Se ha ido Chachi Sanseviero. Queda, en una esquina de Miraflores, su visión de lo que una librería debería ser. Reacia a promover la jugosa literatura de autoayuda, Chachi consideraba que un librero no debía vender cualquier cosa, que una librería no debía tenerlo todo. “Debe tener lo que tú quieras que tenga, para el público que quieras tener”, nos dijo en una entrevista concedida a este Diario en agosto del 2016.
Inaugurada hace 45 años, fue en la calle Miguel Dasso de San Isidro donde la librería tuvo su ubicación original. Allí, Chachi y su esposo Eduardo fundaron la que se convertiría en una institución libresca con la idea original de vender libros “raros, viejos y curiosos”. De ahí el nombre del establecimiento.
Ya sin Eduardo, el traslado al nuevo local de la calle Bolognesi parecía una tarea titánica que Chachi supo ejecutar sin dejar de lado una pieza fundamental: el rincón con el tablero de ajedrez. Eduardo había sido gran ajedrecista y ameno organizador de tertulias cuyo espíritu Chachi intuyó que no debía faltar en el nuevo espacio. De aquella conversación que sostuvimos con Chachi, rescatamos estas líneas que se quedaron en el tintero. No sin antes recordar aquellas palabras que el novelista Paul Auster dedicara a la insuperable magia de un buen libro: “Entras en el mundo del libro como si fuese tu propia vida; hueles las cosas, las tocas, tienes pensamientos complejos e intuiciones, te encuentras en un mundo tridimensional”.
— Pasados los 70 años, ¿cómo vas percibiendo el paso del tiempo?No me angustia la edad ni el paso del tiempo. Al contrario, me adapto, me siento muy bien con mi edad, con lo que hago y los cambios que se van dando, pero cuando miras para atrás te das cuenta de que hay cosas que hacías de rutina y que has dejado de hacer. Antes venía caminando desde mi casa en Magdalena hasta la librería, por ejemplo, tratando de alargar el camino, leyendo el periódico.
— ¿Y qué es lo que más disfrutas en la vida?Antes que nada tener cerca a mi hijo y a mi nieto. Y la librería. Porque lo tengo a Eduardo allí, y estoy haciendo lo mismo que él me enseñó.
— Alguna vez dijiste que tu abuela te decía marimacho porque te trepabas a los árboles. ¿Qué es lo que más te ha gustado vencer sobre el rol predeterminado de las mujeres?Nunca le di pelota ni me sentí acomplejada, y toda mi ropa es masculina. Mi papá me dio libertad en todo, fue maravilloso, me dejó libre. Lo único que hizo fue decirme “quiero que escuches esto porque no te vas a olvidar nunca en tu vida”. Era el primer discurso de Fidel Castro. Yo tendría diez u once años y lo escuché más de dos horas ahí sentada al lado de la radio. Mi mamá era un personaje muy apagado, muy detrás de papá, muy dependiente de él.
— Tu propia relación con Eduardo, sin embargo, fue más bien de estar al lado de él, y no detrás.Era una maravilla, era como si fuéramos uno solo. Yo le resolvía todo a Eduardo, y le resolví el tema de sus hijos. Él era perfecto, tenía un sentido del humor maravilloso. Todo el mundo lo quería por eso. Se burlaba de todo, era muy inteligente.
— ¿Y cómo es la propia biblioteca de Chachi?Tengo una pequeña biblioteca en casa, de los libros que duermen conmigo, en la mesa de noche. En la librería leo más, pero no es que leo todo, eso es mentira. El librero lee parado, agarra un libro, lee, salta las hojas, ordena, camina.
— ¿Qué te da paz?Soy una iracunda, pero me da paz estar con mis amigos, me da paz estar en mi oficina, que es mi cueva. No diría que me dé paz salir y mirar el mar, porque lo veo con mucho miedo, me angustia esa masa de agua tan terrible. Yo soy tierra.