Por primera vez en Perú, Ariana Harwicz luce algo abrumada ante la expectativa que generó su visita al país del poeta César Vallejo.
La escritora argentina nacida en 1977 presentará “La débil mental” --editada esta vez por Animal de Invierno-- este sábado 23 a las 6 p.m. en el auditorio Abraham Valdelomar de la Feria Internacional del Libro de Lima 2016.
No han faltado elogios para esta novela. Se ha dicho que es un libro “lleno de intensidad y poesía, violencia y locura” (El País) y “una bomba de la literatura argentina reciente” (Página 12), sin embargo, nadie mejor que la propia autora para contarnos de qué trata su segunda aventura creativa. Adelantaremos únicamente que se trata de una historia potente y prohibida para lectores sensibles.
Ariana Harwicz visitó el stand de “El Comercio” en la FIL Lima 2016 para conversar acerca de “La débil mental”, sus inicios en la literatura y, finalmente, sobre su nuevo proyecto creativo, una novela cuyo título es “Racista”.
-Es fácil encontrar muchos elogios sobre tu talento para la escritura, ¿en algún momento los buenos comentarios llegaron a obnubilar tu trabajo creativo?
No sé exactamente de dónde llegan esas voces, si de Argentina o de otros lados. Yo vivo lejos y esos ecos que llegan son siempre una gran satisfacción, porque si la escritura ya es un trabajo solitario, estar fuera de tu país, en una suerte de aislamiento, que es donde yo siento que vivo, en una casita en el campo, ese aislamiento es muy productivo para escribir, para concentrarse, para profundizar, para hacer ese viaje necesario que es escribir. Pero, por otro lado, también es doloroso. Sin embargo, esos ecos de elogios o de lecturas intensas de las novelas que escribí no hacen más que darme fuerza para seguir, volver a sumergirme en una novela. Me hacen bien.
-¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura?
Yo estudié dramaturgia, guión cinematográfico y luego, hacia el final del arco, literatura en Argentina y en París, que es donde migré. Pero ninguna de estas escrituras me terminaba de satisfacer. No encontraba mi tono en el cine ni en el teatro. Luego llegué a la literatura. Pienso que mis novelas condensan esas tres formas de escritura.
-¿Qué hubo antes de “La débil mental”?
Una suerte de trilogía inconsciente configurarían “Matate amor” –publicada en España y América Latina--, “La débil mental” –hoy en Perú pero antes en Argentina y España – y la tercera, “Precoz”, que aún no la editan en Perú. Son tres novelas cortas que se vienen reduciendo. De 150 páginas a 80 y finalmente a 60. “Matate amor” es el puntapié de todo. La escribí en un estado de aislamiento, de desesperación. No diría que en depresión pero sí un estado de gran angustia que sentí entonces. Aquella (primera) novela me salvó de todo eso. Cuenta la historia –en tono lírico, poético—de una mujer inmigrante que vive en el campo, que ha tenido un hijo y todo lo que le sucede tras parir. Ella asociada al bosque. La huida de esa vida de casada hacia lo salvaje. En las tres novelas cortas el retrato es de mujeres desesperadas, al borde de la locura.
-¿En “Matate amor” y “Precoz” se repite la misma intensidad en el relato que tiene “La débil mental”?
Sí, de alguna manera siempre está la relación madre-hijo/hija y, además, siempre está la obsesión erótica. Esa tensión entre la maternidad y la obsesión erótica o el erotismo como dos polos opuestos que están tensionados. Lo que va a variar es el ángulo desde donde se enfoca. En “Matate amor” era con un niño muy pequeño y toda la culpa de una mujer que quería y no quería ser madre. Amaba a ese bebé, lo deseaba y lo quería aniquilar. En “La débil mental” hay una mujer de 30 y su madre de 60 encerradas en una casa aislada del campo, marginalizadas, sin dinero, sin pertenecer a una estructura y sin hombres. Casi arrinconadas en la marginalidad.
-¿Cómo hacer para que este tipo de literatura no llegue a convertirse en porno?
El porno no me interesa, casi me causa gracia. Lo que me parece divertido es el erotismo, que es sugerir y no mostrar. Nunca llega al porno porque las imágenes sexuales no son explícitas, porque lo que importa no son los cuerpos desnudos ni el acto concreto sino todo lo que rodea al acto del deseo. En “La débil mental” hay una mujer alienada al hombre que desea y todas las consecuencias mentales de desear.
-¿A qué responden estos espacios en blanco que separan los párrafos de “La débil mental”?
Sí. “La débil mental” está constituida por micro capítulos, espaciados. Casi son como fragmentos. Y eso corresponde a la necesidad de respirar, mía como autora y también del lector. En algún momento es muy agobiante, no hay pausas. Es como un aluvión de intensidad, de lenguaje y eso necesita –como en el cine—cortes.
-En Perú hay una fiebre de talleres literarios. ¿Se puede aprender ahí a redactar con intensidad o es algo que viene naturalmente con el escritor?
Para mí lo que se puede enseñar es a pensar, que es lo que creo me enseñaron en la universidad en Argentina y en los talleres que seguí. Enseñar a escribir no se puede y definitivamente la intensidad tampoco. Para escribir debes tener cabeza y corazón de escritor. Y eso es algo radical: se tiene o no se tiene. Miras la vida como escritor o no. Eso no se enseña
-Vargas Llosa tiene una disciplina muy estricta para escribir. ¿Cómo te manejas tú?
No tengo rutinas. Cuando empiezo una novela desaparece todo lo demás. Escribo todo el día, desde que me despierto hasta que me duermo. Con las pausas básicas para comer algo sino me desmayo. Sino hago eso entonces no puedo escribir.
-¿Cómo llega “La débil mental” hasta una editorial independiente peruana como Animal de Invierno?
Primero pasó por Mar Dulce (España) y luego conocí a Francisco Ángeles. Por él llegué a Animal de Invierno y es una editorial que me encanta. Me pasa como con Mar Dulce, siento admiración pertenecer a este catálogo.
-¿Te gustaría permanecer en el mundo de las editoriales independientes?
No es que alguna grande no me haya llamado. Por ahora estoy feliz donde estoy pero después se verá. Aunque si bien estas son editoriales independientes, la verdad es que son muy ambiciosas.
-¿Escribes lo que nunca antes habías leído o tratas de mejorar lo que ya tuviste en tus manos?
Escribo lo que nunca antes vi o sentí. No sé si escribo lo que nunca antes he leído. Tampoco soy consciente de estar reescribiendo a alguien. Ese ejercicio no lo hago. Para mí escribir es hacerlo desde la originalidad más absoluta, es decir, desde una mirada que no puede ser reproducida por otra persona.
-¿Qué estás escribiendo ahora?
Una nueva novela que se llama “Racista” y que por fin es (sobre) un hombre. Al fin he llegado a un protagonista varón. Lo que más me interesa son las obsesiones, los deseos, el aislamiento, la marginalidad, el llevar a los personajes al límite de sus posibilidades.
-A algunos les cuesta mucho más escribir sobre el género opuesto…
Hasta hoy me han salido personajes femeninos, pero que me han dicho son muy masculinos. Mujeres que tienen casi cuerpo de hombre y un goce, una manera de sentir, como si tuvieran sexo masculino, como una cabeza doble. Entonces, son mujeres y no son mujeres, son travestidas. Me gusta esa ambigüedad.
-No son mujeres muy débiles…
De débil mental no tiene nada. En un momento dice “Cruza una tranquera como un vaquero bien dotado”. ¿Bien dotado y es una mujer? Y además se viste como hombre y se tira a masturbarse según el estereotipo de un hombre, ejercen la violencia, se pegan piñas (golpes), sacan cuchillos.
-¿Te interesa buscar una especie de confort en la literatura?
Si estuviera instalada en un lugar de confort sería peligroso para la escritura. Escribir desde el confort es casi la anti escritura, el camino del infierno del escritor.