Comienzan a llegar, cada vez más, películas biográficas sobre músicos de rock. ¿Será que el cine ofrece los últimos homenajes a un género musical que hace ya buen tiempo ha sido desplazado por el hip hop o el pop electrónico? Pues bien, potenciado por la nostalgia de lo ya ido, y mientras esperamos el estreno de la película sobre Elton John, llega esta vida fílmica de Freddie Mercury, uno de los íconos más queridos del siglo XX.
Para empezar, diremos que “Bohemian Rhapsody” no pretende ser una película muy osada. Como otras películas biográficas –piénsese en “Ray” (2004) o “La vie en Rose” (2007)–, responde a un planteamiento estándar y está pautada por un manido esquema narrativo: surgimiento desde el anonimato y las clases trabajadoras, esfuerzo artístico no reconocido, primeros triunfos y éxito comercial, envanecimiento por la droga y la fama, final toma de conciencia y resurgimiento desde los valores primigenios.
Bryan Singer, el director de “Sospechosos comunes” (1995) y de “X-Men” (2000), es no obstante un director con oficio y muy identificado con personajes marginales, incomprendidos y de una honestidad rebelde. Freddie Mercury no le venía mal. Y vaya que lo ha aprovechado. Esto, sin lugar a dudas, en gran medida gracias a un actor como Rami Malek, quien logra el punto exacto entre la mimetización con la leyenda y la fabricación de un ser que conjuga una energía avasalladora y una fragilidad conmovedora.
“Bohemian Rhapsody” es, en realidad, dos películas. Una es la que se construye sobre la base del cliché de la entrada y la salida de la perdición. Porque tiene algo de mensaje moral explícito, y repite el lema: “Freddie, debes volver con tu familia”. O se enuncia: “Freddie, debes buscar el amor de una pareja que realmente te quiera”. En esa lucha es clave un villano. Paul Prenter (Allen Leech), el mánager personal que decide controlar a Mercury es uno de los personajes mejor logrados del filme.
Pero hay otra “Bohemian Rhapsody”, una que va más allá de la fórmula estereotipada de perdición vs. salvación. Es la de un personaje que busca una personalidad, una identidad, y que fracasa estrepitosamente. Freddie se aferra primero a su enamorada Mary (Lucy Boynton). Luego se aferra a la vida de familia de la banda Queen. Luego ve una posibilidad en una disoluta carrera de placeres sensuales en la cultura gay. A través de las miradas nerviosas, ansiosas de Malek, vemos a un hombre que no encaja en ningún papel.
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Junto a este drama o tragedia que, lo sabemos desde el principio, culminará en la enfermedad del sida, se filtra una formidable comedia. El humor lo aportan los integrantes de Queen. El estupendo elenco (Gwilyn Lee, Ben Hardy, Joe Mazzello) se convierte en un grupo de chicos traviesos al estilo de los westerns de Howard Hawks. Algunos de sus momentos de interacción figuran entre lo mejor del filme, en medio de peleas y reconciliaciones jocosas.
Si el Freddie Mercury de “Bohemian Rhapsody” no encuentra una personalidad que lo colme en el mundo real, solo queda, al final, el personaje del escenario. El éxito de la película está en ese subtexto hecho con el cuerpo, el baile, los gestos y los afectos que transmite Malek. Y el desenlace, aunque trágico por la proximidad de la muerte, proporciona la posibilidad de una convergencia pacífica entre mundos aparentemente imposibles: sus padres, Mary, la banda, la homosexualidad, el amor verdadero. La expresión artística, en el éxtasis del concierto en el estadio de Wembley, será el ritual que corone la postrera armonización de su vida. “Bohemian Rhapsody” es un filme de estructura convencional, pero que se las arregla para sobrepasar los clichés hacia el estudio sentido y coherente de una vida extraordinaria.
AL DETALLE:Puntuación: 3/5 estrellasTítulo original: “Bohemian Rhapsody”. Género: biografía, drama, música. País y año: Reino Unido y EE.UU., 2018. Director: Bryan Singer. Actores: Rami Malek, Lucy Boynton, Gwilym, Allen Leech.