El sentido primario de la palabra ilusión es el siguiente:
“Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.”
La ilusión es, pues, un error de los sentidos o del entendimiento, que nos hace tomar las apariencias por realidades. Illusio, en latín, se deriva de illúdere, que entre otras acepciones tiene la de engañar.
Ilusión, en este sentido primario, es pues sinónimo de engaño, error, imaginación, quimera, fantasmagoría, vale decir, equivocación de los sentidos o figuración vana de la inteligencia, desprovista de todo fundamento. La acepción secundaria de ilusión reza así:
“Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.”
Ilusionarse es forjarse ilusiones, hacérselas.
Que yo sepa, el único pensador que se ha ocupado detenidamente de la ilusión ha sido el filósofo español Julián Marías, discípulo importante, acaso el más, de don José Ortega y Gasset. Marías ha publicado un Breve Tratado de la Ilusión. Expondré inmediatamente sus principales ideas al respecto.
La ilusión radica en esa dimensión de la vida humana que es su condición futuriza, es decir, el hecho de que, siendo real y por tanto presente, actual, está proyectada hacia el futuro, intrínsecamente referida a él en forma de anticipación y proyección.
La ilusión es, como dice Marías, futuriza, sí, pero también es un futurible, vocablo con que se designa lo futuro condicionado, que no será con seguridad sino que sería si se diese una condición determinada.
Si la ilusión es una esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo, si la ilusión es una anticipación del goce, entonces, ¿no debería ser una esperanza fundada? Porque es muy fácil fantasear e ilusionarse infundadamente.
Muchas ilusiones de la gente, las más, no tienen verdadera realidad, quiero decir, fundamento bastante para que se cumplan. Esto significa que, en general, la acepción secundaria de ilusión, esto es, esperanza, no se ha desprendido enteramente de la irrealidad que caracteriza la significación primaria de esta palabra.
A veces la irrealidad de la esperanza es cabal, como por ejemplo cuando Dyer dice a los intonsos que “el cielo es el límite”, endilgándoles una ilusión vitanda. Pareja vitandidad se aprecia en la ilusión de que el amor, el sexo y el matrimonio son combinables y que la combinación resultante es funcional. La verdad es todo lo contrario: semejante combinación es completamente disfuncional.
De estas ilusionzuelas (uso este neologismo por lo despectivo, claro está) hay muchedumbre, y lo peor es que muchísima gente se complace en ellas.