Entre sorpresas y lógicas molestias se presentó la lista definitiva de la delegación peruana que viajará a la Feria del Libro de Guadalajara, en México, que se realizará del 27 de noviembre al 5 de diciembre. Si bien una primera nómina había sido oficializada en julio pasado –en la gestión anterior del Ministerio de Cultura–, semanas después el actual titular de la cartera, Ciro Gálvez, anunció que dicha lista sería revisada.
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Y así ha ocurrido, aunque con criterios poco convincentes. Para empezar, porque pese a que ha sido presentada como una delegación “ampliada” (la primera tenía a 57 integrantes, la actual incluye a 69), también ha excluido a algunos escritores –Katya Adaui, Renato Cisneros, Jorge Eslava, Cronwell Jara, Carmen Mc Evoy, Karina Pacheco y Gabriela Wiener– bajo argumentos cuestionables, por decir lo menos.
Una primera mirada a la nueva delegación deja en claro que, en la línea de lo que había pedido el ministro Gálvez, se ha incluido a más representantes de las diversas regiones del Perú. Aparecen, por ejemplo, Yésica Patiachi, docente y escritora de la comunidad nativa Harakbut (Madre de Dios), y Abelardo Alzamora, autor y activista de la comunidad afroperuana de Yapatera, en Morropón, Piura.
¿Pero cómo explicar que se excluya de forma arbitraria a una autora cusqueña como Pacheco Medrano, de impecable trayectoria y producción reciente, y se agregue a la lista a Rubén Darío Apaza, bachiller en Antropología que recientemente fue candidato al Parlamento Andino por el partido Perú Libre y parece (al menos por sus manifestaciones públicas) más enfocado en su propia actividad política?
GESTOS DE RESPALDO
Hasta el momento, autores como Alonso Cueto, Mariana de Althaus, Rafael Dumett, Victoria Guerrero, Juan Carlos Cortázar, Micaela Chirif y Gustavo Rodríguez anunciaron su renuncia a participar en la FIL Guadalajara como protesta por los desembarcos de sus colegas. Cortázar (quien, vale la pena precisarlo, fue el primero en dar un paso al costado de la nómina) criticó que el ministerio no haya manifestado sus argumentos para la reelaboración de la lista oficial, “más allá de la búsqueda de una representatividad territorial, que es un criterio de por sí muy pobre para organizar políticas culturales o actividades puntuales”.
“No me siento cómodo en una delegación así, para ser honesto. No me siento cómodo, además, con el maltrato a escritoras y escritores que leo y, a algunas, conozco y quiero personalmente. Que alguien más ocupe el espacio nomás”, escribió Cortázar en una publicación de Facebook que acompañaba su carta de renuncia a la feria.
Por su parte, la editora, lingüista y gestora cultural Anahi Barrionuevo –que no forma parte de la delegación– expresó también su desazón por la exclusión de figuras de trayectoria importante, que calificó como una falta de respeto y un pésimo mensaje por parte del ministerio. “Por si fuera poco, justo cuando son las escritoras las que dan la hora en el mundo, aquí les parece que deben prescindir de varias de ellas. ¿Es esta una confirmación de los lineamientos antimujeres que parece seguir este gobierno?”, agregó.
Karina Pacheco, una de las escritoras que fue apartada sin previo aviso de la delegación, también lamentó que se haya excluido sobre todo a mujeres (ver su testimonio completo líneas abajo) y que se cometiera un maltrato “que denota, de parte de las altas esferas que tomaron esa decisión, grandes dosis de inquina, mediocridad y misoginia”.
EL MINCUL SE PRONUNCIA
El Comercio solicitó al Ministerio de Cultura una entrevista con el ministro o algún vocero para consultar los criterios que llevaron a excluir a algunos autores. La respuesta llegó por escrito, a manera de pronunciamiento oficial de la cartera.
“Se amplió la delegación en base al criterio de representatividad regional (al menos un representante de las 26 regiones del país). Y el segundo criterio que se solicitó fue no considerar a aquellos escritores o escritoras que hayan participado en delegaciones oficiales conformadas por el Ministerio de Cultura para la participación de nuestro país en ferias internacionales del libro en los últimos cinco años”, señala el ministerio, argumentando que Pacheco, Wiener, Adaui, Mc Evoy, Cisneros, Eslava y Jara asistieron Feria del Libro de Santiago del 2018.
Además, el comunicado agrega que “en general, para la composición de la delegación oficial se ha procurado mantener la equidad de género. De las 69 personas que conforman toda la delegación, el 46% son mujeres y el 54% son hombres”.
Karina Pacheco: “Hay un normalizado maltrato a quienes trabajamos en el sector cultural
“La primera sensación es de sorpresa. Hasta hace solo una semana, recibí comunicaciones del equipo organizador del Ministerio de Cultura respecto a las fechas para mi participación en la FIL Guadalajara y me adelantaron que desde allá me invitaban a realizar visitas al menos a una escuela, como parte del programa externo que tiene una feria como esta. Estaban realizando reacomodos, dado el anuncio de que la lista de la delegación peruana se ampliaría para incluir a un número mayor de representantes regionales y cultores de la narrativa oral.
La sorpresa fue encontrarse, de repente, con que siete autores habíamos sido retirados. O sea, para incluir a más, excluyen, sobre todo a mujeres. Aluden a que ya hemos participado en otras FIL. ¿Acaso somos las únicas autoras de esa delegación que ya hemos asistido a otras FIL en el continente? De cara a los bajos instintos, por lo bajo, por redes sociales, como es ostensible, señalan que a las autoras retiradas, Gabriela Wiener, Katya Adaui, Carmen Mc Evoy y a mí nos sacan porque somos “de la argolla”. Esto provocaría risa, si no fuera por toda la misoginia que trasunta. No importa cuántos libros hayamos publicado, cuántos esfuerzos a lo largo de años nos ha costado cada paso avanzado. Qué fácil resulta difamar señalando que si somos mujeres y nos invitan a eventos internacionales, es porque somos parte de una argolla, porque nos lo dan de favor. De un plumazo, a punta de insinuaciones perversas, pretenden borrarnos. Como si no hubiéramos trabajado durante décadas en múltiples ámbitos de la investigación, el periodismo, la docencia o la escritura, como si cada premio nacional o internacional, cada buena reseña y crítica recibida por nuestros muchos libros o nuestro trabajo cultural, surgiera del aire o fuera digitada por un padrino.
Todo esto alarma, porque muestra un normalizado maltrato a quienes trabajamos en el sector cultural; también apena y preocupa hondamente porque denota, de parte de las altas esferas que tomaron esa decisión, grandes dosis de inquina, mediocridad y misoginia, además de un manejo improvisado y deficiente de la política pública.”
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