Stanley Martin Lieber quería ser escritor. El hijo de un modesto matrimonio de inmigrantes rumanos en Nueva York soñaba con seguir el camino de sus admirados Edgar Rice Burroughs, Robert Louis Stevenson o Arthur Conan Doyle. Sin embargo, la editorial Timely Comics, que lo contrató como guionista junior en 1939, lo conduciría por otro camino. En efecto, Stanley Martin Lieber (nacido un 28 de noviembre de 192) nunca firmaría ninguna novela, pero Stan Lee, seudónimo utilizado por primera vez en dos páginas del viejo “Capitán América” publicadas en 1941, se convertiría en el padre de los héroes más poderosos que se imaginaran sobre esta tierra.
Entonces tenía 17 años. El editor Martin Goodman lo había puesto a cargo hasta que encontrara un escritor adulto, pero no tuvo que buscar más. Lee se convertiría rápidamente en editor, director artístico y guionista principal, y en 1961 refundó totalmente la editorial, que pasó a llamarse Marvel. Ese fue el comienzo de la Edad de Plata del cómic.
Stan Lee es el padre del universo de superhéroes Marvel, pero la suya es una paternidad compartida: personajes como Los Cuatro Fantásticos, Hulk o el Hombre Araña tienen en su ADN el talento de otros artistas míticos como los dibujantes Jack Kirby, fallecido en 1994; Joe Simon, muerto en el 2011, y Steve Ditko, cuyo cadáver fue hallado el 29 de junio del 2018, solo unos meses antes de la muerte de Lee, el 12 de noviembre del 2018.
Todos ellos fueron los verdaderos héroes tras la Marvel. Pero el viejo Stan sumó algo más: fue el genio de la mercadotecnia, el hombre capaz de crear un concepto editorial nuevo. Si pensamos en Los Vengadores, cada artista tenía fantásticos poderes, cada uno construyó una fantástica épica gráfica, pero Stan Lee es el único que podría reservarse el papel de Tony Stark. El héroe que, además, fue el genio de los negocios.
Un mundo sin Stan
Stan Lee murió en un hospital de Los Ángeles. “Mi padre amaba a sus fanáticos”, dijo su hija Joan Celia Lee al sitio web de celebridades TMZ.
Nadie como él supo equilibrar el poder infinito de la representación del superhéroe con la humanización inexplorada del hombre o mujer que vista sus coloridas mallas. Así, mientras Los Cuatro Fantásticos enfrentaban imponentes peligros galácticos sin que los distrajeran los problemas conyugales del Señor Fantástico y la Chica Invisible, Spiderman luchaba contra los villanos mientras su vida romántica le hacía vivir un infierno.
Ese contraste permitió al guionista y cabeza de su compañía diseñar una nueva forma de hacer superhéroes. En los 60, la Marvel ya dominaba la industria gracias a sus personajes más humanos, existenciales y cotidianos, habitando siempre una resiliente Nueva York.
En los años 80, cuando la industria del cómic empezaba a dar señales de agotamiento, Lee se trasladó de la Gran Manzana a Hollywood a fin de desarrollar proyectos para la televisión, cuyas producciones serían el germen de la explosión cinematográfica de la que hoy somos testigos. Nadie fue más entusiasta que el nonagenario escritor como productor ejecutivo de estos proyectos, soltando esa palabra que hizo tan suya, “¡excelsior!”, y participando siempre en los divertidos cameos en las adaptaciones cinematográficas de sus historias. Apariciones que, conmovidos por su ausencia, seguiremos esperando siempre.
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