Tratar de descifrar lo imprevisible o el misterio: algo parecido es lo que se propone el psicoanálisis. Comprender la influencia del inconsciente en nuestros actos y detectar patrones de conducta pueden ser aventuras fascinantes. Son periplos posibles de ser encarados con agudeza profesional, creatividad y ludismo, como para estar en sintonía con los hallazgos, azares y travesuras de la vida. Esos viajes han sido emprendidos con devoción y sabiduría por el doctor Max Hernández Camarero (81 años), un pilar del psicoanálisis en el Perú. Él es el homenajeado del libro “En el juego de la vida”.
Este título puede generar más de una interpretación. Los editores de la publicación –Raúl Fatule, Carla Peralta y Marie Saba– optaron por relatar una historia para referirse a él. Ellos apuntan: “Max suele contar a manera de anécdota que al momento de postular al Instituto de Psicoanálisis en Londres, durante su entrevista, su interlocutora lo increpa: '¿Usted cree que el psicoanálisis es un juego?'. Max, siempre inmerso en el juego de la vida, orgullosamente responde: 'La verdad, no lo había pensado antes, pero ahora que lo dice usted, me doy cuenta de que sí'”.
CONFESIÓN Y ADMIRACIÓNUna faceta conocida de Hernández es la de analista de la turbulenta política y realidad peruana (no sorprende que él haya sido secretario técnico del Acuerdo Nacional durante varios gobiernos). Pero “En el juego de la vida” va más allá de ese rostro visible de un humanista multifacético y esencial. El ingeniero e investigador Francisco Sagasti anota en el prólogo: “Las cinco partes del libro se articulan alrededor de su labor como psicoanalista y maestro, sus exploraciones para responder a los desafíos psicoanalíticos contemporáneos, sus reflexiones sobre el Perú y América Latina, su afición por la literatura y la tauromaquia, y su profundo compromiso con nuestra humanidad, con todos sus matices”.
Familiares, amigos y colegas han sido convocados para rendirle tributo. Emocionan esos testimonios personales. En su texto, su colega Jorge Bruce comenta: “La vida no es, por supuesto, un largo río tranquilo. Más bien, como le he escuchado decir a Max, es, en efecto, como una película francesa: ya está terminando y todavía no sabes de qué se trata”.
Y la psicoanalista Teresa Bolaños anota: “Aceptar nuestra soledad nos permite aceptar nuestro dolor y poder tolerar y comprender la experiencia de la soledad y dolor del paciente. En su trabajo 'De la intimidad' (2016), Max dice: 'En el 'setting' se da el encuentro de dos soledades’. En otro momento señala: ‘Procesos de cambio que pueden darse si y solo si el paciente sabe que está solo’. Recuerdo que en varios momentos de mi análisis, ante experiencias de frustraciones y desencuentros, Max me decía: 'Solo como el sol'”.
CUANDO LA SANGRE HABLAPero acaso las palabras más sentidas del libro son las de los familiares de Max Hernández, quienes son presentados por Saúl Peña –su amigo y portento del psicoanálisis en el Perú– de esta manera: “Conozco a sus hermanos: Lucho, de insondables dimensiones humanas, poeta, artista y médico, y Carlos, un excelente médico y gran persona. A sus hijos: Nania, bióloga; Max, artista plástico; y Rafael, publicista. He conocido a sus amores, me inspiran reconocimiento, afecto y cariño” (vale recalcar: efectivamente, el entrañable poeta Luis Hernández, quien falleció en 1977, fue hermano de Max).
Su hijo Rafael escribe: “Pienso en una frase de Umberto Eco en 'El péndulo de Foucault': 'Aquello en lo que nos convertimos depende de lo que nuestros padres nos enseñan en ratos perdidos, cuando no están intentando enseñarnos'. Me gusta. Y creo que a ti también te gustaría. La idea de una bitácora de esos ratos perdidos –de 'todos estos ínfimos, esos heroicos acontecimientos'– que resultaron inesperada y decisivamente formativos”.
Nexos y tesoros afectivos que giran alrededor de una charla acerca de “2001: odisea del espacio”, el clásico de la ciencia ficción, o de la novela “Rebelión en la granja”. Una cartografía personal en estado de –acota Rafael– 'work in progress'. El viaje vital continúa.
FRAGMENTO DE “EN EL JUEGO DE LA VIDA”MAX HERNÁNDEZ SEGÚN EL PSICOANALISTA Y AMIGO SAÚL PEÑA“Iniciamos nuestra formación en Londres, al lado de figuras entrañables del psicoanálisis mundial y, al volver —yo a fines de 1969, Carlos Crisanto en 1972 y Max en 1973—, los tres formados en el grupo Independiente, emprendimos la tarea de introducir el psicoanálisis en el Perú, no obstante que Honorio Delgado fue su introductor teórico en 1915. Esto significó una entrega en alma, vida y corazón al lado de quienes empezaban a formarse como psicoanalistas con nosotros [… ] Nuestra relación es fructífera, positiva, aparte de ser los maestros de quienes estaban en formación. Estamos felices de haber contribuido al desarrollo de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis […] La identidad del grupo peruano, ayer como hoy, se destacaba por ser humanista, dialéctica, existencial y antidogmática, donde predominaban los valores de libertad, responsabilidad y ética. Nuestro interés no se limitaba al psicoanálisis: nos interesábamos también por la medicina general, la filosofía, la antropología, la historia, la sociología, la lingüística, el arte y la política”.