No es común ver en nuestro medio la publicación de un libro que investigue en la historia de la historieta peruana, y menos con una ambición como la que muestra “Búmm!”, onomatopeya del estallido que define el humor gráfico desarrollado en el Perú entre los años de 1978 y 1992. Son los años de “Monos y monadas”, de “El idiota”, del suplemento “No” dentro de la revista “Sí”. De memorables viñetas dibujadas por hoy influyentes maestros y entonces jóvenes irresponsables como Carlín, Dare, Marisa, Alonso o Juan.
Esta empresa es el resultado de un cuidadoso trabajo de investigación, curaduría y diseño gráfico patrocinado por el proyecto Cultural Narratives of Crisis and Renewal (CRIC), gestado por Patricia Oliart y Jorge Catalá, ambos profesores de la Universidad de Newcastle, en Inglaterra. Este proyecto, que contempla la promoción de publicaciones y de eventos académicos, busca analizar la producción y las prácticas culturales en tiempos de crisis en los últimos 40 años en América Latina.
Fue el historiador de arte Alfredo Villar quien recibió el encargo de este proyecto para hacer una investigación histórica enfocada en la historieta y el humor gráfico en el Perú. “Me pidieron abarcar los últimos 40 años, pero es una tarea imposible”, me confía el autor. Villar tuvo que escoger un período muy especial, que diera coherencia a su investigación. Entonces escogió el período entre los años 1978 y 1992. Es decir, desde la crisis del gobierno militar, cuando la aparición de la revista “Monos y monadas” produce un destape de creatividad y humor, hasta el golpe cívico-militar de Alberto Fujimori, en que muchos de estos artistas dejaron de publicar. “Ese período marca la edad de oro del humor gráfico en el Perú”, enfatiza el autor.
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—Fue tal la influencia de “Monos y monadas” que mucha gente piensa hoy que el humor gráfico comenzó en el Perú en 1978...
¡Siendo la continuación de una revista que nació en 1905! En realidad, la tradición del humor gráfico en el Perú siempre ha sido muy fuerte, solo que hace falta investigar mucho en ella. Revisar lo publicado en revistas como “Variedades” o en “Mundial”, y luego en publicaciones de los años 50 y 60. Es mucho material.
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—¿Qué elementos definen el carácter de una generación tan potente como la de la revista “Monos y monadas”?
Es una generación muy especial, a la que Alberto Flores Galindo llamó la generación del 68. Eran adolescentes cuando ocurrió el golpe de Velasco, y fueron jóvenes rebeldes, críticos y decepcionados por las promesas no cumplidas por el supuesto gobierno revolucionario. Y también está la cuota de azar, claro. Que se junte Antonio Cisneros, Nicolás Yerovi, Juan Acevedo, Rafo León y el 'Loco' Freyre en un solo lugar fue una suerte. “Monos y monadas” fue poderosa por sus humoristas y por sus dibujantes. Desde entonces no se ha vuelto a dar una conjunción así.
—¿Cómo los golpeó la crisis económica que motivó el fin de la revista?
La etapa de “Monos y monadas” más importante ocurre entre 1978 y 1983. Para entonces, ya la revista estaba en crisis. Era el segundo gobierno de Belaunde, con altas tasas de inflación. Pero en verdad, para ellos la crisis fue más creativa que económica. Creo que los marcó la decepción por la democracia. Todos ellos pensaban que la democracia recuperada iba a ser más liberadora de lo que fue, sumada a la crisis económica y la guerra interna. En 1984, Lorenzo Osores fundó la primera etapa de “El idiota”, que duró hasta el año siguiente. Recién en 1987, un grupo parecido volvió a reunirse para hacer el suplemento “No” dentro de la revista “Sí”. Dos años después aparece “El idiota ilustrado”, también la página de humor del diario “Página Libre”, donde debuta Andrés Edery y el grupo Nazca Cómic. Pero entonces llegó el 'shock' de Fujimori, y la crisis fue muy grande para sostener esos proyectos. En el escenario quedó solo el humor evasivo representado por la revista “Chesu”, que llegó a vender 50 mil ejemplares por semana.
—¿Hay una tensión permanente entre el humor gráfico popular y el intelectual?
Sí. Existen esas dos vertientes. Creo que el único puente entre ambas es la obra de Alfredo Marcos. A pesar de sus cambios políticos, y del poco aprecio que sus colegas le tienen a causa de sus veleidades, la obra de Alfredo fue muy importante en los años 80. Tuvo mucha influencia, ahora perdida.
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—“Monos y monadas” siguió editándose, aunque marcada por la agonía...
Pero con baja calidad. Yerovi la editó nuevamente de 1988 a 1992, pero de una forma muy irregular. Allí nace la generación que luego pasó a “El otorongo”, pero no se sostiene si la comparas con lo hecho en la primera época de “Monos”.
—Cuando se piensa que “Monos y monadas” era un grupo exclusivamente masculino, tu investigación nos devuelve el trabajo de Marisa Godínez, que abrió un espacio para la reflexión feminista.
El paso de Marisa por “Monos” es muy veloz. Estuvo año y medio colaborando, cuando era esposa de Juan Acevedo. Cuando se separaron, ella se retira y pasa a la militancia feminista. Pero Marisa es un personaje esencial, no solo para la historieta, sino para el arte peruano en general. Solo encuentras un antecedente parecido con respecto a su visión del cuerpo femenino en el trabajo de Tilsa Tsuchiya. Marisa abordó temas como el rol de la mujer, el significado del matrimonio o la maternidad, cuestionándolos con una crudeza y acidez impresionantes. Hoy, su obra recobra una actualidad candente.
—¿Qué es lo que ha perdido hoy el humor gráfico frente a lo hecho por la generación de “Monos y monadas”?
Creo que hemos ganado mucho. Esa generación permitió que en los noventa surgieran muchos autores de novelas gráficas. Pienso en Rodrigo La Hoz, en Jesús Cossío, en Luis Rossel, etc. Eso no había en los ochenta. Juan Acevedo era el historietista solitario. Pero sí hemos perdido en humor gráfico. Se ha perdido irreverencia.
—¿Tiene que ver con la corrección política que marca nuestros tiempos?
Hay demasiada corrección política. Hay que considerar al humorista gráfico como un verdadero editorialista. Heduardo lo es, Carlín también. Lo que ellos dibujan tiene más alcance que lo que el mismo director del medio periodístico puede decir. Pero hoy existe mucha corrección política y, a la vez, resulta muy difícil para el humorista gráfico encontrar nuevos espacios en los medios.
—¿Frente al feminismo de Marisa, cómo se desarrolló la reflexión sobre la masculinidad de estos creadores?
El humor falocéntrico tiene como representantes a dibujantes anteriores, como Cayorate o Crose. En sus dibujos está la idea de la mujer como objeto y el hombre como seductor. En “Monos y monadas” se parodian esos roles. Se burlaban de sus propios roles de macho conquistador. Pienso que quien tuvo una reflexión muy ácida sobre lo que significa ser hombre en el Perú fue Julio Polar. Si alguien cuestionó la masculinidad en la historieta peruana, fue él.
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—¿Cuál es el papel de Julio Polar en esta historia?
Fue el más radical de los artistas de su generación. No solo por su posición política, la del anarquista extremo, sino por la increíble ductibilidad con la que podía pasar de un estilo gráfico a otro. Podía pasar de la línea simple a golpes de tinta. Era alguien que dibujaba y escribía sin parar. No dibujaba para publicar, sino porque era una necesidad visceral. Cuando uno ve sus historietas, nota en ellas una intensidad poco vista. A pesar de ser una persona muy culta, su humor trasciende lo intelectual.
—Y quizás por ello era un dibujante con el que era muy difícil trabajar...
Muy difícil. Además de ser iracundo e incontrolable, se peleaba con todo el mundo. Pero Julio siempre tuvo una intención pedagógica. Hasta los últimos años de su vida recibía a los autores más jóvenes. No soportaba las injusticias de ningún tipo. Siempre fue un rebelde, y por ello la generación posterior lo tiene como el autor local más admirado.
—Tu libro se cierra con entrevistas a los dibujantes protagonistas de esta historia. ¿Qué descubriste en estos encuentros?
Su diversidad. Cuando uno conversa con los historietistas actuales, encuentras una sensibilidad más o menos parecida. Con los mayores, por el contrario, adviertes personalidades, gustos, formas de pensar muy distintas. Julio Polar no tiene nada que ver con Juan Acevedo, así como él no tiene que ver nada con Alfredo Marcos o Carlín, Alonso Núñez o Dare Dovidjenko.
—¿Si contáramos con los recursos necesarios, qué historietas de esta época deberíamos rescatar?
Básicamente la obra de Julio Polar. Él es nuestro Harvey Pekar, el artista que mejor y más crudamente ha explorado la cotidianidad del peruano común, con sus angustias, morbos y deseos. Julio no idealiza, presenta al ser humano como es: real, conmovedor, aterrador. Su archivo está bien cuidado por su familia, buena parte escaneado y listo para ser editado. Es un proyecto que me gustaría asumir, al igual que las obras de Marisa y Dare. Es necesario presentar exposiciones y publicaciones con sus obras. Es una tarea pendiente.
Sobre el libro
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Libro: Búmm!Autor: Alfredo VillarEditorial: Reservoir BooksPáginas: 215Precio: 99 soles
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Más informaciónEn la galería Miró Quesada Garland de Miraflores, el 19 de enero abre la muestra de dibujos originales recogidos en el libro.