A lo largo de 15 años, el poeta, profesor universitario y crítico Manuel Pantigoso dio una serie de conferencias en radio Filarmonía, en las que se ocupaba de reseñar a autores, explicar tendencias, celebrar efemérides y comentar los diversos caminos que ha seguido la literatura peruana a lo largo de sus más de 500 años de historia. Sin darse cuenta estaba construyendo una obra vasta que, a insistencia de sus oyentes, ha decidido compendiar ahora en tres tomos bajo el título de “En el nombre del Perú”: “La sistematización resultó complicada —cuenta el autor a través del correo electrónico— pues los textos habían sido redactados sin un orden establecido, solo en función de momentos determinados como aniversarios, acontecimientos históricos, importancia del autor, etcétera. Decido, entonces, colocar los textos de acuerdo con el imaginario histórico de nuestra literatura, con un primer capítulo introductorio que tomase en cuenta el valor de la literatura peruana dentro de Latinoamérica, para luego ingresar en los períodos Inca, Colonial, Emancipación, República, y sus tendencias como romanticismo, costumbrismo, modernismo, etcétera”.
De esta manera, Manuel Pantigoso ha elaborado un derrotero amplio de más de 2.500 páginas que, como él dice, son una especie de testamento de vida sobre su amor por el Perú y su literatura. A continuación, un diálogo con el autor sobre los alcances de esta obra a todas luces monumental.
Literatura e historia
Se animaría a caracterizar la literatura hecha en el Perú, ¿existe un rasgo que une a los múltiples autores reseñados en estos tres volúmenes?
El libro es una especie de testamento literario en el que expreso una serie de reflexiones teóricas, bases fundamentales de mi pensamiento y de mi emoción, con sustentos filosóficos e históricos sobre identidad, mestizaje, oralidad, nación, cultura, creación, sociedad… Con todo ello, deseo captar el alma de la peruanidad presente en la obra literaria a través de un diálogo personal. De aquí se puede verificar que nuestra literatura se corresponde con la insurgencia estética y humana presente en el descubrimiento de lo regional, nacional y universal; en la unidad contradictoria del país; en la identificación hombre-naturaleza; en la búsqueda de lo real contestatario; en los espacios simbólicos y trascendentes del mito; en la realidad de la ficción; en el desarrollo de lo popular, de lo suburbano, de la llamada contracultura.
El primer tomo se inicia con un ensayo dedicado a Jorge Basadre, ¿por qué decide empezar con un historiador y no con un escritor?
La Historia y la Literatura, de una u otra manera, han estado siempre unidas (Ricardo Palma es un buen ejemplo). Desde el inicio y durante el desarrollo de esta relación, se llegó al tiempo de la novela histórica o ficcionalidad histórica (Bravo, Trazegnies y Tord, por ejemplo). Respecto a la presencia de Jorge Basadre al inicio de los tres tomos, hay que precisar que Basadre no fue solo historiador; también fue filósofo de la historia y escritor. Como precursor de los estudios literarios en el Perú, escribió, a los veinticinco años, “Equivocaciones” (1928) sobre algunos de los principales escritores anteriores y posteriores a la vanguardia peruana (Eguren y Valdelomar, por ejemplo). También, en su historia del Perú republicano y en “Peruanos del siglo XX” hay semblanzas sobre César Vallejo, Martín Adán, Chocano, López Albújar, Mariátegui, Riva- Agüero, Alfonso de Silva…. Recordemos que Basadre vivió sus primeros años en una Tacna cautiva. El Perú para él era “invisible”. Con su búsqueda, con su esfuerzo, con su lucha, el país recuperó su visibilidad. Eso es lo que todos debemos hacer.
Lo autóctono y occidental
¿Cómo se manifiesta la tensión entre lo autóctono y lo occidental en la literatura peruana? ¿Se mantiene ese conflicto hasta la actualidad?
Esa tensión se ha mantenido en todos los campos de la vida peruana. En el caso de la literatura, desde su complejidad y su múltiple y diverso desarrollo, el enfrentamiento de lo autóctono y lo occidental aparece —camuflado o desenfadado— no solo en la piel sino en el alma y en su comportamiento. Ahí están los prejuicios raciales y sociales, desde los dibujos de Guamán Poma, pasando por Ciro Alegría, López Albújar, Arguedas, González Prada, Matto de Turner, Vallejo, Mariátegui, los hermanos Bolaños, Nieto, Florián, Miranda, Zavaleta, Gutiérrez, Gregorio Martínez… La disidencia y la resistencia tocan fondo en esa transculturización de lo occidental que embiste a la sociedad peruana impidiéndole lograr su unidad dentro de la diversidad.
En ese propósito, ¿qué autores considera imprescindibles?
Creo que “imprescindibles” resulta una palabra extrema y demasiado subjetiva que habría que precisar mediante lo diacrónico y sincrónico; es decir debemos tomar en cuenta diversos elementos en un tiempo determinado, complementados por otros que actúan en distintas direcciones. La dinámica del hecho creador literario así lo exige. Hay que pensar en los valles y en las alturas de un mismo escritor. Cada buen lector sabrá apreciarlos de acuerdo a lo que es la escritura: un cuerpo vivo que se mueve en el tiempo. Desde esta perspectiva, podemos aceptar en principio el canon establecido y decir que Garcilaso, Guamán Poma, Palma, Vallejo, Mariátegui, Alegría, Arguedas y Vargas Llosa ocuparían ese alto lugar; pero habría que reconocer también, inmediatamente, a González Prada, Valdelomar y Eguren; y también a Chocano, Hidalgo, Rodríguez, Oquendo, Churata, Florián, Juan Ríos, Allison, Izquierdo Ríos, Adán, Moro, Varela, y tantos otros como Diez Canseco, Núñez, Tamayo, Tauro, Zavaleta, Ruiz Rosas, Watanabe, Cisneros, Cueto… Todos ellos tienen momentos brillantes, en donde el Perú va componiendo ese rostro múltiple, que se va diseñando permanentemente merced a la calidad literaria, la visión social y cultural y a la trascendencia que tiene cada obra.
La generación del 50
Aunque siempre es problemático hablar de generaciones, ¿considera que las del 50 y 60 son las más importantes y representativas de las letras nacionales?
La generación del 50 es altamente representativa de las letras peruanas, aunque su antecedente, la “generación de la crisis” (o del 30-36) es muy importante por representar el oscurantismo político, social y cultural que le quitó la respiración a la vida intelectual del Perú, pero, al mismo tiempo le permitió desarrollar nuevas tendencias literarias. Con esta espléndida base, la generación del 50, con Vargas Llosa como adelantado, Zavaleta, Thorne, Reynoso, Yauri en narrativa; y Sologuren, Eielson, Salazar, Romualdo, Varela, Bendezú, Delgado, Rose, Belli, Guevara en poesía, representó muy bien ese final de los llamados “fundadores de la tradición literaria contemporánea” que coincidió con el término de la Segunda Guerra Mundial y con la visión purista y simbólica, por un lado, y la visión social y comprometida, por el otro. La generación del 60 fue, indudablemente, la prolongación del 50…
Ahí se destacó, en gran medida la poesía…
Hubo una apertura mayor en cuanto a influencias y realizaciones originales en la poesía: Javier Heraud (con esa poesía como río de la vida, de marcado lirismo social); Luis Hernández (poesía franca, espontánea, irónica, con sobresalto crítico); Rodolfo Hinostroza (angustia y conmoción cosmopolita integrando diferentes voces: conversación, cultura popular, conciencia de la estructura del poema); Winston Orrillo (verso ágil, pulcro, rítmico, culto y popular que alcanza la mordacidad y la ironía referidas a la justicia, al deslinde político y al reclamo social enmascarado por el amor); Antonio Cisneros (conciencia de la estructura del texto ensamblado con lo coloquial, con referencias culturales y mirada irónica, con citas, anécdotas y crítica social); Marco Martos (lírico y coloquial, con ironía corrosiva y crítica a la rutina sexual, familiar y verbal; lirismo grave e intenso en diálogo con el presente y el futuro).
José Lora y Lora y Esther Allison
¿Algún escritor o escritora que debemos rescatar y que está injustamente olvidado?
Merecen ser recordados y estudiados algunos poetas como el chiclayano arielista José Eufemio Lora y Lora (“Jelil”), precoz autor de un solo poemario (“Anunciación”), quien fue secretario de Rubén Darío. Hay que investigar su vida para enlazarla con su corta obra (incluida la periodística), que privilegia la contemplación objetiva de los paisajes interiores, “anunciando” antes que Pound un nuevo humanismo en la poesía desde los linderos del parnasianismo y sus vínculos con el simbolismo. Al lado de Lora y Lora, consideramos que hay una poeta sobresaliente: Esther Allison, quien no tiene los estudios que se merece a fin de profundizar esa tendencia a la síntesis capaz de lograr la “palabra esencial en el tiempo”, como decía Machado; palabra profundamente emocional, rigurosa en sus resonancias insólitas pocas veces vista en la literatura peruana contemporánea.
Una opinión sobre la literatura última.
Vargas Llosa mostró que la ficción es un acto de rebeldía contra la realidad. Zavaleta enseñó que la modernización de la narrativa tendría que provenir desde una mirada original. Carlos Thorne le agregó un enfoque casuístico y tragicómico y Oswaldo Reynoso le dio realce a la palabra en tanto testimonio de vida y creación. Respecto a la poesía, los vates del 50 y del 60 han sido también modélicos para orientar, de alguna manera, las generaciones futuras: Blanca Varela dejó sentado que la palabra es un ejercicio material y espiritual del ser del poeta; Francisco Bendezú abogó por la estrecha relación entre el canto heroico y el amor; Leoncio Bueno mostró que la palabra entraña la vida misma; Efraín Miranda impulsó una palabra plena de disidencia y resistencia de lo ancestral frente a lo urbano y occidental; Quiroz Malca y Marco Antonio Corcuera dijeron que el surco y el rocío se presentan por amor a la humanidad; y José Ruiz Rosas demostró que el brillo esencial de la poesía está dentro de la oscuridad perfecta. La literatura actual del Perú ha venido siguiendo estos cauces con mayor audacia en la experimentación formal sin desmedro de la recuperación de la unidad que siempre existió entre las palabras y las cosas. En general, creo que lo que caracteriza a la poesía y narrativa última es la libertad de las formas expresivas, cierto estado místico naciente y persistencia y vuelta a las tendencias anteriores. La apertura de lo heterogéneo en lo estilístico ha de mostrar a este Perú diverso y contradictorio sin necesidad de manipular la realidad. Ahí tenemos, por ejemplo, a la pandemia actual, y sobre ella se está escribiendo. Hay ahora una mayor conciencia de que la expresividad de la palabra es concomitante de su natural capacidad reveladora. Ella ilumina la realidad con mayor hondura.
Más información
“En el nombre del Perú” (tres tomos) ha sido publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Ricardo Palma. El tomo I (822 págs.) está dedicado a la literatura peruana, espacios, tendencias y al anuncio de la vanguardia; el tomo II (832 págs.) está enfocado en la vanguardia plena y la posvanguardia; y el tomo III (920 págs.) está dedicado a la poesía y la narrativa contemporánea.