Era la noche del 7 de abril de 1970. El auditorio Dorothy Chandler Pavilion de Los Angeles lucía repleto. Las estrellas más importantes de Hollywood estaban allí, celebrando la ceremonia 42 de los Oscar. Una jovencísima Barbra Streisand acaba de anunciar al ganador del premio al Mejor Actor de una lista de nominados que incluye a monstruos de la interpretación como Richard Burton o Peter O`Toole, junto a las entonces nacientes estrellas Dustin Hoffman y Jon Voight.
El Oscar, sin embargo, sería para un actor de 62 años, con más de 150 filmes a sus espaldas y las botas puestas aún, nacido como Marion Robert Morrison, pero encumbrado a la inmortalidad cinematográfica con el nombre de John Wayne. Su actuación como el viejo Rooster Cogburn, un veterano de guerra, tuerto y alcohólico, que entabla un entrañable vínculo con una niña de fuerte carácter, había conmovido a la Academia. Ser premiado lo conmovió a él. “¡Wow! Si hubiera sabido esto me hubiera puesto el parche en el ojo 35 años antes –dijo el actor tras secarse una lágrima y hacer un gesto de evidente emoción ante las risas del público- (…), pero esta noche no me siento muy hábil, muy ingenioso. Me siento muy agradecido, muy humilde y debo dar las gracias a mucha, mucha gente. Quiero dar las gracias a los miembros de la Academia, a todos ustedes que nos están viendo por televisión, gracias por seguirnos con tanto interés en nuestra gloriosa industria. Buenas noches”.
►La historia de cómo la estrella John Wayne se enamoró de la piurana Pilar Palette
Varios años antes, en 1953, Wayne había recogido un Oscar en nombre de su gran amigo Gary Cooper, quien no pudo asistir a la ceremonia. En aquella ocasión hasta se permitió un arrebato de humor, al decir que él hubiera preferido protagonizar “A la hora señalada”, y no solo ir a recoger el premio por ella. La jornada transcurrió entre sonrisas.
A la vista de los hechos, es increíble pensar que su recorrido cinematográfico comenzó sin créditos y sin texto: era un anónimo “uncredited” en películas de Hollywood. Con los años, a decir de los expertos, se convirtió en el actor que más papeles protagonistas hizo en la historia. La entonación de su voz grave, la paciente pronunciación de sus frases, su actuar natural, la decencia usual de sus personajes, sus miradas silenciosas y, por supuesto, su característico andar, se convirtieron en un sello imperecedero, aunque el mismísimo John Ford se haya sorprendido de su talento. “Oh, el hijo de p… actuaba”, dijo, tras alguna de sus colaboraciones iniciales.
Así, John Wayne –también conocido como “Duke”- aprendió a sobrevivir en el desierto, a la intemperie, antes que en Hollywood. Cuando fue premiado aquella noche de 1970, era ya un hombre de otra era. Sus películas representaban los valores más conservadores de un país que, en ese mismo momento, afuera del Chandler Pavilion, en las calles de Los Angeles, San Francisco, Detroit, Chicago o Nueva York estaba cambiando para siempre gracias a las protestas por los derechos civiles, al movimiento hippie o a la revolución sexual. Ya no había indios a los cuales disparar para abrir fronteras.
Sin embargo, Wayne seguía siendo una institución americana. Vivió el nacimiento del cine sonoro, el auge del color; sobrevivió a la aparición de la tv; su presencia dio realce al western; y se convirtió en rey por excelencia de los vaqueros, superando a otros rostros conocidos del género, como Randolph Scott o Henry Fonda. Wayne fue sumo sacerdote de los tiroteos y las cabalgatas; amo y señor absoluto del Valle de los Monumentos, ahí donde Utah y Arizona se besaron a balas y a flechazos.
¿A qué velocidad pasa una bala al rozar una cabeza? ¿Cuánto tarda un hombre en desenfundar sus pistolas en un duelo? ¿A qué velocidad cabalgan los jinetes cuando huyen de los indios? ¿A cuántos indios ha matado ese jinete? Eran preguntas cotidianas en el “John Ford land”, ese mundo cinematográfico construido con piedras, crepúsculos, sangre india, orgullo yanqui e interminable testosterona. Juntos, Ford y Wayne, hicieron más de 20 películas que reflejaron, en su mayoría, el universo propio del oeste americano de fines del siglo XIX.
Es imposible no sentir que los paisajes presentes en sus filmes eran también parte del alma de Wayne. Era agreste y amplio, luminoso y nocturno, cielo despejado y abismo al mismo tiempo. Es un actor, pero también es una estampa. Una imagen que define un arquetipo estadounidense aún hoy, 40 años después de su muerte.
FUE, FUERTE Y FORMALEstas tres palabras, en perfecto castellano, fueron lo único que estuvo escrito en su lápida, ubicada en el Pacific View Memorial Park, de California, durante 20 años, por decisión de su viuda, la peruana Pilar Pallette. Wayne se casó tres veces y tuvo siete hijos.
Nacido en Winterset, Iowa, en mayo de 1907, no apareció en un filme hasta 1926, según la web especializada IMDB. No era más que un chico anónimo que jugaba al fútbol americano en “Brown of Harvard”. Así figuraría en casi 20 películas más durante los siguientes 4 años, hasta alcanzar su primer protagónico en The Big Trail (Raoul Walsh, 1930). Luego, la industria casi lo convirtió en un vaquero cantante, como sería luego Will Rogers, gracias a filmes como “Riders of Destiny” (1933), “Westward Ho!” (1935), “Lawless Range” (1935) o “Man From Utah” (1934), en los que aparece entonando canciones y hasta tocando guitarra. Sin embargo, no fue hasta 1939 -cuando John Ford le diera el papel protagónico en La diligencia-, que Wayne se convirtió en una estrella por los próximos 40 años. Y aún hoy.
Para evocar su figura, podría ser necesario citar a su personaje, J.B. Book en The Shootist (1976), su testamento cinematográfico: “Su credo era: no soporto injusticias, no soporto insultos, No soporto bravucones. No me comporto así con la gente y exijo lo mismo de ella.”
Además de trabajar con directores como Ford, Howard Hawks o Don Siegel, Wayne tuvo su principal partner actoral en Maureen O`Hara.- “He tenido muchos amigos y prefiero la compañía masculina, excepto con Maureen. Ella es un gran tipo”, dijo alguna vez sobre su cercana amistad fuera de la pantalla-. Y compartió créditos con destacados colegas suyos como James Stewart, Robert Mitchum, Dean Martin, Richard Widmarck, George Kennedy, Rock Hudson, John Carradine, William Holden, Henry Fonda, Anthony Quinn, Kirk Douglas, o sus coestrellas femeninas: Patricia Neal, Ann Margret, Yvonne De Carlo, Susan Hayward, Shirley Temple, Vera Miles, Angie Dickinson o Marlene Dietrich.
Aunque el personaje que solía representar, ese paladín de las buenas costumbres norteamericanas, hombre, blanco y de clase media, era una proyección de muchos rasgos de su propia personalidad -ultraconservador, republicano, fervoroso anticomunista y políticamente reaccionario-, no dejaron de sorprender unas declaraciones reveladas recientemente -pero dadas por él en 1971 a la revista Playboy-, en las que decía “creer en la supremacía blanca.” En dicha conversación, el actor califica como “películas pervertidas” a Cowboy de Medianoche e Easy Rider, muy populares en aquellos años. “No creo que hiciéramos mal al quitarles este gran país, si eso es lo que me estás preguntando”, dijo Wayne al periodista, consultado sobre su posible empatía hacia los nativos americanos que aparecieron en tantos filmes suyos. “A lo que los demás llaman un despojo de los blancos sobre los nativos de este país, para mí, fue sólo una cuestión de supervivencia. Había mucha gente que necesitaba nuevas tierras, y los indios, egoístamente, trataban de conservarlas sólo para ellos”, afirmó Wayne. Y no se quedó ahí. “Creo en la supremacía blanca (…) No podemos, de repente, arrodillarnos y entregar todo al liderazgo de los negros.” Si bien son declaraciones de un hombre mayor dadas hace casi 50 años, siempre es bueno que los aficionados al cine distingan entre la figura cinematográfica y el ser humano. Uno puede resultar a todas luces admirable. El otro puede merecer nuestro máximo rechazo. Aunque estas declaraciones frenaron varios homenajes póstumos, la figura de John Wayne sigue siendo uno de los bastiones más inexpugnables del cine americano contemporáneo. Quizás, se le quiere más porque representa cómo debió haber sido el Viejo Oeste, y no cómo fue en realidad.
Además de aquella ocasión de 1970, en que lo hizo al recibir el Oscar a Mejor Actor, John Wayne volvería a pararse frente a sus colegas sin poder evitar una lágrima furtiva. Fue la noche de su última aparición pública, en la ceremonia del Oscar de 1979, cuando el cáncer condicionaba ya una vida a la que solo le quedaban tres meses más. “Los Oscar y yo tenemos algo en común –dijo él ese día-. Ambos llegamos a Hollywood en 1928. Los dos estamos algo zarandeados por la vida, pero seguimos aquí y pensamos hacerlo durante bastante tiempo”. En el público podía verse a Warren Beatty, Meryl Streep, Jack Nicholson o Diane Keaton. Un nuevo Hollywood le estaba tomando la posta.
Hubo tanto y tan rico recorrido en la carrera de John Wayne que provoca disculparse por no mencionar todo. Aunque él, tal vez, nos contestaría como el entrañable capitán Nathan Cutting Brittles, su personaje en “La legión invencible”: “No pidas disculpas. Hacerlo muestra debilidad.”
JOHN WAYNE EN 10 FILMES1. La diligencia (John Ford, 1939)John Ford inició un pacto casi sanguíneo con Wayne en este filme, en el que se convierte en un héroe ante el asedio de los apaches a una diligencia llena de peculiares personajes. Es el primer western sonoro de Ford. Ganó 2 Oscar de 5 nominaciones.
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2. Rio Rojo (Howard Hawks, 1948)Wayne es un ganadero que planea llevar 10 mil cabezas de Texas a Misuri tras la Guerra Civil. Montgomery Clift y Joanne Dru son también parte de una historia llena de conflictos que le aportó al western una complejidad psicológica antes inexplorada.
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3. Sands of Iwo Jima (Allan Dwan, 1949)Retrata un momento clave de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas norteamericanas vencen a las japonesas en Iwo Jima. Wayne es el heroico sargento Stryker en un papel que le significó su primera nominación al Oscar.
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4. El hombre tranquilo (John Ford, 1952)Sean Thornton es un ex boxeador que regresa desde Estados Unidos a un pueblo irlandés, tierra de sus padres, en busca de tranquilidad, aunque encuentra todo lo contrario. A pesar de tener matices dramáticos, es una entrañable comedia. Fue una de las 5 películas que Wayne hizo con Maureen O`Hara. (Río Grande, Escrito bajo el sol, El gran MacLintock y Big Jack fueron las otras).
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5. Centauros del desierto (John Ford, 1956)Uno de los personajes que más define la personalidad cinematográfica de Wayne es, quizás, el veterano de la guerra civil Ethan Edwards, que compone para este filme. Un tipo aparentemente duro, con más autoridad que carisma, pero querido, a pesar de su evidente racismo. Edwards es encargado de buscar por años a su sobrina, raptada por los indios. Aparece una jovencísima Natalie Wood.
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6. El álamo (John Wayne, 1960)Un reto especial, pues además de protagonizarla -en el papel de Davy Crockett-, Wayne también dirigió. Para eso contó con la asesoría de su amigo John Ford. El sitio de El Álamo, de 1863, le dio material a Wayne para hacer una película épica, con gran pulso narrativo, en la que no solo mostró su talento artístico, sino sus valores sociales y políticos, muchos de ellos cuestionables.
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7. El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962)Un viejo congresista regresa a un pueblo por el funeral de su mejor amigo. Esto liberará numerosos recuerdos de un Viejo Oeste cuyo salvajismo fue perdiendo fuerza ante la ley. James Stewart y Lee Marvin comparten pantalla con Wayne.
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8. Primera victoria (Otto Preminger, 1965)Un destacamento de la Marina americana tiene como misión responder al ataque japonés en Pearl Harbor. Un interesante filme bélico, a la manera de Preminger, que nos da la oportunidad de ver juntos a Wayne, Kirk Douglas y Henry Fonda.
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9. Los boinas verdes (John Wayne, 1968) Drama bélico ubicado en Vietnam. Un coronel de las fuerzas especiales (Wayne), invita a un periodista a acompañar a su grupo en la captura de un oficial vietnamita. Protagonizada junto a Jim Hutton y David Jansen, recordado por la serie El fugitivo. Más que por sus valores fílmicos, esta película es interesante por mostrarnos el espíritu proVietnam de un Wayne que apoyó la invasión. En estos tiempos, hubiera votado por Trump.
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10. True Grit (Henry Hathaway, 1969)Rooster Cogburn es un veterano tuerto de la Guerra Civil muy aficionado a la botella. Una niña lo contrata para seguir al asesino de su padre. Este papel le dio su único Oscar. En 1975 repetiría personaje en una secuela, junto a Katherine Hepburn. El 2010, los hermanos Coen harían un remake de este filme, con Jeff Bridges en el papel principal.
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