Para muchos, los dramas de época deben ser vistos con sospecha. Pueden ser vistosos, pero a veces carentes de sustancia. Keira Knightley es una de las actrices que, desde sus inicios, protagonizó estas historias que suceden en los salones de la antigua élite europea. Es verdad que en años recientes ha querido alejarse de este tipo de filmes. Sin embargo, de vez en cuando regresa a estas producciones elegantes, aunque ahora con un registro más maduro.
Una de las virtudes más notorias de “Colette: liberación y deseo” es, precisamente, la actuación de Knightley como esta escritora francesa de fines del siglo XIX y principios del XX, famosa por la serie de novelas de aprendizaje protagonizada por su personaje Claudine. En realidad, la película es una biografía fílmica que atiende la primera parte de la vida de Colette, desde su matrimonio con el posesivo Henry Gauthier-Villars –conocido por el nombre artístico de Willy–, hasta su emancipación como mujer y escritora de culto.
La cinta la dirige el británico Wash Westmoreland (“Still Alice”, 2014), basada en un guion donde también participa la talentosa Rebecca Lenkievitz –guionista de “Ida” y “Desobediencia”–. El tema central es el de la construcción de la personalidad de Colette, quien se muestra, desde su temprana juventud provinciana, como una muchacha avispada que se ve seducida por Henry, hombre mucho mayor pero en pleno dominio de su celebridad como escritor de mundo en el París libertino y vanguardista de cambio de siglo.
“Colette: liberación y deseo” no solo es una biografía. También es parte de un conjunto de películas que, en sintonía con la llamada “cuarta ola” del feminismo actual, se viene haciendo sobre el tema de la liberación de la mujer. Véanse sino “Big Eyes” (2014) del director Tim Burton, sobre la pintora Margaret Keane. O la más reciente producción sueca “La esposa” (2017), de Björn Runge, sobre la historia ficticia de una mujer que escribe, en secreto, las novelas que se atribuye su esposo, quien a la larga gana el Premio Nobel de Literatura.
La cinta de Westmoreland, sin embargo, se diferencia en mucho de sus predecesoras. No es una comedia negra y trágica como la de Burton. Tampoco es un drama intimista como la de Runge. Este retrato de Colette es más bien una comedia dramática, una historia que avanza entre la descripción –jocosa y provocadora– de la bohemia de la ‘belle époque’, y la modulación de una personalidad singular que se hace desde la tutoría patriarcal de Willy, manipulador dandi que también se atribuye las novelas que escribe su esposa.
El secreto de la película, más allá de la fotografía rica en sensuales claroscuros de Giles Nuttgens, está en la dirección de actores y en la sabia decisión de no oponer a la víctima con el verdugo, a la oprimida con el opresor, en un combate frontal desde el inicio. La magia del filme está más bien en proponer una relación compleja, difícil de definir entre este ubicuo Pigmalión –muy bien interpretado por Dominic West– y una criatura que poco a poco se da cuenta de su talento, y de la naturaleza creada, voluntaria y libre de la propia identidad.
es lograda desde su clasicismo que va de menos a más, desde su tono de comedia ligera, aunque muy inteligente a la hora de proponer un juego de identidades, oposiciones y diferencias entre la escritora Claudine y el impostor Willy, y las ambiguas amantes que aparecen en el camino. Hay, por último, una interesante dimensión inocente y lúdica de travestimos y juegos de disfraces –véanse las secuencias de cabaret artístico hacia la segunda mitad–, asociada a lo que hoy se llama ‘queer’, que hace de “Colette” una experiencia si bien histórica, también muy contemporánea y actual.
MÁS INFORMACIÓN:Puntuación: ★★★Título original: “Colette”. Género: drama, biografía. País y año: EE.UU. y Reino Unido, 2018. Director: Wash Westmoreland. Actores: Keira Knightley, Dominic West, Eleanor Tomlinson.