La narrativa de tema homoerótico apenas cuenta con discretas tentativas en el escenario local. La producción de Jaime Bayly (en franco declive creativo, si nos atenemos a sus últimos lanzamientos) quizás sea la única referencia para el grueso del público, merced al manejo publicitario. La doble moral conservadora, por otro lado, alentada por sus operadores fundamentalistas con exposición mediática, aún es agresiva, a diferencia de otras sociedades más modernas y, por lo tanto, siguiendo a Karl Popper, abiertas. Una de las más recientes incursiones en este terreno es la novela “Cuando los hijos duermen”, de Juan Carlos Cortázar (Lima, 1964), escritor que reside en Santiago de Chile.
Si bien es cierto que el libro se estructura como unidad, su organización remite al episodio con valor ficcional en sí mismo. Cada una de las secciones que integran el volumen lleva un título autónomo, lo que podría remitir a la idea del cuento. En efecto, estos apartados, seis en total, muestran una impronta de cierta independencia respecto del conjunto. Son, de algún modo, variaciones acerca de Adrián, un profesor universitario radicado en Virginia, que abandonó el Perú a inicios de la década del noventa.
Los capítulos-relatos, si cabe el término, describen escenas de la vida del protagonista, militante de izquierda desencantado. El viaje a Estados Unidos le permitirá reafirmar su identidad homosexual, que ha intentado cubrir, por unos años, con la imagen de un padre de familia. Pero pronto abandonará esta existencia para sumergirse en relaciones de ocasión con cuanto hombre surja en el camino. El retorno a Lima, con el fin de visitar a su hijo adolescente, Lucas, y compartir juntos unos meses, se intercala con un 'affair': en el colegio del muchacho, donde Adrián acude a los ensayos de “Ollantay”, conoce a un publicista y nadador de ascendencia oriental. Lo más interesante es el cuadro que Cortázar dibuja con buenos trazos: la Lima de emprendedores hedonistas, cuyo gran símbolo es aquel amante, César –casado y con hijas, por las que se desvive–. Se filtra así el país de nuestra época, que crece en superficiales aspectos, pero mantiene taras del pasado.
Sin embargo, al lenguaje, desprolijo por momentos, le falta vigor expresivo. El registro utilizado por Cortázar se asemeja más a un documentalismo reiterativo, sin soluciones que transfieran convincentemente el dilema del personaje. Este “desaliño” estilístico funcionaría mejor si el universo ficticio fuese otro, pero está de por medio la soledad de un hombre que, en un acto de honestidad consigo mismo –y con los suyos–, rompe con las expectativas sociales, aunque deba vivir en la clandestinidad apabullante.
AL DETALLELibro: “Cuando los hijos duermen”Calificación: 3 estrellas de 5Autor: José Carlos Cortázar.Género: novela.País y año: Perú, 2016.Editorial: Animal de Invierno.Páginas: 166.
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La portada de “Cuando los hijos duermen”.