Luego de “Sigo siendo” (2013), Javier Corcuera decidió emprender un proyecto largamente pospuesto. Se trata del retrato de Javier Heraud (1942-1963), joven poeta que, pese a su precoz y deslumbrante paso por la literatura –a los 18 años publicó casi toda su obra–, decide incorporarse a un grupo guerrillero. Como se sabe, es tras su primera incursión subversiva que el Ejército Peruano lo acribilla en el río Madre de Dios, a los 21 años.
► “Once Upon a Time in Hollywood”: la crítica de Sebastián Pimentel a la cinta► “El culpable”: nuestra crítica a la película de Gustav Möller
El documental se estructura desde el rostro y la voz de Ariarca Otero, sobrina nieta de Heraud. La joven Ariarca –quien al momento de filmarse la película tiene la misma edad que la del mítico poeta antes de morir en la selva– es la protagonista de una indagación tanto en el tiempo como en el espacio: es la búsqueda de la memoria de Heraud, a través de la gente que lo conoció, pero también un recorrido por los lugares que vivió.
La película de Corcuera tiene muchas virtudes. Una es la fina urdimbre de imágenes y sonidos –que incluyen la música de Pauchi Sasaki–, donde se logra un efecto de fluidez y transparencia ya ostensible en “Sigo siendo”. Todo es evocativo y casi incorpóreo: efecto que se suscita desde las voces de los entrevistados, pero que llega a tener una indudable fuerza poética por la peculiar composición visual y la serena luminosidad fotográfica.
Como en su anterior opus –este podría ser un filme hermano de “Sigo siendo”–, la corriente espiritual que está hecha de las confesiones íntimas, melancólicas, de compañeros y familiares de Heraud –allí destacan su enamorada Adela Tarnawiecki o el poeta Arturo Corcuera– se hace una sola con otra corriente: la de los ríos andinos, imágenes del agua fluvial dentro de cauces rocosos constituyen otro de los hilos conductores de la cinta.
No estamos, pues, ante un documental estándar, sino ante una película de autor, donde las constantes temáticas y estilísticas de Corcuera son notorias: la dialéctica irresuelta entre la vida y la muerte –“La espalda del mundo” (2000)–, el recuerdo persistente de víctimas olvidadas de guerras pasadas –“La guerrilla de la memoria” (2002)– o la comunión que logran el arte, el cine o la música, más allá de las distancias y el olvido –“Sigo siendo”–.
Hay que destacar la tesitura quebrada y susurrada, dulce y a la vez dramática, de los encuentros entre Ariarca y los testigos. La muchacha parece venir del futuro para encontrarse con el pasado, en la forma de los conocidos de Heraud. Así, las fotografías antiguas se entremezclan con las geografías vivas que alguna vez habitó el poeta. Cuartos o parajes de una cualidad temporal indeterminada, de textura espectral pero también diáfana.
En medio de esta aventura por el tiempo, se perfila una imagen menos solemne del poeta guerrillero, sus contornos de chico burlón, juegos y complicidades con la madre, con su novia, con los compañeros de bohemia. Aparecen fotos inéditas, un zapato remendado, signos y huellas que dan un perfil a la vez entrañable y enigmático. Esto, sumado a versos de un desconcertante poder premonitorio de la muerte, anota otro hallazgo.
No obstante todas sus virtudes, el documental deja algunas deudas. Una de ellas tiene que ver con el contexto de las revoluciones de los años sesenta, el influjo de Cuba, las circunstancias de la incursión en la selva, etc. La imagen del poeta visionario está bien convocada y golpea a la puerta de nuestro presente. Pero quizá hubiera ganado en complejidad si el filme prestaba más interés en la reflexión ética y política, en el contexto histórico y biográfico que permita analizar ese crucial vector humano donde se opta por dejar la palabra e intentar una guerra fratricida. Aun con esa insuficiencia, se trata de una película valiosa, diría imprescindible en el panorama del cine peruano de hoy.
AL DETALLEGénero: documental. Puntuación: 3 de 5.País: Perú, 2019. Director: Javier Corcuera. Testimonios: Ariarca Otero, Cecilia Heraud, Adela Tarnawiecki, Alain Elías.