Terminaba 1895, año crucial en nuestra historia republicana. El 17 de marzo, Nicolás de Piérola, a la cabeza de sus gallardos montoneros, había ingresado a Lima donde se libró un durísimo combate de dos días dejando como saldo más de 1.500 muertos de ambos bandos en las calles y plazas de la capital. Finalmente se logró una tregua y la renuncia a la presidencia de la república del general Andrés A. Cáceres, quien marchó al exilio. Una Junta de Gobierno, presidida por Manuel Candamo, convocó a elecciones generales en las que triunfó abrumadoramente Piérola, quien recibió la banda presidencial el domingo 8 de setiembre. En tan señalada fecha, editorializaba El Comercio: “Desde hoy las miradas de todo el país estarán fijas en el Congreso y en el Gobierno, pues en ellos se cifra la última esperanza que anima al Perú de poder vivir y levantarse. Jamás Gobierno ni Congreso alguno han tenido, ante los pueblos por ellos representados, responsabilidad más grande ni misión más elevada que cumplir”. El régimen de 1895 a 1899 fue impecable y honesto. El Perú, en efecto, se levantó.
Dentro de ese espíritu de esfuerzo y justificadas esperanzas que animaba a nuestros compatriotas, tuvo lugar la inauguración del monumento a la gloria de Miguel Grau levantado en Matucana con dinero obtenido en colectas públicas. Era el segundo erigido en el país en recuerdo del héroe de Angamos y el autor de ambos fue el escultor español Lorenzo Rosselló (1867 – 1901), nacido en Mallorca, pero afincado en Lima desde 1870 cuando su familia, encabezada por su padre Pedro Rosselló Roig, abrió una tienda importadora de mármoles italianos y fabricación de esculturas funerarias y lápidas, ubicada en el Portal de Escribanos. Lorenzo fue un talentoso escultor que se formó en Francia e Italia, nunca volvió al Perú y falleció en su isla natal agobiado por la tuberculosis.
El domingo 15 de diciembre de 1895 partía de la estación de Desamparados un convoy compuesto de tres vagones de primera clase y otros más, mixtos, donde iban con destino a Matucana el ministro de Gobierno, Benjamín Boza, el presidente del Senado, Dr. Manuel Pablo Olaechea, el prefecto de Lima, Lorenzo Arrieta, en representación del senador y ex presidente del Consejo de Ministros Antonio Bentín. Este último era propietario de minas en Casapalca, provincia de Huarochirí, a la que pertenecía Matucana y contribuyó generosamente al homenaje. En los diversos vagones viajaba gran número de personas de ambos sexos. El tren arribó a Matucana a las doce del día donde las autoridades fueron recibidas por el subprefecto Narciso Espinoza.
Inmediatamente la comitiva se trasladó a la plaza en la que estaba el monumento cubierto por una amplia tela. Se inició la ceremonia con palabras del subprefecto Espinoza, quien dijo: “Este monumento erigido a la inmortal memoria del héroe del Huáscar es lección permanente de ejemplar civismo, para que la presente y venideras generaciones, recuerden y bendigan los hechos culminantes de la patria”. El ministro Boza, quien fue el siguiente orador, remarcó: “Grau se sacrificó por la patria que siempre supo defender sosteniendo la fraternidad americana. Antes se extinguirá el mar Pacífico que la gloria deje de proclamar el heroísmo de Grau”.
Los padrinos, el subprefecto y su esposa, que representaba a la cónyuge del jefe del Estado, descubrieron el monumento que fue bendecido por monseñor Zárate. El Comercio lo describió así: “Dentro de un enrejado se levanta un pedestal que está formado por una triple gradería de mármol cuadrangular y cuya base mide aproximadamente tres metros de lado, sobre la que descansa el cuerpo del monumento, que es piramidal, ornamentado con sencillez”. En la parte delantera estaban las armas del Perú y las inscripciones con letras doradas y negras que decían: Iquique, Antofagasta, Angamos. La provincia de Huarochirí a sus hijos que sucumbieron por la patria. El patriotismo levanta a las naciones. Centro, San Juan y Miraflores. Pisagua, San Francisco, Tarapacá, Alto de la Alianza, Arica. Norte, San Pablo.
Se distribuyó profusamente medallas alusivas de plata y cobre. La comitiva, entre grandes aplausos, se retiró a la Municipalidad donde tuvo lugar un almuerzo y numerosos brindis con champaña acompañados de entonadas y patrióticas arengas. Luego, pese a la lluvia, se procedió a un desfile escolar. Las calles estaban adornadas con arcos triunfales y la animación popular crecía por momentos. Varias cuadrillas de payas recorrían el pueblo “bailando sus danzas locales al compás del arpa y violín”. Para la noche estaban programados fuegos artificiales y una corrida de toros para el día siguiente. La comitiva oficial partió de regreso a las 3:45 p.m. llegando a Desamparados a las 8:47 p.m.
En la década de los años ochenta del pasado siglo los delincuentes terroristas y asesinos de Sendero Luminoso lanzaron cartuchos de dinamita contra el monumento, pero, felizmente, solo causaron daños menores.
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