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Orgías, sodomías, incestos, asesinatos, violencia sexual... el marqués de Sade no conocía límites en su búsqueda del placer más sensorial. Debido a su modo de vida libertino y blasfemo, pasó mucho tiempo entre rejas, donde escribió la mayoría de sus obras. Y lo hizo con letra diminuta, pues apenas tenía papel. Sus libros son una mezcla de pornografía, manual de prácticas sexuales y tratado filosófico, pues Sade se consideraba un libertador de las ataduras morales e intelectuales.
Para el marqués, a quienes las mujeres de la época encontraban bastante atractivo, la sexualidad era la fuerza motora que lo impulsaba a analizar intelectualmente el mundo. Y a lo largo de la historia, su visión radical sirvió de punto de partida para que otros literatos y artistas ahondaran en su obra, como por ejemplo la escritora Simone de Beauvoir.
Así, en el ensayo “¿Hay que quemar a Sade?”, la filósofa francesa escribía que uno de sus mayores logros, y no siempre lo suficientemente valorado, fue “haber contribuido a la autenticidad del ser humano” a través de sus abstracciones y huidas. Como representante del existencialismo, Beauvoir ve en Sade a un ateo convencido que no conoce otra referencia que la que representa él mismo.
También los surrealistas intentaron rehabilitar la herencia del marqués: André Breton lo convirtió en uno de los emblemas del movimiento vanguardista. Y en los años 90, las obras de Sade fueron recopiladas y editadas en la reputada serie “Pléiade”, lo que en Francia supone el mayor honor al que puede aspirar un escritor. Sin embargo, buscar en París una calle o un monumento al insigne libertino es un esfuerzo en vano. Según su biógrafo, Guy Endore, nunca los tendrá.
(Fuente: DPA)