Una grata sorpresa es “Miles Ahead”. Primero, por tratarse de un buen debut tras las cámaras de Don Cheadle –actor de talento que, últimamente, es fagocitado en múltiples películas de superhéroes–. Segundo, por la misma performance de Cheadle como Miles Davis, una de las mejores de su carrera –que incluye personajes de antología como el que hace para “El demonio viste de azul” o el de “Hotel Rwanda”–.
Decimos retrato en lugar de biografía. La biografía fílmica es un género en sí mismo y cuenta en su haber títulos magníficos como “J. Edgar”, de Clint Eastwood, o con verdaderos bodrios al estilo de “Hitchcock”, de Sacha Gervasi. Muchas veces también suelen aplicarse fórmulas predecibles a vidas atormentadas de músicos legendarios. Es el caso de la mediocre “Ray” –sobre Ray Charles– de Taylor Hackford.
El problema de películas como “Ray” o de “La vida en rosa” (sobre Edith Piaf) es que, lejos de explorar la singularidad de cada artista, repiten el esquema de infancia en la pobreza-primeros éxitos-caídas en las drogas-resurgimiento triunfante. La historia de lucha por vencer los propios tormentos para abrazar la gloria es un prurito edificante que termina por arruinar las búsquedas expresivas de los filmes.
Pues bien, en ese sentido, “Miles Ahead” es una excepción. Quedan excluidas, entonces, las infancias pobres, así como la ilustración de esos momentos cumbres en los que se rompen las barreras raciales. Cheadle presenta, más bien, a un Miles ya mayor, estresado y amargado, que no soporta la vida social ni a los representantes de las disqueras. Solo le preocupa conseguir un poco de cocaína y proseguir una rutina excéntrica y solitaria en su casa, donde la creatividad es atesorada y protegida de un mundo exterior que siente falso y ajeno.
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Los procedimientos de Cheadle son sorprendentes. Una cámara inquieta y sinuosa, de un realismo travieso –más propio del ‘free cinema’ británico que del Hollywood de hoy–, asedia el rostro de un genio reconcentrado, desconfiado. Miles Davis es retratado como una leyenda viva, como un fantasma que ha vuelto del infierno, que “vale más muerto que vivo”, como dice uno de los ejecutivos de Columbia Records.
Estamos en los años setenta y Ewan McGregor, por su parte, es un periodista de la revista “Rolling Stone” que se convierte en el asistente personal de Miles. En ellos recae mucho de lo mejor del filme, con diálogos sucios y directos, pausas graves y turbias, y un aire decadente que se respira en esas correrías insólitas en busca de droga por toda la ciudad.
Cuando el pasado se presenta es con violencia, como brochazos del pintor Jackson Pollock que interrumpen esas anécdotas casi grotescas y alocadas del presente. El humor callejero, el aliento mundano de estos episodios se combinan, así, con recuerdos que nos devuelven a un Miles joven, centrado, elegante, que empieza a revolucionar el jazz no sin raptos del mismo nerviosismo o angustia interior.
Es cierto que se extraña un desarrollo mayor de los personajes secundarios, como el antiguo amor de Davis, que es tan importante en el filme en relación a la autopercepción del músico. No obstante, esta sigue siendo una exploración fascinante no solo de un pedazo de vida, sino también de una mente caótica, atormentada y en permanente ebullición de una de las más complejas figuras del siglo XX.
Don Cheadle es Miles Davis en “Miles Ahead”. (Foto: AP)
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LA FICHATítulo original: “Miles Ahead”.Género: cinta biográfica, drama.País y año: EE.UU., 2015.Director: Don Cheadle.Actores: Don Cheadle, Ewan McGregor.Calificación: 3 de 5.