En el ring de la mítica Federación Argentina de Box, se trenzan en un combate de poesía erótica los escritores argentinos Fernanda García Lao y Pedro Mairal, ambos con máscaras de lucha libre (la peruana Gabriela Wiener es la réferi); la escritora trans Naty Menstrual dialoga sobre transformismo con Leonardo Oyola, autor de novela negra, en una discoteca en uno de los barrios más canallas del Gran Buenos Aires; con el Río de la Plata como fondo, lugar donde la dictadura militar lanzaba a gente secuestrada, las escritoras Selva Almada y Gabriela Cabezón Cámara dialogan sobre la violencia de género (actualmente, el rastro de muchos asesinatos de mujeres termina también en ese río).
El estilo del fotógrafo argentino Daniel Mordzinski se basa en sacar de su zona de confort al usualmente serio escritor. Ahora es el mismo Mordzinski quien se obliga a abandonar sus seguridades al filmar su primer largometraje. Titulado “Letraherido”, su documental pone a dialogar a 52 escritores argentinos sobre temas urgentes: desde la creación literaria hasta la violencia de género. Cuando el fotógrafo de los escritores cumple 40 años en el oficio, desde su primer retrato a Jorge Luis Borges, este nuevo proyecto, producido por un canal de televisión argentino, lo rejuvenece. Como lo hace con sus celebrados retratos, en su documental buscó también hacer saltar por los cielos los tópicos del género, alejarse de nuestros convencionales acercamientos a la literatura y proponer un juego que, también, ofrece testimonio de amor y admiración por la palabra escrita.
Otro proyecto que le entusiasma al fotógrafo de 59 años es su libro con Silvio Rodríguez, a quien acompañó en su más reciente gira por América Latina. Partió de La Habana y culminó en Avellaneda. “¡Fue increíble! Silvio es la persona más humilde, más tímida y más rigurosa de su intimidad que he conocido en el ámbito de la cultura”, recuerda.
Con el título tentativo de “Ojalá, Silvio”, Mordzinski plasmará en su libro su seguimiento a Rodríguez por todos los países de la región, sumando al registro visual los textos poéticos del propio cantautor cubano. “Lo que es increíble es que no existen libros de Silvio Rodríguez. Solo tiene un cancionero, que a mí me parece un poemario”, señala el fotógrafo, entusiasmado con estos debuts, tanto en el cine como en la música. “Cuando estás a punto de cumplir 60 años, hacer algo por primera vez resulta maravilloso. Por eso lo disfruto tanto”.
Un renovado Mordzinski visita la Feria Internacional del Libro de Lima siguiendo de cerca a Mario Vargas Llosa, como su fotógrafo personal. Es seguro que parte de ese material aparezca en la retrospectiva que abrirá el próximo octubre en Casa de América en Madrid, cuyas galerías acogen 300 de sus imágenes para celebrar sus cuatro décadas de retratos fotográficos, ambiciosa muestra producida por Acción Cultural Española.
— ¿Cuatro décadas de retratar escritores no te deja cierto sentimiento de orfandad, pensando en tantos maestros que ya no están? Nos estamos poniendo viejos, y es evidente que se están yendo varias páginas de nuestra literatura. Yo llevo tres o cuatro generaciones retratando, y en vez de colgar los guantes les doy mucha importancia a los autores periféricos y los más jóvenes. Retrato con el mismo respeto a un joven escritor que acaba de publicar su ópera prima que a un Nobel. Para mí, no hay jerarquías en ese sentido.
— ¿Crees que hoy en día la autoridad moral del escritor se ha ido desdibujando? Creo que estamos viviendo un muy buen momento literario en América Latina y España. Hace mucho que no sucedía esa convergencia de voces jóvenes y femeninas. Al mismo tiempo, la partida de escritores como Piglia o Fuentes ha dejado un vacío generacional entre esos íconos literarios y la generación que hoy tiene 40 años. Se siente su ausencia.
— Hasta la generación del ‘boom’ se manejaba la noción romántica del escritor genial, como lo concibió Goethe. ¿Cómo sientes que ha cambiado esa actitud en los escritores actuales?Más que la visión de Goethe, la asocio más bien a la visión comprometida sartreana, que tiene más que ver con la literatura latinoamericana. Quiero creer que parte de la culpa la tiene la inmediatez del Internet y los medios de comunicación, que con cualquier cosa que suceda buscamos a un autor para preguntarle qué piensa, sea un tsunami, el atentado a las Torres Gemelas o el Me Too. Por allí, el autor sabe escribir, pero no necesariamente tiene una posición sobre el fútbol argentino o el box colombiano. Todos hemos opinado sobre temas que no necesariamente conocemos y el resultado es lo que pasa en este momento. En estos años, los escritores han levantado un poco la guardia y están retrocediendo en su exposición. Se repliegan de las redes, se han dado cuenta de que se han visto inmersos en debates inútiles. Y lo peor: que el tiempo que antes utilizaban para escribir lo habían dedicado en polémicas en las redes.
— Quizá sea Vargas Llosa el último escritor que puede opinar sobre casi todo. ¿Desde cuándo tienes tu lente puesto sobre él?Este lunes, en la FIL Lima, voy a proyectar imágenes que nunca mostré sobre Mario. Lo he acompañado en momentos muy importantes, incluido Estocolmo...
— Hasta su boda con Isabel, en Madrid...¡Lo has dicho tú! [Ríe]. Serán unos 25 años. La primera vez que lo retraté fue en la ciudad de Aix-en-Provence (Francia). Me lo presentó un gran traductor, Claude Cauffon, que además de la obra de Mario ha traducido también a García Márquez y Cortázar. Y a partir de entonces se ha creado una amistad muy bonita, fruto de la confianza y el respeto. Recuerdo que en aquellos primeros retratos lo hice ponerse en un gesto como si rezara. Y es una imagen rara, pues no se trata exactamente de la esencia de Mario. Yo entiendo que la frontera entre el humor y el ridículo es muy fina. Y Mario, como toda persona inteligente, le tiene pavor al ridículo. Cuando partes de la confianza y sabes que nunca vas a traicionar a un amigo ni vas a hacerle trampa, hay que dejar hacer. Por supuesto, hay muchas fotos que nunca he mostrado. No solo de Mario. Tengo fotos de García Márquez que nunca publicaré.
— ¿Para no traicionar esa confianza?En el caso de Gabo, lo retraté muchas veces. Pero la última, él tenía momentos en que estaba ausente. — ¿Y tus imágenes mostraban ese deterioro?No es que mostraran su deterioro. Es que Gabo tenía mucho humor, y yo también. E hizo cosas que no sabría decir si fueron fruto del humor o del momento en que él estaba viviendo. Ante la duda, preferí no mostrarlas. No las he destruido, están. — ¿Y qué te propone Vargas Llosa como modelo fotográfico?Lo maravilloso de un autor como Vargas Llosa es que todo lo que propone está en su obra. Por ejemplo, esa foto en la que él está metido dentro de la cama, escribiendo con una vela, viene de sus propias memorias en “El pez en el agua”, cuando de niño se quedaba de noche leyendo y su madre le decía que apagara la luz. Cuando estábamos en Estocolmo, escuché que venía una persona de la Fundación Nobel para ayudarle a vestirse: no es fácil ponerse un frac. Para mí, esa era una gran foto. Con miedo, le pregunté si podía estar presente mientras lo vestían. “¡Ay, Daniel, estás loco!”, me dijo. Creo que Mario es el autor que más veces me ha dicho no. Y yo le dije: “Mario, ¡como los toreros!”. Apelé a su amor por los toros y a esa tradición de vestir al torero. Entonces aceptó. ¡Pero esas fotos nunca las mostré.
Conferencia: “La captura del instante literario”. Participa Daniel Mordzinski. Lugar: FIL Lima. Sala José María Arguedas. Parque Próceres de la Independencia, Jesús María. Día y hora: Lunes 22 de julio, 8 p.m.