, sincera. Es una película en la que quisiéramos vivir. Aquí, cinco motivos por los que no te puede perder la que es la película del año.
1-12 años de filmación
Si Francois Truffaut siguió a Antoine Doinel (el gran personaje que interpretó Jean-Pierre Léaud) en 4 largometrajes y un corto, lo que hace Linklater es mucho más radical: decide filmar la vida de un niño desde los 6 años, y verlo crecer durante más de una década. Todos los años, convocaba a los mismos actores, con el niño Ellar Coltrane a la cabeza, para grabar unas semanas. Es así que vemos el crecimiento real del niño y de los otros actores (entre los que se cuentan Ethan Hawke y Patricia Arquette) de una forma absolutamente fluida. La realidad nos golpea con fuerza en “Boyhood”, y ese es uno de los motivos de su fuerza.
2-Escape de los clichés
“Boyhood” es la historia de una vida: la de Mason (Coltrane), un niño de 6 años al que vemos crecer. De pronto, ya no es tan niño y comienza a salir con amigos. Después, con chicas. Llega el primer amor, y también la primera decepción. Arranca el primer trabajo hasta que, de pronto, debe irse a la universidad y dejar la casa de su madre. Pero Linklater nunca nos plantea todo esto como una acumulación de situaciones tópicas de la adolescencia: no vemos el primer beso, o el rompimiento. Lo que vemos son los efectos, como ese amanecer que pasan los tiernos enamorados en la ciudad, o el dolor del rompimiento expresado en los momentos más cotidianos. El trabajo de la elipsis, de lo que vemos y no vemos es la clave para entender una película que crea una sensación de fluidez y naturalidad como pocas.
3-Lo social y lo político combinados
Hacer una cinta en el transcurso de 12 años implica estar abierto a los cambios de un país. Y Linklater toma todo lo que vivió Estados Unidos y lo incorpora en su película: desde el punto de vista fascinado de Mason escuchando como su padre (el inmenso, como siempre, Ethan Hawke), molesto y decepcionado, se manda una fuerte diatriba contra George W. Bush hasta el entusiasmo y la militancia de los dos para hacer campaña en favor de Obama (lo que da pie a uno de los mejores chistes de la película. Sí, en “Boyhood” también hay comedia). Las arrugas que se forman en el rostro de Hawke son también los cambios de un país que se transforma, y que también toca lo íntimo.
4-Todos los géneros
¿Qué es “Boyhood”? ¿Un 'coming-of-age' (ese género que se basa en el crecimiento, tanto físico como afectivo, de los adolescentes)? ¿Una película de adolescentes? ¿Una 'americana', ese género casi perdido que nos mostraba la vida en los pequeños pueblos americanos? Pues es todo eso, y más: hay grandes momentos cómicos, extractos que parecen sacados del drama doméstico y hasta coqueteos con el western, con Linklater utilizando los paisajes de forma absolutamente épica. El cineasta combina las tradiciones del cine de su país y las combina para contarnos la vida de una persona, evocando no solo aquellos momentos con los cuales nos podemos sentir identificados dentro de la historia misma, sino también poniéndonos en contacto con géneros y tradiciones cinematográficas con las que hemos crecido, y que también nos han formado. El cine que vemos y que amamos también nos hace crecer, y “Boyhood” nos pone en contacto con eso.
5-La gran generosidad
De más está decir que “Boyhood” es una película generosa: cada momento parece hecho para que uno se identifique (por más que no necesariamente haya vivido lo que la película muestra), y no solo con lo que vive Mason. Ahí está la dura vida de la madre, la gran Patricia Arquette, que vive mil decepciones amorosas y se enfrenta contra todo para que sus hijos tengan lo que merecen. Ahí está el padre, algo irresponsable, que compone Hawke, que también va madurando y se convierte en amigo y consejero. La vida pasa y deja marcas en todos los personajes de la película. “Boyhood” también lo dejará marcado: es una de esas cintas en las que uno quiere vivir. A no perderla.
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