Primero separemos a la niña de su medio, rompiendo todos sus vínculos sociales. Luego, arrebatémosle sus papeles, arrancándole simbólicamente su identidad. Y para lograr la sumisión completa, generemos para ella una deuda que no pueda pagar, una cuenta impagable que la empuje hacia la prostitución como única forma de pago. La deuda puede venderse a otro, y así la muchacha, convertida además en esclava, deberá ir a trabajar donde la lleve su nuevo dueño.
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Paso a paso, las directoras Bénédicte Liénard y Mary Jiménez nos cuentan el sublevante proceso de la trata de personas, delito que priva de su dignidad y de su libertad a millones de personas en el mundo.
En el caso de su documental “En el nombre de Tania”, que se presenta en esta edición del Festival de Cine PUCP, ambas se enfocan en las jóvenes sometidas a la explotación sexual en las minas de oro en Madre de Dios.
La debutante Tanit Coquinche ofrece una compleja interpretación de Tania, la protagonista. Para sobrevivir en ese infierno, ella ha debido disocia la mente del cuerpo. En su inconsciente despersonalización, ha dejado atrás su cuerpo, sus acciones, su vergüenza, incluso su nombre. Cuando sea rescatada por la policía, ella intentará tejer los hilos dispersos de su memoria, y este difícil proceso de reconstrucción es lo que ambas directoras buscaron contar.
—La investigación—¿Cómo ambas cineastas descubrieron esta historia? Como nos explica Mary Jiménez, su interés nació de un proyecto previo filmado sobre la minería informal en la selva de Pucallpa. Eso las llevó a conocer las duras condiciones laborales, y con ello, la trata de niñas. “Hasta ahora, las películas que hemos hecho siempre tienen que ver con un mundo capitalista que destruye a las personas”, explica. En su investigación de campo, conocieron a Ismael Vásquez Colchado, jefe policial del Departamento de Investigación de Trata de Personas (Depintrap) de Iquitos, quien, a pesar de la escasez de recursos, ha luchado por años en esta región para rescatar a niñas captadas.
Recuerda Jiménez: “Él nos contó muchas historias, nos mostró fotografías y compartió una serie de testimonios de chicas que él había salvado que contaban su terrible experiencia”. De regreso a Bruselas, donde radican, ambas directoras releyeron el material, lo clasificaron, lo escogieron, y con todos esos testimonios decidieron contar una historia centrada en Tania, un personaje ficticio que encarna a todas aquellas víctimas.
—Forma y fondo—“En el nombre de Tania” no es un documental informativo, de enfoque periodístico. Jiménez y Liénard no buscaron apelar directamente a los testimonios originales, sino hacer de estas historias parte de una búsqueda de un lenguaje formal, con el propósito de que el espectador participe emocionalmente.
“No queremos hacer un documental informativo. Trabajamos más con las sensaciones, con un sentido del tiempo, con el miedo, con los deseos, con todo el mundo emocional”, señala Mary Jiménez, en cuyo filme se sirve de las herramientas de la ficción para plasmar esta realidad indignante.
“La forma que escogemos para abordar esta película emana de cuestiones que nos hacemos. Por ejemplo: ¿Cómo representar esa realidad siendo nosotras mujeres, sin buscar un enfoque voyeurista, o centrado en el sufrimiento, o en el morbo por ver a chiquillas con minifalda? ¿Cómo darle dignidad a estas personas?”, se pregunta.La respuesta, según Liénard, radica en contar una historia que profundice en el proceso de deshumanización de la víctima, un proceso que se repite en todas las partes del mundo donde opera la trata de personas. “Sucede lo mismo en Europa, en las calles de Bruselas, con los migrantes y las mujeres sin papeles. Es exactamente el mismo fenómeno”, señala la directora belga.
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—La dura realidad—Sin duda, el público que salga de la sala de proyección se sentirá conmocionado por atestiguar una realidad sumamente incómoda. Para ambas directoras, poco es lo que hace el Estado para enfrentar el problema de la trata. Desde lo básico: la inexistencia de la educación sexual para los escolares iquiteños.
“Cuando hablábamos con las chicas sobre cómo se protegían para evitar embarazos, nos decían que trataban de resfriarse metiéndose al río. Luego, cuando preguntas a los padres y a los maestros por qué no les enseñan a las muchachas sobre sexualidad, se asustan”, lamenta Mary Jiménez.
Otro grave problema, advierten ambas directoras, es cómo la prostitución infantil resulta promovida por las propias familias para enfrentar la pobreza. “Empujan a las chicas a traer dinero para comer. Es el problema de una sociedad capitalista con enormes diferencias de clase, que deja un montón de gente librada a sobrevivir como pueda”, afirma Jiménez, para quien de poco valen las mediáticas intervenciones policiales si no se resuelven los problemas sociales de fondo.