Enanos toreros, bufones de velorios, guerrilleros arrepentidos y boxeadores caídos en desgracia. Masacres amenizadas con gaitas, enfermeros de secuestrados, mutilados por las minas. Alcohólicos, perdedores, estrafalarios, maniáticos y el árbitro que expulsó a Pelé. Alberto Salcedo Ramos ha llegado a Lima invitado por la Cátedra Vargas Llosa para hablar de todos ellos, sus personajes, en un ciclo de charlas académicas acerca de un oficio que aprendió en su pueblo caribeño del Arenal, donde las noticias no se leen, se cuentan.
Allí nació su vocación. Ese oficio que remonta al Inca Garcilaso de la Vega y Pedro Cieza de León, pasando por Hernán Cortés, López de Gómara, Francisco Ximénez y frailes como De Benavente y Vásquez. ¿Sientes semejante peso histórico en tu pluma? “En América Latina, desde hace por lo menos un siglo, ya se informaba a través de relatos, aunque no existiera entonces el reportaje moderno que conocemos. José Martí decía que la crónica supuso un salto democrático porque permitió 'descentralizar la inteligencia', ya que llevó a la prensa ciertas plumas notables que antes estaban solo en los libros. Todos los cronistas latinoamericanos de mi época somos tributarios de aquellos pioneros”.
VIAJES ESPACIALESQuien habla –con ese típico cantito caribeño– es Alberto Salcedo Ramos (55), replicante latinoamericano de luminarias del género tipo Ryszard Kapuscinski, Gay Talese, Joan Didion o Tom Wolfe: escritores a caballo entre la literatura y el periodismo que hacen uso de este como instrumento para narrar, no como fin. Eso sería la crónica. O, en palabras del entrevistado, “lo que verdaderamente quieres contar, aquello que escribirías aunque no te pagasen, la versión inesperada de los hechos que se ven en la prensa”. Concretamente, en revistas como “El Malpensante”, “Gatopardo”, “Etiqueta Negra” o “Ecos”.
Ante semejante proliferación de narradores, ¿sería posible hablar de un archivo general de Indias 'posmo'? “Justamente es uno de los temas que trato en el ciclo de conferencias. Estamos viendo una situación inversa a la que señalaba, en su momento, José Martí: los cronistas están migrando otra vez de los medios a los libros. Muchos de los medios que publicaban nuestras crónicas hace diez años se han ido cerrando por problemas económicos. La pauta se marca ahora desde el periodismo de datos. A propósito, te confieso que no entiendo el nombre de esta tendencia, por cuanto todo el periodismo es de datos”.
Consultado acerca de la vigencia histórica de la crónica, que inunda los medios más potentes de esta parte del mundo, dice que no siempre fue así. “Te diría que, con mucha frecuencia, este género ha sido marginal en la gran prensa. Por ejemplo, en un diario de Colombia había un editor al que no le gustaba ninguna publicación que tuviera más de cinco párrafos. El tipo hizo poner a la entrada de su oficina un cartel que decía lo siguiente: 'Si usted busca más espacio, vaya a la NASA'”.
MORDER EL POLVO¿Y cómo organiza Salcedo la enseñanza en sus talleres de crónica? “Hay espacio para las reflexiones sobre el oficio y, por supuesto, para reportear y escribir una historia”. Dice también que prefiere un reportero con polvo en los pies que frente al Twitter. Pero, ¿contar bien no es cuestión más de estilo que de sudor? “Nada riñe con la necesidad de que la escritura de la crónica tenga belleza estética. Solo digo que antes de hacerlo tienes que investigar. Puedes ser el mejor prosista del planeta, pero si no tienes una investigación sólida, te diré que te devuelvas para que reportees como corresponde, y solo después de que hagas bien esta tarea hablaremos de escritura”.
Ganador de diversos premios periodísticos –Rey de España, Ortega y Gasset, Nuevo Periodismo, Le Prix du Livre du Réel–, “contador de historias magnético” (Leila Guerriero) con “una mirada portentosa” (Jon Lee Anderson), Salcedo ha publicado ocho libros en solitario pero una multitud de antologías y recopilatorios contienen su pluma. ¿“Boxeando con mis sombras”, su último volumen, lo encuentra mejor parado en el ring? ¿Mejor entrenado, más afiatado, asimilando mejor los golpes?
“La sombra es un elemento importante en el boxeo. Antes de lanzar un puñetazo contra su rival, el boxeador aprende a tirar golpes contra su propia imagen reflejada en el espejo. Es como decir que dentro de uno también hay alguien que, de vez en cuando, merece que lo sacudan. Por ese lado enfocaría la analogía que acabas de hacer”. Los laureles se usan en los poetas y los tallarines, dijo un célebre bardo peruano. Un autor multipremiado como tú, ¿para qué cree que sirven las preseas? “Alma Guillermoprieto dice que los periodistas somos espectadores de primera fila en el gran teatro de la historia. Esa situación es excitante y sin duda constituye nuestro mejor premio”.