Los personajes de “Que te coma el tigre” son muchachos de colegio, jugadores de fútbol amateur, pandilleros, piropeadores de caduca usanza. Todos los cuentos que componen este libro exudan la masculinidad criolla y limeña de los años 50 y 60, donde nació y creció su autor, Augusto Higa Oshiro (1946), uno de nuestros narradores más notables y quizá menos conocidos.
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Por eso la reedición del primer libro de su carrera, a cargo de la editorial Planeta, nos permite conocer sus pulsiones primigenias y una estética obsesionada con la palabra justa y el sentido musical de la narración. Un sentido de la impecabilidad literaria que se complementa con la desprolijidad propia del frenesí callejero.
Tratándose de un libro barrial, cuénteme de su propio barrio, de ese mundo entre el Centro de Lima y La Victoria.
Como cualquier chico de esa edad, salía a la calle, era esquinero, jugaba al fútbol en la pista y en el colegio. Yo estudié la secundaria en el Melitón Carvajal y la primaria en un colegio que quedaba por la Universidad Villarreal. Era una vida más o menos como lo que aparece en algunos de los cuentos de este libro.
Hay un cuento, “El edificio”, que a mí me parece muy interesante porque se posa más en el escenario familiar. ¿Cómo era su vida dentro de casa?
En casa era un chico normal, pero mi hogar sí era un poco especial porque mis padres eran japoneses y hablaban en japonés. Éramos seis hijos, yo el cuarto. Más allá de eso, todo era una situación normal: estudiar, trabajar, ayudar en la tienda de mis padres; una bodega que quedaba en la esquina de Huancavelica con Angaraes, por detrás de la iglesia de las Nazarenas.
¿Y cómo se introduce la literatura en su vida?
Lo primero fue la lectura de libros de aventura. En esa época había una colección de libros de aventura. Eran unas ediciones muy malas pero muy baratas, que publicaban libros como “Los tres mosqueteros”, “El conde de Montecristo”, aventuras de capa y espada, de los siglos XVI, XVII. Luego pasé a leer literatura fantástica, como la de Julio Verne. Hasta que a los 12 o 13 años ya empecé a ir a librerías y me compraba libros románticos. Mi evolución en cuanto a lecturas fue completamente natural.
¿Y la escritura?
En esa misma época descubrí que escribiendo descargaba mis problemas. En ese entonces, escribir era para mí una especie de enumeración de mis problemas. Supongo que eran cosas cotidianas: sueños, enamoramientos, desequilibrios emocionales que compensaba escribiendo. Eran cuadernos de quejas. Anotaciones para equilibrarme psicológicamente. La escritura siempre tuvo un valor psiquiátrico para mí. Hasta que empecé a hacer ficción, ya hacia los 16 o 17 años, con cuentos al principio muy imaginarios. Ya después ingresé al realismo. E ingresé a la universidad San Marcos. Allí recibí una formación formidable, con grandes catedráticos: Augusto Salazar Bondy, Luis Felipe Alarco en Metafísica, Zubizarreta en Lenguaje, Pulgar Vidal en Geografía, Matos Mar en Antropología, Aníbal Ísmodes en Sociología. Grandes profesores.
¿Cómo se da la publicación del primer libro?
“Que te coma el tigre” fue escrito entre el año 69 y el 74. Y se publicó en la editorial Retablo de Papel Ediciones, que era una editorial que inventamos y financiamos. Yo pagué la primera edición, y se publicó en 1976. Es un primer libro, de juventud, de iniciación, que tiene todas las influencias de los autores que por aquella época yo leía: Cortázar, Vargas Llosa, Ribeyro. Pero eran cuentos que me demoraron bastante tiempo. Un relato como “El equipito de Mogollón” me tomó como un mes, escribiendo todos los días.
Más allá de esas influencias temáticas, quisiera preguntarle por el estilo tan particular. ¿De dónde proviene esa inclinación por esa escritura tan cuidadosa, puntillosa?
Eso deviene de mi formación de literato, el tratar de estampar bien un cuento, una novela. Es una deformación de personal, el tener obsesión por la palabra. En esa época queríamos expresar a las clases populares desde el punto de vista de sus problemas, de sus intereses y significados. Y para eso inventábamos un lenguaje de tipo popular. Eso se puede ver también en Gregorio Martínez con “Canto de sirena”, en Antonio Gálvez Ronceros con “Monólogos desde las tinieblas”. Un lenguaje cuidadoso, de las clases populares y marginales, y un lenguaje que pudiera ser disruptivo respecto a la sociedad que tratábamos de reflejar, en oposición.
¿Ha revisado el libro? ¿Cómo se lee a sí mismo después de más de 40 años?
En general yo no me releo. No me gusta porque me doy cuenta de que hay cosas que pudieron hacerse mejor, hay fallas en las palabras, en el ritmo. En fin. Pero de este he revisado algunas partes, y lo poco que he leído me ha gustado. El cuento que más me gusta es justamente “Que te coma el tigre”, sobre una chica que se vende y unos muchachos que logran juntar dinero para conseguirla. Me parece que está inspirado en una película italiana o algo así, donde ocurre esa situación: una muchacha que se vende por dinero. Solo que yo adapté la historia al lugar donde vivía, el barrio antiguo de Monserrate.
Leí en otra entrevista que actualmente casi ya no escribe.
Sí, escribo poco. Me cansa mucho. Pero he logrado terminar un grupo de cuatro cuentos que estoy corrigiendo y voy a tratar de publicar cuando se regularice todo. Son cuentos del otoño, de una etapa ya final, que he finiquitado. Y ahí estoy, a ver si me va bien.
¿Son cuentos con esa impronta nikkei de su etapa más reciente?
Más sobre descendientes de japoneses, sí. Es que yo me encuentro mucho mejor en esos personajes, más que en los criollitos. Allí logro penetrar psicológicamente, mientras en los otros hay una capa que me lo impide. Pero profesionalmente hago lo que me parece mejor y trato de hacerlo lo mejor que puedo. Algunos sí resultan y otros no.
¿Y qué está leyendo últimamente?
Leo bastante. Ahora estoy leyendo un conjunto de ensayos de Roland Forgues sobre Carpentier, Juan Rulfo, Gregorio Martínez, Bryce Echenique. Es un tomo de ensayos de los años 80 [N. del R.: Higa se refiere a ”El fetichismo y la letra”]. Y también he estado leyendo “Rescate por un perro” de Patricia Highsmith, una novela policial. Así voy combinando diversos títulos. Historia, novelas, ensayos, lo que me va cayendo en las manos.
¿Ha llegado a imaginar cómo hubiera sido su vida sin la literatura?
La literatura es mi tabla de salvación. Si no hubiera sido por ella, no sé de qué estaríamos hablando ahora. Es allí donde me encuentro y me realizado, donde mi realización es perfecta. Fuera de la literatura, no me explico. No me imagino haciendo algo fuera de leer, de escribir, de pensar. No me cabe en la cabeza.
Presentación de “Que te coma el tigre”
Hoy, jueves 10 de junio, a las 7:00 p.m.
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