La poesía resiste. Así como las huacas de los primeros pobladores, como la palabra en uso, la poesía, y en específico la peruana, no ha dejado de producir voces. Aun así, cuando se habla del Día del Libro como el de este martes 23 de abril, escasamente las librerías mencionan a este género en su publicidad. En cambio, abundan las menciones a la novela, y sobre todo a la novela bestseller, infaltable en las estanterías con sus portadas una más llamativa que la anterior.
Pero, nuevamente, la poesía resiste. Y persiste. Allí están los poetas con los que El Comercio habló para este artículo: Juliane Angeles (1986), autora de “Una animal en mí”; Cayre Alfaro (1997), editor y poeta autor de “Quince minutos de receso”; y Bruno Mendizábal (1958), autor de “San Felipe Blues”. Tres generaciones distintas, pero unidas por el cómo se relacionan con la palabra escrita.
“No sé si el poeta tenga un rol, pero si me hablas de inmediatez, en lo que pienso es en memoria, en coyuntura”, cuenta Angeles. “No hay tanta parafernalia comercial en torno al poema como sí lo hay hacia la narrativa, que se suele emparentar con el cine, como todas las novelas sueñan con ser películas y ahí hay una cuestión más de dinero en juego que de escritura”, dice Cayre. Por su parte, Mendizábal dice que “la poesía es un destino. Es algo que te llama y tú te sientes involucrado y que vas a persistir ahí”.
¿Quién lee poesía actualmente? ¿Está la poesía en pierde frente a la novela? ¿Por qué escribir poesía? Esas preguntas, y sus respuestas, a continuación.
―Me es imposible comenzar esta conversación sin mencionar a la recientemente fallecida Julia Wong. ¿Qué es lo que ha perdido el Perú con su partida?
Juliane Angeles: Yo creo que muchísimo a nivel poético y también a una gestora cultural muy importante, tomando en cuenta que lo cultural en el Perú carece a veces de apoyo, de visibilidad, de importancia a nivel de gobierno. Ella ha sido poeta y gestora cultural muy importantes a través del festival Chepén, que no solamente convocaba a poetas ya consagrados, sino también a poetas jóvenes. Eso me parece bien importante. Lo que ocurría era un intercambio generacional, de estilos y experiencias. Ella era artífice de ese festival, y creo que en ese sentido, a nivel cultural, hemos perdido porque no hay muchos gestores culturales.
Cayre Alfaro: Me parece interesante marcar que Julia vivía en función a la escritura. Por supuesto, como con el festival Chepén, pero también recuerdo que una vez le pedí un texto para un libro, un párrafo de contratapa, y ella me mandó un ensayo gigante y muy inteligente donde pensaba el libro de forma genial; me mandó otra versión y solo había cambiado una palabra, pero para ella era muy importante. Entonces, esa capacidad de pensar la escritura es algo que rescato y que voy a extrañar mucho. La última vez que la vi me dio muchos libros, me dio libros en alemán y me dijo “sé que no vas a entender nada, pero el formato puede servirte”. Pensaba todo, todo el tiempo. Era una persona muy querida y muy leída. Era una persona genial de conocer.
Bruno Mendizábal: En realidad yo no la conocí. Nunca voy a muchos recitales y todo eso, pero he visto que era recontra popular. He visto en el Facebook como 20 o 30 fotos suyas. Y recordando a la gente que hablaba de ella. No solo amigos, también gente que la admiraba. Ha sido una pérdida muy fuerte.
"Hay gente que dice que ama el arte, pero no le gusta la poesía. Es uno de los géneros más despreciados. Me parece alucinante."
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―Una vez leí que para ser poeta hay que enamorarse de las palabras. ¿En qué momento ustedes se enamoraron de las palabras?
Juliane: Yo creo que es enamorarse, pero también uno transita por varios sentimientos con la escritura; al menos a mí me pasa. Puede ser también una especie de lucha, enfrentarte con la palabra. Recuerdo cuando descubrí el poema “Vocales” de Arthur Rimbaud. Primero no lo entendía, y eso es lo que me llamó la atención. “¿De qué está hablando? ¿De las vocales? ¿De los colores?” Una especie de frustración me llevó un poco a querer ese poema sin entenderlo al inicio. Siento que en mi caso partió de la incomprensión, de querer entender algo, y eso me hizo de alguna manera entenderme mejor con las palabras, conocerlas más, usarlas, imaginarlas de otra manera.
Cayre: Yo pienso en un verso de Blanca Varela, que comienza con “no sé si te amo o te aborrezco”, y esa es un poco mi relación con la escritura. En ese sentido hay una familiaridad con el lenguaje que hace que le de más vueltas de lo normal y hace que la vida sea más interesante y complicada al mismo tiempo. Hay situaciones muy cotidianas [en las] que te detienes más de lo pensado y a veces a partir de ahí sale un poema o te rememora a que leas. También hay como esta idea de que la escritura es una excusa para seguir leyendo, y a mí me interesa ganar tiempo para leer y a veces lo justifico con un “bueno, quiero escribir algo ¿qué libros voy a leer para este proyecto?” Eso.
Bruno: Más que las palabras son las frases mismas, los versos. Juliane citaba a Rimbaud. Yo me acuerdo de Verlaine, ese que dice “para un corazón que se aburre… ¡El canto de la lluvia!” Esos fragmentos, esos versos, a mí me impactan. Una belleza que ya no existe, tal vez. Y cosas así que dan ganas de imitarlos, pero claro, son inimitables.
―La poesía también te conecta con el sentimiento de otra época, ¿cierto?
Juliane: De hecho, sí. Este poema de las vocales yo siento que no tiene un tiempo en especial, pero ya también, si lees un poco más del autor, puedes ubicarlo en un en un espacio de tiempo. Pero hay poemas también que sobrepasan esa línea del tiempo, como que están en cinco dimensiones o algo por el estilo. A mí lo que me interesa es la cotidianidad de los poemas. O también estos poemas que te remecen. Creo me atraen ese tipo de escrituras.
Cayre: Retomando la idea de la familiaridad, es curioso porque recuerdo que una vez me preguntaron en Rosario (Argentina) cómo sientes la ciudad respecto a Lima. Yo dije “bien, me gusta; no hacen tanta bulla”. Y todos se detuvieron y me dijeron “Trilce, poema uno: quién hace tanta bulla”. Y todo el mundo lo relacionaba con “Trilce” [de César Vallejo], me decían que en Argentina nadie usa la palabra “bulla”; es súper peruana. Esta familiaridad desde el lenguaje es lo que a mí me interesa, y de hecho hace que por ejemplo estemos acá hablando de palabras tres personas que escriben en distintos registros, que pertenecen a distintas generaciones. Y ni bien hemos comenzado a sentarnos, antes de que comiences a grabar, ya estábamos hablando de palabras. Eso me gusta, sentir esa familiaridad con las palabras y con personas como ustedes a partir del lenguaje.
― ¿Cuál es el rol del poeta actualmente? ¿Se puede decir siquiera que tiene un rol en esta sociedad de la inmediatez?
Juliane: Creo que has dicho una palabra clave. No sé si el poeta tenga un rol, pero si me hablas de inmediatez, en lo que pienso es en memoria, en coyuntura. En ese sentido, el rol del poeta es evidenciar lo que está ocurriendo a través de la poesía
Cayre: A mí no me gusta hablar tanto del rol del poeta, como si fuera un aura así más bien romántica, porque siento que a diferencia del del siglo XX donde la poesía en el Perú sí era una cuestión nacional, ahora ha pasado a un rol secundario. Creo que desde ese rol hay libertades que permite, como pensar las cosas con cierta distancia y desde una perspectiva mucho más crítica y contemporánea como el proyecto de Juliane. Probablemente, si nos dedicáramos a ser políticos, no tendríamos ese esa capacidad y ese tiempo para reflexionar y pensar a partir de las palabras un mundo distinto o una forma de cambiar las cosas o resistirlas. Encuentro mucho valor en creer y pensar el lenguaje en un mundo que se cae a pedazos, como una forma no solo de resistir, sino también de proponer. Y en las marchas últimas la manifestación artística fue un bastión muy importante. Ese camino me parece súper interesante.
Bruno: Yo antes escribía sobre mi barrio, ahora escribo más sobre el interior de mi casa; mi madre, mi cuarto. Cada vez me he ido yendo hacia el interior. Porque en el mundo actual hay mucha… a veces [en] gente con la que he tratado hay cierto desprecio por la poesía y por el poeta. Hay gente que dice que ama el arte, pero no le gusta la poesía. Es uno de los géneros más despreciados. Me parece alucinante.
― ¿Por qué despreciarían la poesía?
Bruno: No tengo la menor idea. Porque la narrativa les parece más bacán, las novelas son largas. Qué sé yo. [Porque] los poemas son cortos. Es un mundo más interior… Además, ven a los poetas, al típico poeta del siglo XX que se embriaga, que fuma marihuana, qué sé yo. Una serie de cosas así.
―A propósito de esto, ¿Está la poesía en pierde frente a otros géneros literarios?
Juliane: Yo creo que la poesía siempre estuvo en pierde, aunque no diría que la desprecien. No solamente porque no es mainstream, sin embargo hay contradicciones alrededor de la poesía, porque también hay gestores culturales o personas cercanas al libro que justamente quieren derribar esos muros que impiden que la poesía sea más accesible, que haya más lectores de poesía. De pronto ha habido un florecimiento de talleres de poesía, hay más gente interesada por escribirla, pero sigo teniendo esta sensación de que la poesía, ya si hacemos quizás una comparación malévola con otros géneros, siempre está al final, en pierde finalmente.
Cayre: Sin duda no hay tanta parafernalia comercial en torno al poema como sí lo hay hacia la narrativa, que se suele emparentar con el cine, como todas las novelas sueñan con ser películas y ahí hay una cuestión más de dinero en juego que de escritura. Y siento que en esa relegación hay una libertad que permite formar proyectos, circuitos más interesantes. De hecho, retomando la pregunta anterior, quizá ya no existe el poeta peruano por así decirlo, como esta gran estela, sino lo que hay es una comunidad de personas familiarizadas con el lenguaje que creen en la escritura e intentan sacar proyectos adelante. Pienso por ejemplo en una jornada editorial que se dio en la casa Mariátegui a fines del año pasado donde estuvieron varios proyectos como La Balanza, el Álbum del Universo Bacterial, Librería Inestable y se hizo una lectura con varios poetas también de distintas generaciones y de distintos registros. Entonces toda esa divergencia me parece mucho más rica que el hecho de escribir una novela que sueña con ser una película. Y me interesa más estar en esa familiaridad que en el mercado.
"Quizá ya no existe el poeta peruano por así decirlo, como esta gran estela, sino lo que hay es una comunidad de personas familiarizadas con el lenguaje que creen en la escritura e intentan sacar proyectos adelante."
―Hablamos de que la poesía está en pierde, pero el lector de poesía todavía existe. ¿Cuál es el perfil actual del lector de poesía?
Juliane: No sé si animarme a definir un perfil, pero te hablaba de los talleres porque hace poco guié algunos; fue la primera vez que me lancé a hacer algo así. Finalmente se dio y justo esa era la pregunta. ¿Tendremos convocatoria? ¿Habrá personas interesadas? Y la respuesta fue buena, contundente. Eso me sorprendió mucho, pero sí, yo he trabajado con jóvenes. Las chicas que participaron en este taller estaban entre 18 y 25 años, profesionales, muchas sociólogas, médicas, psicólogas, lingüistas, economistas. No han estudiado literatura como tal, como yo no estudié literatura, pero tienen un interés. ¿Cómo han llegado a la poesía? A través de la lectura. Además de leer y escribir, ellas querían conocer escritoras, poetas, autores. Eso les emocionaba mucho. Pero hay otra cosa en que coincidían: muchas querían investigar su genealogía. Pensaban mucho en la madre, en la abuela, en la bisabuela, en las tías, en las hermanas. Era un taller que convocaba a mujeres, entonces había esos intereses; un poco ver hacia atrás. Y a partir esta genealogía cómo se veían ellas [mismas] también.
Cayre: A mi me interesa pensar que hay una nueva aproximación hacia un espacio de diálogo para pensar la escritura, para pensarse desde la escritura, y también hay en ese sentido un interés por cuestiones que ves que las librerías te dicen que las nuevas personas que leen están pidiendo a Ann Carson o Mary Oliver, o en Perú a Mariela Dreyfus o Enriqueta Beleván. Entonces hay una demanda de algo nuevo y también de rescatar lo que siempre estuvo y no se visibilizó como se debió en su momento. Entonces ese cambio de paradigma me parece sumamente interesante, pero quizás ya se agotó el discurso de prestarle atención solo a una narrativa convencional, lineal y realista y todo ese discurso que antes todo lo que se acaparaba podía ser Vargas Llosa, el “boom” y demás. Ahora hay como un cambio hacia otras cosas y eso se refleja también en escrituras que aparecen, que recorren distintos registros y buscan nuevas formas. Espero que siga abriéndose espacio a nuevas búsquedas e intereses.
Bruno: Yo comencé a escribir con el taller de Marco Martos y Hildebrando Pérez en San Marcos. Antes había querido escribir prosa, creo que, como dice Cayre, es una cosa que llama la atención a todo el mundo, pero la poesía no. Como me dijo alguien, la poesía es un destino. Es algo que te llama y tú te sientes involucrado y que vas a persistir ahí; no gente que va a veces a talleres por una un devaneo momentáneo y ahí nada más. Mucha de esa gente no persiste.
"Entonces relaciono eso, la inmediatez con la memoria, con lo coyuntural. Entonces quizás en ese sentido el rol del poeta o de este proyecto era registrar, evidenciar lo que estaba ocurriendo a través de la poesía."
―¿La poesía es tu destino, Juliane?
Juliane: Yo creo que sí. Justo hace hace poco me hice esa pregunta; es algo que no puedo dejar.
Cayre: No sé si destino sea la palabra, pero el poema como espacio abierto de experimentación es lo que más me interesa para escribir, leer y editar. Y es donde siento donde siento más familiaridad. Es un espacio que me interesa seguir explorando.
―Blanca Varela dijo una vez, “yo no escribo para lograr reconocimientos. Solo lo hago cuando surge una necesidad que no puedo contener”. ¿Por qué escriben poesía?
Juliane: Hay un verso de Julia Wong, que no sé si lo voy a decir bien, pero ella dice que “lo que no cambia no es humano”. Últimamente tengo la necesidad de contar sobre mi infancia. Hay una necesidad que ya estaba ahí, pero yo no la veía. A mí siempre me ha interesado mucho el arte, pero algo bien particular que ahorita me interesa es el grabado. Es algo que estoy explorando desde hace algún tiempo y simplemente me ha interesado eso, cómo puedo hacer con la escritura para de alguna manera relacionarla con otra materialidad que no sea el papel. Porque finalmente somos artesanos de las palabras.
Cayre: Para ser bienvenido en las reuniones familiares [risas], en el sentido de que la gente que más quiero, admiro y aprecio, con la que he crecido y con la que más he aprendido, se dedican a escribir poemas y su vida de alguna manera se estructura para ganar tiempo para escribir poemas, y me siento parte de esa familia.
Bruno: Ya no lo sé, ya se me perdió en el camino, pero no puedo dejarla. Es una cosa así, más fuerte que una droga puede ser. No puedo dejar de escribir o de pensar que voy a escribir.
―¿Qué te da a ti la poesía?
Bruno: Me da alegría. Una alegría que no tengo en otros lados. Escribir un poema y verlo ahí en el papel, porque yo no creo en computadora, me hace sentir satisfecho. Me hace sentir en paz conmigo mismo, que he hecho algo que vale la pena, que supongo que vale la pena. Escribir para no morir, alguien dijo.
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