Cuando con escasos 21 años Lizardo Cruzado Díaz (Trujillo, 1975) publicó “Este es mi cuerpo”, su primer libro, contó con un despliegue periodístico inusual entre los poetas de su generación. Ya desde principios de la década, Cruzado era bastante conocido en el norte del país siendo apenas un quinceañero, debido a una serie de galardones obtenidos en diversos concursos regionales. Esta atención mediática y crítica por parte de la prensa cultural lo convertirían en uno de los personajes incuestionables de la poesía de finales de siglo. “Esta es la voz de los noventa”, llegó a sentenciar, enfática, Rocío Silva Santisteban en su entrañable página de reseñas de la revista “Somos”.
No le faltaba razón a la autora de “Ese oficio no me gusta” para ser así de tajante. La reciente y muy buena reedición del libro de Cruzado nos permite apreciar cómo en sus composiciones confluyen de manera absolutamente natural el humor procaz, mordaz e irreverente, las angustias de la pubertad y la posición escéptica y airada que caracterizaron la actitud y la obra de una buena cantidad de los jovencísimos y desconcertados poetas de esos años. Lo llamativo es que utilizando esos materiales –con los que sostenía haber fundado una nueva corriente literaria, el “realismo chistoso”– el poeta superó las expectativas que se guardaban en torno a esa tendencia afectada, coloquial, rudamente escéptica y provocadora que algunos críticos definían como poesía light. Pero eso no quiere decir que su discurso se sostenga solo en la desfachatez de su ímpetu contestatario: una lectura atenta del libro delata que su autor había estudiado la obra de Javier Sologuren, Antonio Cisneros y Jorge Eduardo Eielson, sirviéndose de lo mejor de cada uno de ellos hasta extraer de ese aprendizaje una dicción propia y particular.
En “Este es mi cuerpo” encontramos un puñado de poemas de notable acabado que con justicia pueden figurar en cualquier antología de poesía peruana, como es el caso de “Vosotros sois, Papá, Indigestión contemplando el ocaso” y, especialmente, esa joya titulada “Para M.M. (O sea, para Marilyn Monroe; para Mi Madre)”, quizá su logro máximo y uno de los textos más rotundos que ha generado nuestra lírica en los últimos 30 años. Sus versos finales son de una demoledora belleza: “Ambas / fueron desgarradoramente felices / e infelices también –desgarradoramente–. // La única y pequeña diferencia es que Marilyn reventó / al tomarse cincuenta cápsulas de nembutal / y que Mi Madre / me parió a mí. // Lo cual / verdaderamente es casi lo mismo”.
Si algo le faltó al debut de Cruzado fue un buen editor, y en esta relectura ello se hace más evidente. Si bien “Este es mi cuerpo” contiene un par de decenas de poemas que demuestran un talento poco común, no logran conjurar del todo la severa irregularidad y las falencias de los restantes que también lo conforman. Muchas de estas piezas, celebradas en su momento por su frescura y desenfado, 20 años después no pasan de ser desvaríos de entrecasa, ocurrencias consignadas en las páginas finales de un cuaderno escolar (“Papá / está en Mamá // porque / Mamá / tiene / papada”; “Solo quiero / que / la paloma de la paz / se haga el dos / en mi pecho”). El balance general del libro, no obstante, es muy satisfactorio y el paso del tiempo –el mejor crítico que hay– mantiene mucho de su adolescente legado en pie. El vate amenaza con su regreso al ruedo y anuncia inminente libro después de décadas silenciosas dedicadas a investigaciones en hospitales psiquiátricos de Trujillo y Lima. Solo esperamos que la ironía siga presente.
AL DETALLE:Título: “Este es mi cuerpo”Puntuación: 3 1/2 de 5 estrellas.Autor: Lizardo Cruzado. Editorial: Pesopluma. Año: 2018. Páginas: 224. Relación con el autor: conocidos.