ADOLFO BAZÁN
En pleno Mundial de Brasil, Joseph Blatter -el mandamás de la FIFA- no solo ha quedado fuera de juego, sino que también ha recibido una tarjeta amarilla dirigida al plexo de su ego. Y es que recientemente se ha conocido cómo se está yendo a pique su intento de censurar un libro de caricaturas sobre su imagen y los tejes y manejes dentro del organismo rector del fútbol.
Sí, así como se lee. Censura. Al mismo estilo de un dictadorzuelo, solo que este domina una organización con más afiliados que la misma ONU.
El juicio en realidad se entabló en noviembre del año pasado para prohibir la difusión de “The Platter Cartoons” (sí, con P), un texto satírico de Olé Andersen, un ex jugador de fútbol danés que hizo su carrera en Suiza, y que luego fue entrenador de la selección de Islas Feroe y que además trabajó para la FIFA y la UEFA en años siguientes. O sea, la obra de alguien que conoce al monstruo por dentro.
Según dio a conocer a fines del 2013 en su blog Transparency in Sport (Transparencia en el Deporte) el escritor y periodista Andrew Jennings, la maquinaria de Blatter (o mejor dicho, de la FIFA pues la demanda incluía al organismo como coperjudicado) remarcó ante la justicia que los dibujos no solo carecían de valor estético y artístico, sino que principalmente iban a afectar “la buena reputación” de su cliente y que nunca se podría reparar ese daño.
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