El último miércoles, el homenaje a la trayectoria del cineasta Carlos Ferrand en el Festival de Cine de Lima fue emocionante. No solo por el reconocimiento en sí, sino porque era la primera vez que se proyectaban oficialmente en Lima varios de sus primeros cortometrajes: “Niños”, “Cargadores”, “Visión de la selva” o “Cimarrones”, este último escrito junto al recientemente fallecido poeta Enrique Verástegui.
Algunas de esas obras, lamentablemente aún desconocidas por muchos, fueron realizadas junto al colectivo Liberación sin Rodeos, que Ferrand integró al lado de Raúl Gallegos, Mari Carmen Herrera, Marcela Robles y Pedro Neira. Un cine comprometido e iconoclasta para la época. “Fue un grupo que se formó gracias a la posibilidad de filmar en la sierra y la selva del Perú, cerca de los campesinos, y con un anhelo de justicia social”, recuerda Ferrand, al tiempo que lamenta que la aventura haya durado muy poco: el colectivo se disolvió luego de que el régimen de Francisco Morales Bermúdez censurara y quemara varias de sus películas, entre ellas, por ejemplo, un cortometraje sobre el poeta Javier Heraud. Tras esa experiencia ingrata es que Ferrand abandonó el Perú y ya ha cumplido 40 años viviendo en Canadá.
“Yo tengo una buena lista de razones para haberme ido del país, pero una de las principales fue el racismo. Era un problema tan fuerte que, o te acostumbrabas, o tenías que irte. Mi posición fue la segunda”, asegura.
VIAJE PERMANENTECon todo, su alejamiento del Perú nunca significó un completo desarraigo. En el 2007 el autor estrenó el largometraje documental “Americano”, en el que traza un larguísimo viaje por el continente, desde la Patagonia hasta el Ártico, y en el que por supuesto pasa también por el Perú. Es, según su propia opinión, la película más personal de todas las que ha realizado.
Su más reciente trabajo, también presentado en el Festival de Cine de Lima, es “13, un ludodrama sobre Walter Benjamin”, cinta que mezcla una serie de recursos como el material de archivo o la animación para reflexionar sobre los últimos años de vida del filósofo y ensayista alemán. Una cinta atípica, que quizá responda a los pocos referentes cinematográficos de Ferrand.
“Después de 50 años de hacer cine, uno se cansa de ver películas. Por eso tengo el cine un poquito alejado, también debido a que es fácil contaminarse con las visiones de otros. Por eso me motiva más la literatura. Me estimulan muchísimo la poesía y los ensayos, sobre todo. Soy un empedernido lector. La literatura me da gran alegría y mucha fuerza. Me alimenta”, señala.
Cuenta, por ejemplo, que anda enganchado a los libros de Elias Canetti y a los trabajos recientes de Mario Montalbe-tti. Y se emociona al recordar la poesía del grupo Hora Zero, con la que parece emparentado por el espíritu contestatario y disconforme.
¿Cómo vive los tiempos actuales? ¿Con optimismo o desolación? Ferrand suelta un largo suspiro y responde con vacilación. “Mi vaso suele siempre estar más lleno que vacío, pero en tiempos como este es difícil mantenerlo así. Es una época muy dura: Trump en Estados Unidos, la extrema derecha que resurge en Europa, hasta la terrible racha de presidentes peruanos denunciados, encarcelados o prófugos”, señala.
Pese a ello, la creación parece seguir siendo su mejor bálsamo. Tras culminar su paso por el festival, Ferrand emprenderá un viaje de 3.000 kilómetros por diferentes provincias del Perú buscando locaciones para el que será un largometraje de ficción, “El viaje de Maywa”. “Es un proyecto que lleva gestándose 30 años. Se ambienta en el Perú previo a la llegada de los conquistadores, y se filmará con actores andinos y en quechua”, adelanta con entusiasmo evidente. Y uno parece no estar escuchando a un veterano cineasta de 72 años, sino a un joven combativo e incansable.