“¿Quieres un buen consejo? Retírate del boxeo”, le dice su preparador al oído antes de volver al combate. Es parte de una pelea monótona, espesa, sobre un ring improvisado en una iglesia cristiana –el llamado Resurrection Athletic Club– frente a un público decadente y borracho. Aunque parece que caerá vencido, sobrepasado por su rival, al sentirse provocado reacciona con golpes inesperados y letales. Suena la campana. Ha vencido. Vuelve al camerino. Al triste y sucio camerino. Se coloca una bata rosada que dice en la espalda “The Italian Stallion”. Su nombre es Robert Balboa y pronto será conocido –lo será, aunque ahora mismo no lo parezca– como “Rocky”, en honor a su ídolo Rocky Marciano. Esta historia se inicia en Filadelfia, el 25 de noviembre de 1975.
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Sin embargo, la historia se había iniciado, realmente, la noche del lunes 24 de marzo de ese mismo año, en el Richfield Coliseum, cerca de Cleveland, Ohio, cuando Chuck Wepner y Muhammad Ali se enfrentaron en un combate insospechado frente a 15 mil espectadores. A pesar de que Ali, quien defendía su título, había golpeado con contundencia, Wepner no caía. Heroicamente encajó los embates de “El más grande” hasta el decimoquinto asalto, bañado en sangre, mal reparado, con las cejas reventadas, una necedad de pie con guantes de box.
Pero Wepner no solo lo soportó: llegó a tumbarlo en el noveno asalto, ante la sorpresa y los aplausos del público, ofreciendo una prueba de resistencia y tenacidad admirables. Y pensar que Ali había prometido noquearlo en el tercer round. En el decimoquinto asalto y a 19 segundos de terminar la pelea, Wepner, finalmente, perdió por KO técnico. Tuvieron que ponerle 32 puntos de sutura en el rostro, pero su carrera, antes en aparente declive, se vio revitalizada. Hoy, es el único de los cuatro boxeadores que lograron tumbar a Ali que sigue vivo.
Frente a una pantalla de televisión en Los Ángeles, un joven de 29 años que había tenido pequeños papeles en el cine y que, incluso, había llegado a hacer soft porn cinco años antes, contemplaba la escena frente a un televisor, emocionado: ya tenía la idea para el guion que quería escribir y con el que soñaba alcanzar el éxito. “Soy yo, me siento así”, pensó tras ver la pelea. Sería la historia de un humilde boxeador que enfrenta la gran oportunidad profesional de su vida, luchando contra un campeón, pero también contra los prejuicios y las dudas. Ali inspiraría la figura soberbia de Apollo Creed y Wepner al vehemente Rocky, que interpretaría aquel mismo joven de 29 años, llamado Michael Sylvester Gardenzio Stallone. Sly, para los amigos.
Volvemos a Filadelfia, a aquella noche de noviembre de 1975. Desde que baja del ring, hemos visto a Rocky fumar un cigarrillo, cobrar apenas 40 dólares por esa victoria y caminar por las calles sucias y oscuras de una ciudad entumecida. Bebe un trago de cerveza con unos jóvenes que cantan en una esquina y sigue su camino. Un camino que, en ese momento, va solo hacia la nada. Pero la historia recién comienza.
EN LA LONA
Hoy, 45 años después de escrito el guion de la primera película, Netflix estrena la saga completa de la historia de un boxeador que puede ser también la historia del ascenso-caída-ascenso-caída-etcétera de un hombre como cualquier otro. “Rocky” (1976), “Rocky II” (1979), “Rocky III” (1982), “Rocky IV” (1985), “Rocky V” (1990) y “Rocky Balboa” (2006), además de los spin-off “Creed” (2015) y “Creed II” (2018) suman, entre todas, unos 1,600 millones de dólares en taquilla.
Es, sin duda, una de las sagas más exitosas de la historia del cine. Nada mal para un boxeador que surgió en los suburbios de Filadelfia. Nada mal para un actor italoamericano quien creció en el Hell`s Kitchen neoyorquino. Ambos, lugares donde a veces debes ganarte la vida a puño limpio. Porque esta no es una saga sobre el deporte o la competencia, sino sobre la vida misma. Y esa es la gran razón de su éxito. “Rocky no es una película sobre box, sino sobre un triunfo personal, sobre la superación –ha confesado Stallone–. Siempre he creído que todos, en el fondo de su corazón, saben que al menos merecen una oportunidad para ser derrotados en sus propios términos. Una oportunidad para pelear por su dignidad. Siempre he seguido de cerca la redención, y ésta película va sobre redención. Al final, es cómo pierdas lo que importa”.
Cuenta la leyenda que cuando Stallone escribió este guion tenía poco más de 100 dólares en el bolsillo. Bueno, 100 dólares, a su esposa Sasha y a Butkus, su mejor amigo y compañero de cuatro patas. Desempleado y desesperado, tuvo que venderlo para poder comer. Para que pudieran comer ambos, en realidad, porque Sly no tenía cómo alimentarlo. Cuando terminó el guion de “Rocky”, en solo tres días, su mayor apuro era conseguir dinero para poder recuperarlo. Después de varias vueltas, el guion llegó a las manos de los productores Irwin Winkler y Robert Chartoff. Y Butkus Stallone volvió a casa. De hecho, es el perro de Rocky en los dos primeros filmes. Según contó el mismo Stallone en su cuenta de Instagram, lo vendió por 40 dólares, pero le pidieron 15 mil para recuperarlo.
Sin embargo, en el trabajo no fue todo tan sencillo. Stallone quería protagonizar la película, era su condición sine qua non para hacerla, pero para un actor casi desconocido como era él entonces, resultaba muy difícil ser la primera opción en ese papel. Nombres como Robert Redford, Ryan O`Neill, James Caan o Burt Reynolds sonaban más atractivos para los productores. En cambio, Stallone había sido rechazado, incluso, como extra de la boda de “El Padrino” y apenas había conseguido aparecer en “Bananas”, de Woody Allen.
Fue también un joven policía en la serie “Kojak”, el gánster Frank Nitti en la película Capone y un conductor sicópata en “Death Race 2000”, un filme de serie B. Apenas se mantenía a flote. Sin embargo, demostró la misma tenacidad que su personaje, y logró el papel, cobrando mucho menos dinero del que cobraría si solo vendía el guion. La película se rodaría en solo 20 días entre Filadelfia y Los Angeles y costaría algo más de 900 mil dólares. La entregada actuación de Stallone, interpretando probablemente su propia vida de ocaso y redención, convirtió su guion en un éxito absoluto. Rocky recaudó 225 millones de dólares y fue nominada a 10 premios Oscar.
Además de las nominaciones al Oscar o al Globo de Oro individuales, como Mejor Guion o Mejor Actor, Sly fue premiado también en uno de los paraísos cinematográficos de Europa: la Academia de Cine Italiana le otorgó el David di Donatello como Mejor Actor Extranjero, compartido con Dustin Hoffman –por su performance en “Marathon Man”–. Pocos entre sus críticos podrían imaginarse que Italia también premiaría a Stallone. Pero aquella no fue la única vez, ni un exabrupto. El 2009, el Festival Internacional de Cine de Venecia lo reconocería con el premio Jaeger-LeCoultre Glory to the Filmmaker Award, una distinción que se otorga a quienes han hecho importantes contribuciones al cine. En 1992, se le había dado en Francia un Premio César honorario.
Rocky, a pesar de ser un personaje cinematográfico, alcanzó el Olimpo de los grandes campeones: ingresó en el Salón de la Fama del box el 2011, al mismo tiempo que nombres como Mike Tyson y Julio César Chávez. Ha dejado, además, imágenes imperecederas. Su intensos entrenamientos con Mickey; él corriendo por las calles de Filadelfia, subiendo interminables escaleras forrado en su característico buzo plomo; su primera pelea con Apollo Creed, una oda al heroísmo deportivo; golpeado y ensangrentado, gritando el nombre de Adrian al final de una pelea; su lucha desigual contra Iván Drago; la sangrienta pelea de este contra Apollo Creed; Adrian y Rocky en la pista de patinaje; la pelea con Clubber Lang; el momento en el que sube las escaleras de Filadelfia con Adonis, el hijo de Apollo, en una imagen crepuscular y reflexiva. Param-pán, param-pán… Uno mira hacia atrás en la vida de Stallone y de Rocky y recuerda una frase del actor: “Rambo soy yo antes del café de la mañana; Rocky soy yo después del café”.
ROCKY VIVE
“Stallone robó mi vida”, llegó a decir Chuck Wepner alguna vez, resentido porque el creador de Rocky, incluso, le había agradecido por inspirarlo y le prometió algunos beneficios. Como no cumplió, Wepner lo llevó a juicio después de varios años. Sin embargo, arreglaron todo amistosamente… con unos muy amistosos millones de dólares de compensación, según se dijo. Una vez más, Chuck le plantaba cara a un grande. “Wepner se ganó el corazón de todos por su entrega y dignidad y nos puso a pensar: “Si él puede, todos podríamos”. Fue una lección de dignidad que me hizo pensar inmediatamente en llevar la historia al cine y así comenzó Rocky”, contó Stallone en una entrevista con William Baer.
“Soy el verdadero Apollo Creed. ¡Robaste mi guion! ¡Robaste mi guion!” le dijo un hombre a Stallone mientras este presentaba el Oscar a Mejor Actriz Secundaria en la ceremonia de 1977. “¡Vi la película! ¡Robaste mi guion! ¡Todo es sobre mí! ¡Yo soy Apollo Creed!”, le dice el recién llegado, que parece agarrarlo por sorpresa. Gritan un poco, amagan con pegarse, se ríen mucho y terminan abrazados y presentando el premio. Era Muhammad Ali y tenía razón: él era Apollo Creed.
Hoy, una estatua de Rocky de más de dos metros está ubicada en uno de los jardines laterales al ingreso principal del Museo de Arte de Filadelfia. Allí donde, con Gonna Fly Away de Bill Conti como fondo, Rocky subió las escaleras con el ímpetu que lo convertiría en campeón. Hoy, es un lugar turístico en el que miles suben corriendo los 72 escalones para tratar de emularlo.
Rocky Marciano, el ídolo de Balboa, fue un boxeador italoamericano como él, el único campeón invicto en la historia de los pesos pesados. Murió a los 45 años, en un accidente aéreo. Cuando los rescatistas llegaron a los restos del avión estrellado, vieron su cuerpo aún atado en un asiento. Muchos pensaron decir, recordando la frase sobre otra leyenda: “Comiencen a contar hasta diez sobre él. Se levantará”. Con Rocky Balboa sucede exactamente lo mismo. Nunca lo den por derrotado.
CURIOSIDADES DE LA SAGA
“Rocky” (John G. Avildsen, 1976)
La historia de formación del héroe, que pasa de combates miserables al reto más importante para cualquier boxeador: pelear por un título enfrentando al campeón. A la vez, conocemos su historia de amor con Adrian, cómo se forja su amistad con Mickey, las presiones de la fama y el éxito. Como curiosidad, por primera vez se usó la steadycam, el invento de Garret Brown que revolucionó el lenguaje audiovisual. Cuando la película ganó el Oscar, Irwin Winkler, su coproductor, casi obligó a Stallone a subir al escenario con él. Allí, Robert Chartoff, el otro productor, le dijo: “Gracias por compartir tu sueño de Rocky con nosotros, y por darnos una actuación que ha enriquecido nuestras vidas”. Tras unas breves palabras más, Stallone agregó: “Y a todos los Rockys del mundo: los amo”.
“Rocky II” (Sylvester Stallone, 1979)
John G. Avildsen, director de la primera parte, galardonado con un Oscar gracias a su trabajo, prefirió no dirigir esta secuela porque no estaba de acuerdo con detalles importantes del guion. Además, tenía un proyecto paralelo que también marcaría historia: “Fiebre de sábado por la noche” que, finalmente, tampoco hizo. Una de las escenas más clásicas es la carrera de Rocky por las calles de Filadelfia. 800 niños participaron como extras para acompañarlo. Curiosamente, Stallone le ofreció a Chuck Wepner un papel en esta película, pero hizo tan mal la prueba, tras dos días de juerga, que tuvieron que eliminar al personaje del guion. Y un detalle: el legendario boxeador panameño Roberto ‘Mano de piedra’ Durán aparece como sparring de Rocky en una escena.
“Rocky III” (Sylvester Stallone, 1982)
Esta es la que marca el enfrentamiento de un Rocky en la cumbre de su carrera, contra un brutal Clubber Lang, interpretado por Mr. T. En este filme, las peleas cobran un gran protagonismo. También es recordada la participación del campeón de lucha Hulk Hogan. “Eye of the Tiger”, el clásico de Survivor, marca el recuerdo de esta tercera parte. Stallone, originalmente, quería “Another One Bites the Dust”, de Queen, pero le fue imposible comprar los derechos. “Rocky III” estaba destinada a ser la película que cerrara la trilogía, pero ya sabemos qué sucedió.
“Rocky IV” (Sylvester Stallone, 1985)
Hace unas semanas, Stallone sorprendió anunciando que relanzaría esta película con un nuevo montaje que podría eliminar al robot de Paulie, un recuerdo para muchos entrañable de aquel hito cinematográfico de la Guerra Fría en pleno gobierno de Reagan. No había mejor propaganda “pro América” y anticomunista que Rocky peleando contra el ruso Iván Drago. Stallone contó que, grabando unas escenas, Dolph Lundgren, Ivan Drago, lo golpeó tan fuerte que lo mandó a cuidados intensivos durante 4 días, con una inflamación alrededor del corazón. Tuvo que ser llevado de la filmación al hospital en helicóptero.
“Rocky V” (John G. Avildsen, 1990)
El director de la cinta original volvió a reunirse con Stallone para este filme que, originalmente, pretendía matar al personaje tras un heroico combate. En la versión que quedó, un retirado Rocky se encarga del gimnasio de Mickey para preparar a un nuevo boxeador, hambriento de triunfos. Años más tarde, cuando a Stallone le pidieron calificar todas las películas del 1 al 10, le dio 0 a Rocky V. De todos modos, es indispensable para entender la historia en su exacta dimensión. Hay un dato que no debe haberle molestado tanto: 14 años antes, en la primera, su sueldo había sido de 23 mil dólares. Por esta cobró 15 millones de dólares.
“Rocky Balboa” (Sylvester Stallone, 2006)
Pasaron 16 años y Stallone borró la existencia de “Rocky V” de su guion. Podría decirse que este filme retoma el espíritu romántico de las dos primeras, lejos de la pomposidad de la 3, 4 y 5, que priorizaron el show. En esta, nuevamente, el corazón del filme son los conflictos internos del personaje. Comparte, además, similar estética con las primeras. Es la que más orgulloso hace sentir a Stallone, porque le tomó 6 años poder hacerla. ¿En qué se convirtió Rocky tras dejar el box? ¿Qué pasó con Adrian, su gran amor? ¿Qué nuevas aventuras le quedan por vivir? Son preguntas que este filme responde, con serena sensibilidad y sabiduría. El mundo volvió a amar a Rocky.
“Creed” (Ryan Coogler, 2015)
A pesar de haber tomado conciencia de su legado, o justamente por eso, Balboa se aparta del centro narrativo. Está como una presencia permanente e importante, pero esta es la historia de cómo Adonis Creed busca reconocimiento. Balboa es para Adonis lo que fue Mickey para él. Curiosamente, Stallone tiene aquí ya la misma edad que tenía Burgess Meredith, quien interpretó a su coach en Rocky I: 69 años. Su actuación le valió el Globo de oro que se le negó en 1976 y fue nominado nuevamente al Oscar.
“Creed 2” (Steven Caple Jr, 2018)
La trama da un giro para, de algún modo, regresar al pasado: Ivan Drago reaparece en escena para un nuevo combate que involucra al hijo de su antiguo rival. Rocky arrastró serios sentimientos de culpa por no evitar el desenlace de aquella pelea en “Rocky IV”. Al terminar la filmación, Stallone se despidió emotivamente del staff y de los fans a través de su cuenta de Instagram, y confesó que lo más probable era no volver a interpretar a Rocky Balboa. Sin embargo, este año comentó por sus redes sociales que nunca le diría que no al personaje. Mientras tanto, se anunció la producción de “Creed 3”, en la que su participación aún no está confirmada al 100%.
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