Aunque su editorial la ha puesto a viajar por el mundo como artista famosa, la escritora española Alicia Giménez confiesa no tener nada de estrella de rock, y mucho menos ser una elegida a quien le dictan párrafos desde el más allá.
“No soy una estrella de rock, pero estoy contenta, cuando escribo siento una excitación intelectual. Me baso en mis experiencias y en lo que he leído porque el más allá nunca toca mi puerta”, dice en entrevista con Efe la ganadora del premio Planeta 2015 con “Hombres desnudos”, una novela sobre la vida de hoy en España.
En 474 páginas la obra detalla los conflictos de dos amigos, un profesor de literatura en paro y un vividor, y de manera paralela cuenta la historia de dos mujeres con dinero, diferentes, pero con vivencias parecidas, relacionadas con apariencias y egos.
“No hay un sentido moral en este libro, incluso el personaje Javier, el de más valores, es tan vulnerable como cualquier otro; pensaba ser un feminista pero cuando se ve desempleado, su manera progresista de pensar se le cae al suelo. Su amigo cómplice Iván es amoral, pero cree en la amistad por encima de todo”, cuenta.
De manera imperceptible y con un toque de humor que redondea su escritura, Alicia Giménez da claves para anunciar a los lectores los pasos siguientes de sus personajes, algunos de ellos frívolos y egoístas, como Genovena, y otros castigados por la carga del pasado, como Irene, una empresaria triste.
“En España me han dicho que Javier es el prototipo del nuevo hombre joven español, dulce, feminista, tranquilo, pero sin ambición”, explica.
Giménez es una conocida autora del género negro, identificada con la inspectora Petra Delicado que se ha repetido tanto en sus obras que los lectores le preguntan por ella como si fuera de su familia.
“Cuando termine la gira del premio empezaré otra novela de Petra; es un personaje conocido que tengo estructurado sicológicamente, sé cómo reacciona, cómo se mueve y es más optimista”, señala.
Aunque hace dos años vive en una casa de campo 200 kilómetros al sur de Barcelona, Alicia Giménez residió en la ciudad catalana desde 1975, justo cuando acababan de irse de allí los autores del “boom”.
“Hice una tesis sobre 'Los Jefes', de Mario Vargas Llosa; un día le escribí para una consulta y me invitó a su casa. A García Márquez me lo presentaron en una fiesta, sin embargo, la anécdota más simpática la viví con Carlos Fuentes”, revela.
Hace unos 25 años, la agente literaria Carmen Balcells invitó a Alicia a una cena con el mexicano, a quien se le retrasó el avión. Como no llegaba, cenaron, pero en el momento del postre anunciaron que Fuentes estaba a punto de arribar, entonces Carmen ordenó volver a poner los manteles y comieron por segunda vez.
“Carlos, todo un caballero con clase, se asombró de nuestro poco apetito aquella noche”, cuenta en un tono burlón.
Alicia va vestida con un traje negro combinado con una blusa color crema con dibujos pequeños. Su collar de perlas hace juego con su pelo claro bien cuidado, toma un café con un pelín de leche, y completa sus ideas con gestos de sus manos con uñas sin pintar.
“Para mí escribir es una manera de vivir, escribo todos los días de diez de la mañana a cuatro de la tarde, no hago pausa para comer, pero a mitad del día me hago un café. Hago una cena como a las seis y después del atardecer me pongo a leer”, confiesa.
A sus 65 años es una mujer llena de vitalidad que parece moverse en jornadas de 40 horas porque además de trabajar, atender a su familia, a dos perros y dos gatos, camina por la montaña dos horas al día y tres veces en semana nada un kilómetro en estilo braza.
Por el éxito de la novela, desde hace meses su nombre sale a menudo en los diarios, pero la autora desconfía de la fama. Agradece el premio Planeta, pero sostiene que no la cambió porque hace tiempo tiene clara la clave de su felicidad.
“Yo no quería ser la mejor ni entrar en la Academia de la Lengua; mi meta era vivir de mis libros y hace años lo conseguí”, dice convencida de su condición de escritora del más acá, racionalista, sin supersticiones, pero obsesiva con sus dos verbos más queridos: Leer y escribir.
(Fuente: EFE)