Pocas veces hemos vivido un escenario tan dividido como la actual elección presidencial. El historiador José de la Puente Brunke, Decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la PUCP, imagina solo dos momentos comparables en nuestra vida republicana: la profunda rivalidad entre caceristas y pierolistas a fines del siglo XIX y el fenómeno del antiaprismo a principios de la década del treinta. La primera tuvo su corolario en la guerra civil de 1895, la segunda supuso años de persecución política, violencia y golpes de Estado para evitar la llegada de Haya de la Torre al poder. Tiempos sin concordia ni diálogo, en los que los peruanos nos olvidamos que el país nos cobija a todos. Sin embargo, tanto entonces como hoy, el Perú siguió existiendo. Y estará allí cuando despertemos este lunes.
Semanas consumiendo campañas de miedo, fake news, sintiendo la presión para decidirnos por un candidato. ¿Cuán difícil será que la mitad de los peruanos se reconcilie con la otra mitad tras estas elecciones, después de haber dicho cosas para arrepentirse?
Para el psicólogo Jorge Yamamoto, investigador de las mentalidades tanto en pequeñas comunidades tradicionales como en grandes ciudades, al día siguiente de las elecciones se mantendrán en el ambiente dos fuerzas contrapuestas: por un lado, el esfuerzo por conciliar los resultados, a causa de miedos que no se disolverán antes del 28 de julio. Por otro, aquellos que se asuman perdedores, podrían pasar a una oposición activa, autopercibida como una forma de patriotismo. “La forma cómo se desenvuelvan los ganadores y perdedores, incluso los pequeños detalles que exhiban, la forma en que empiecen a concretar sus cuadros y cómo sus promesas empiecen a convertirse en realidades será fundamental para que la balanza se incline por el primero o por el segundo escenario”, señala.
Tendiendo al optimismo, el escritor y publicista Gustavo Rodríguez piensa que los vínculos entre amigos y familiares volverán a tejerse pasado cierto tiempo. “Pronto se olvidará lo negativo y empiezan a renovarse los afectos”, dice recordando otras elecciones. Sin embargo, Rodríguez reconoce que la virulencia en estas elecciones se ha notado mucho más tanto por la fuerza diseminadora de las redes sociales, como por el miedo que ya había sembrado la pandemia. “Es la tormenta perfecta”, dice.
Por su parte, el sociólogo Sandro Venturo advierte que habrá algo que no cambiará tras esta segunda vuelta: el rechazo y la desconfianza de la gente hacia los políticos. “Todos los estudios lo demuestran: el Perú es uno de los países más desconfiados de la región. Esto tiene que ver con la precariedad institucional y con la ausencia del bien común. Cada quien se repliega y se defiende de los demás. Eso no va a cambiar al día siguiente de la elección”, afirma.
¿Qué hacemos entonces para retomar el vínculo y la esperanza por el futuro? Tesania Velázquez, docente del Departamento de Psicología PUCP, ve complicada una recuperación pronta, pues la fuerte polarización se agudiza con el dramático contexto de pandemia. Y son estos factores los que, señala, destruyen la confianza. “Lo primero que se debe hacer es aceptar la incertidumbre. No podemos creer que llegaremos con certezas al 7 de junio”, señala. A partir de esta aceptación, la especialista en psicología comunitaria propone apostar por una acción colectiva. “La esperanza tiene que ver con la acción, con la posibilidad de asumir una responsabilidad de recuperar el sentido de la vida”, explica.
Según José de la Puente, la recuperación siempre será posible, pero dependerá del talante de los dirigentes políticos, según cuál sea el resultado de las elecciones. Para el historiador, el cambio debe basarse en el convencimiento de que nuestro país, como escribió Jorge Basadre, ha demostrado fortaleza y capacidad de recuperación en situaciones mucho más dramáticas que esta. “En ‘El azar en la historia y sus límites”, libro que publicó con ocasión de los 150 años de la Independencia, Basadre dice la grandeza del Perú radica en ser un país milenario, cuna de civilizaciones, y de allí viene su tendencia histórica a la unidad. Sin embargo, la promesa de la vida peruana se enfrenta a dos problemas que no hemos superado y que él denominó “el estado empírico” y “el abismo social”. Es decir, un estado manejado por gente sin planificación y nuestra desigualdad social”, explica.
Lo peor de nosotros
Por un lado, el discurso oficial nos habla del orgullo de un país nutrido por todas las sangres, pero que en coyunturas electorales exhibe los vergonzosos fantasmas del racismo y del clasismo. ¿Las elecciones sacan lo peor de nosotros o nos revela tal cual somos? Todas esas pasiones, miedos, juicios e insultos irretractables, como explica Jorge Yamamoto, son parte del “modo de supervivencia” que los peruanos llevamos activado desde que empezó la pandemia. “Cuando eso ocurre, dejamos de pensar calmada y analíticamente y solo reaccionamos, una conducta ligada a nuestra evolución hace 100 mil años. Nos pone beligerantes, saca percepciones superficiales y rápidas y generan emociones intensas”, explica.
“En suma, las elecciones no sacan ni lo mejor ni lo peor, sino una serie de afectos reactivos que no son buenos ni para la patria, ni para las familias, ni para las personas”, dice Yamamoto. Emociones que, como afirma Tesania Velázquez, también ventilan lo que antes no nos atrevíamos a mostrar. “Ante una situación de crisis política, lo que estaba latente se hace público y se convierte en agresión directa”, dice.
Como explica Gustavo Rodríguez, hablamos de heridas muy profundas, inflamadas aún más por el impacto de fenómenos internacionales, que fan desde las “fake news” hasta las elecciones polarizadas extendidas en toda la región. “Para evitar estas polarizaciones en el futuro tenemos que pensar en el largo plazo. Trabajar un nuevo pacto social que cierre la brecha entre los peruanos, con escuelas que eduquen a nuestros niños para el debate. Es una tarea titánica”, señala. José de la Puente coincide con el escritor: “El diálogo, la búsqueda de consensos, es parte de esos valores cívicos en los que debemos formarnos. La democracia implica diálogo, no condena al otro. Si solo buscamos la aniquilación del otro, estamos perdidos”.
A lo dicho, Jorge Yamamoto añade que no solo se trata de aprender a dialogar, sino de entender al otro. “Hay grandes ganas de hacer patria, pero no se entiende de qué patria estamos hablando. Se parte del propio contexto social y económico, de la propia realidad, y se generaliza como si todo el mundo pensara de la misma manera. Así no llegamos a ningún lado”, explica.
“El problema es que en nuestro país la discrepancia se ha convertido en desigualdad”, complementa Velázquez. “Creemos que una manera de pensar vale más que otra. Lo que necesitamos es repensar la educación en nuestro país como una ruta para evitar la polarización, para que esta fragmentación no sea una constante en nuestra historia”, afirma.
Para no repetir
Los especialistas coinciden en que, si no cambiamos el rumbo, estas polarizaciones ocurrirán a menudo y con más fuerza. Como advierte Yamamoto, el tema principal en la agenda de los próximos cinco años debería ser la reforma del sistema democrático antes de que se transforme de manera destructiva.
Para Tesania Velázquez, ya esta crisis nos está pasando la factura. “La situación que vivimos estas últimas semanas afecta nuestra salud mental. La gente está frustrada y asustada, muchos han perdido la esperanza. Nadie puede vivir en una permanente situación de alerta y miedo, pues el desgaste emocional es muy alto”, explica. “Cuando hablamos de esperanza, se trata de cambiar la actitud, la manera de entender las cosas. Debemos dejar nuestra manera pasiva y apostar por la responsabilidad de cara al futuro. Más allá de los resultados de estas elecciones, lo que nos toca es pensar qué haremos para volver a cuidarnos”, afirma.
Mejor desnudos que disfrazados
El destino quiso que el Bicentenario que esperábamos recibir como una celebración, se resolviera finalmente como un drama. Y aunque suene cruel, para los especialistas quizás algo bueno podamos encontrar en eso. En efecto, para Rodríguez, conmemorar 200 años de vida republicana en nuestra actual precariedad es preferible a celebrarlo en medio de una prosperidad falaz. “Festejar con boato mientras en la trastienda se esconde el racismo, la desigualdad y nuestra falta de unión es terrible. Prefiero que nos mostremos desnudos que disfrazados”, sentencia.
Una imagen nudista que el resto de entrevistados suscriben. “Sorprendernos desnudos es una forma de obligar a mirarnos. Hemos estado viviendo en algo que no era real. Es la única manera que ciudadanos y ciudadanas comiencen a involucrarse”, añade Tesania Velázquez.
“Llegar al Bicentenario en estas condiciones ojalá nos haga conscientes de nuestras limitaciones”, piensa el sociólogo Venturo, mientras que para el historiador De la Puente, esta conmemoración puede servir de revulsivo, como una llamada de atención para cambiar de actitud, gane quien gane. “Hay una agenda de cosas urgentes que debemos hacer como país y que tenemos que acometer ya con el consenso de todos. Muchos hemos estado cegados por el innegable crecimiento económico y la reducción de la pobreza, pero hay otras cuestiones en paralelo que se tienen que abordarse”, explica.
Yamamoto coincide en que la recuperación del optimismo forma parte de la aceptación de la realidad. “Estábamos encaminados a un bicentenario de Disneylandia, basado en ilusiones. La crisis nos hizo despertar de forma abrupta, para mostrarnos sobre qué debemos trabajar”, afirma.
Imaginando el lunes
¿Cómo nos gustaría despertar el lunes, sabiendo ya quién será el responsable de gestionar un nuevo Poder Ejecutivo? Las respuestas de los entrevistados buscan mantener el optimismo sobre el país que nos espera por la mañana. Así, mientras Tesania Velázquez apuesta por ciudadanos que mantengan la esperanza en la reconstrucción, a José de la Puente le gustaría imaginar a ambos contendores aceptando con hidalguía los resultados para superar el ambiente tóxico que nos envuelve.
Asimismo, a Gustavo Rodríguez le encantaría imaginar un lunes con ansiedad en descenso, mientras que Jorge Yamamoto espera ciudadanos que acepten con amabilidad lo que les toca, aunque ninguno de los escenarios previsibles nos entusiasme, para a partir de allí dar pasos concretos y constructivos.
Finalmente, Sandro Venturo se permite proponer lo que él considera una fantasía: “Que quien gane reconozca que obtuvo menos del 10 % de los votos en la primera vuelta y que tras la segunda recibe un país partido en dos. Y que al asumir comparta un mensaje de unidad, con propuestas concretas de cambio. Mi fantasía ideal sería que el candidato o candidata que gane tenga esa epifanía”, añade.
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