“¿Qué te importan a ti las balas, si el fusil está humeando ya en tu olor?”, escribió César Vallejo, redondeando una sugerente relación entre el sexo y las armas. Ese vínculo tirante, explosivo, es el que también examina Francisco Ángeles (Lima, 1977) en su más reciente novela, “Adiós a la revolución”: la historia de Emilio, un profesor peruano de arte en una universidad estadounidense, que empieza una relación con una de sus alumnas, Sophia, muchacha de la clase alta norteamericana que se verá seducida por lo puramente erótico, pero también por los coqueteos con la radicalidad social y política. Y cuando el idilio entre Emilio y Sophia se rompe, la crisis es otra: él se enterará años después de que ella ha sido detenida como miembro del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en México, hecho que lo llevará a su búsqueda.
“Adiós a la revolución” es, por un lado, una novela de campus (hecho que Ángeles conoce bien, por su propia experiencia como docente en Estados Unidos); y por otro, un relato que se aventura hacia el enigmático y enrarecido ambiente de la Chiapas actual, tierra del Subcomandante Marcos y los Caracoles. Ese doble sentido completa una obra que escala entre la doctrina y las emociones, y se consolida como la más ambiciosa y lograda de su autor. Antes de su presentación este lunes 29 en la Feria del Libro, conversamos con él.
El libro empieza como el relato íntimo de la relación entre Emilio y su alumna Sophia, y deriva en una búsqueda, la de cómo nuestro pensamiento o ideología puede ser muy frágil, vulnerable.El libro siempre estuvo pensado sobre la relación entre la revolución y el erotismo. A mí siempre me ha obsesionado la idea de las personas que a través del sexo, el erotismo, el amor o los afectos, todo lo corporal e íntimo, terminan involucradas en la revolución. Me interesan mucho las figuras que van de la biblioteca al campo de batalla, intelectuales que fueron a pelear la revolución. Hace unos días alguien me mencionó a Javier Heraud. No conozco tanto su caso, pero es algo así. Para mí el paradigma es Regis Debray, un estudiante francés de clase más o menos acomodada, exalumno de Althusser, y que termina en Cuba, peleando al lado de Fidel y convirtiéndose en el teórico cubano. Y así hay varios casos, como las guerrilleras europeas en las FARC, etc. Personas que han salido del espacio natural donde se movían, más o menos acomodado. Y luego de eso, cuando fui leyendo más sobre el tema, encontré que estos casos casi siempre estaban vinculados a algo erótico con otra persona. Así se juntaron dos temas que responden a los dos planos de la novela: el de las ideas, en Filadelfia, y el plano de la acción, en Chiapas. Por eso el personaje está bastante erotizado sexualmente, pero eso también tiene relación con su propia ebullición ideológica y su fanatismo. Es un solo paquete.
Y también está el vínculo maestro-alumna, que ya habías abordado en anteriores libros.Lo que ocurre es que, en mi caso, la escritura de ficción ha estado bastante ligada a la práctica académica, y varias ideas se filtran por allí. Y así como lo erótico, me interesa mucho también el componente religioso de las revoluciones o las guerrillas, lo que siempre incluye una figura de maestro o guía. Puede ser Fidel Castro, un pastor evangélico, un profesor, un gurú. Puede ser cualquiera. Pero es como si la gente dejara la verdad de su vida a otra persona, como si en cierto punto necesitaran cierto mensaje, cierta verdad en la cual creer o por la cual pelear. Eso casi siempre esta corporizado en una figura visible, cercana, con la cual termina habiendo una relación ambigua, como de influencia y de afecto, pero que puede terminar siendo carnal.
Volviendo al caso de los intelectuales que saltan al campo de batalla. ¿Allá en Estados Unidos conociste algún caso?Bueno, no personalmente, pero sí hay un caso conocido de una profesora con cierta trayectoria que, en los años 80 dejó todo y se fue a pelear a El Salvador. Después regresó y tuvo que cambiar de universidad. Ese podría ser un caso. Pero también hay otras complicidades medio discutibles, relaciones políticas que no llegan a la revolución. Hay intelectuales que van a Bolivia, a Cuba o a Venezuela en su momento, pero no han agarrado las armas.
Lo preguntaba porque hay varios casos de discursos bastante radicales, pero parecen quedarse solo en el discurso.Sí, bueno. Las universidades ricas del noreste de Estados Unidos están llenas de comunistas. Eso me parece un poco raro, hasta medio contradictorio. Yo no me imagino acá en el Perú, por ejemplo, que hubiese más comunistas en la Pacífico que en San Marcos. Imposible, creo. Pero allá sí. Hay profesores más radicales en Princeton que en una pequeña universidad estatal del sur. Es un tema que he hablado con amigos un montón de veces y se pueden aventurar hipótesis, como que quizás es una forma de limpiarse la conciencia o algo así. Hay un montón de teorías al respecto. También se dice que van captando a los que tienen mayor potencial revolucionario y los ponen a enseñar dos clases por semestre y a que escriban libros que son absolutamente radicales, pero que no van a pasar de la conferencia o el simposio.
El personaje de Emilio es de otra radicalidad. Él reclama que la izquierda actual parece más preocupada de temas “menores” como el cuidado medioambiental, la legalización de las drogas, etc.Emilio representa una corriente de la academia que critica la renuncia al cambio de las circunstancias económicas. Hay mucha gente que piensa que todas las luchas minoritarias en realidad están hechas para olvidarse de la lucha más grande, que es por la injusticia económica. Entonces te concentras en pequeños activismos: por los animales, el medio ambiente, lo LGTB, el feminismo, los grupos étnicos. Todo para no hablar de la plata. Hay muchos académicos que piensan que las corporaciones y los multimillonarios promueven incluso las luchas minoritarias porque allí se va diluyendo el potencial revolucionario. Emilio es de esa corriente, es muy radical. Pero, claro, mientras más radical en la teoría eres, más alejado de la realidad estás también.
¿Cómo decidiste enmarcar todo en el accionar del EZLN?Cuando yo llegué a Estados Unidos en el 2011, era el año de Occupy Wall Street, de los Indignados, el año en que parecía que algo iba a cambiar. Una política diferente, desde abajo, sin líder. La democracia real, la idea de que se puede hacer una transformación sin liderazgo. Entonces muchos de los que estábamos en facultades de humanidades nos la creímos. Todo suena muy abstracto, pero en serio lo creímos. Esa es la ironía. Creímos tener un mundo mejor, pero ya no con la revolución de arriba, con Fidel o Hugo Chávez, sino con algo en que gobierna la gente. Luego de eso fui leyendo y aprendiendo más sobre el zapatismo y me di cuenta de que allí había un antecedente a toda esa oleada. Ahora ese vínculo es más reconocido, pero por ese entonces no tanto. Y es que era una revolución, pero que no pretendía tomar el poder, sino tener cierta autonomía. Este es nuestro territorio, acá nos manejamos nosotros, no quiero que el gobierno mexicano venga a decirnos lo que tengamos que hacer. A partir de esa coincidencia es que me fui interesando en lo que había pasado con el zapatismo. Hasta que fui a Chiapas en el 2016. Al principio pensaba escribir algo académico, pero a mi regreso me di cuenta de que la novela era la forma más adecuada para acercarse a un fenómeno tan inasible como el zapatismo.
¿Y la figura del Subcomandante Marcos, en particular, qué te deja?Bueno, tiene muchas aristas. En la que yo más me fijo –quizás es una posición cómoda– es en su capacidad verbal, su oratoria, su carisma, características que lo hicieron en su momento un líder extraordinario. Alguien que te podía convencer, que transmitía tranquilidad. Y que además tiene unos textos brillantísimos. Es muy difícil pensar que alguien que estaba en la cancha, en la selva Lacandona, podía escribir de esa manera y en ese ritmo. Yo pasé muchos años leyendo testimonios y libros de guerrilleros peruanos, venezolanos, cubanos, y todos en realidad eran bastante esquemáticos en su postura contra el imperialismo, una suma de lemas. Pero en Marcos había una voz, estilo, personalidad, hasta sentido del humor. Ahora, dentro de lo militar y las balas ya hay otras cosas que tampoco sé muy bien cómo son y por eso me es complicado dar una opinión. Lo que sí tengo claro es que no lo idealizo, para nada. Pero tampoco me voy al otro extremo, el de considerarlo un criminal.
PRESENTACIÓN DEL LIBROLugar: Feria del Libro de Lima.Dirección: Parque Próceres de la Independencia (Av. Salaverry cdra. 17, Jesús María).Fecha: lunes 29 de julio, 7 p.m.