Las carreras del maltés Joe Sacco y del peruano Jesús Cossio (JS y JC, a partir de aquí) siguen sendas muy parecidas. Ambos prefieren identificarse como dibujantes, a secas, antes que caer en etiquetas del tipo “novelista gráfico”, “historietistas documental” o similares. Aunque en ellos la pasión por el dibujo apareció temprano, supieron utilizarla para reportar hechos reales y a menudo repletos de violencia, conflictividad y dolor.
“Lo que siempre he tenido claro es que para dibujar debo tener una historia. Fue así desde que tenía seis años e hice mis primeros dibujos, en una época en la que mi mamá estuvo internada en un hospital”, recuerda JS en la mesa “Representaciones del conflicto”, que compartió con JC, bajo la moderación de Daniel Jiménez.
Esa conjunción entre el trazo y la narrativa es la que lleva a JS a afirmar, tajante, que “no hay nada más perfecto que el cómic”. Y lo suyo no fue una afición por el cómic más comercial, el de superhéroes, por ejemplo; sino uno arraigado en caccapítulos mucho más ligados al mundo real. Lejos del escapismo ilusorio de la imaginación, sus dibujos siempre han tratado de reflejar hechos concretos, verdaderos.
JC, autor de trabajos como “Rupay” y “Barbarie”, piensa parecido: “Nunca me gustó retratar la violencia a través del espectáculo o el glamour, como se acostumbra. Prefería siempre captar lo cotidiano, como cuando me voy a la audiencia de un juicio por desaparecidos y trato de dibujar sus rostros, sus trajes, detalles que la televisión u otros medios prefieren ignorar”.
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Jesús Cossio conversando con Joe Sacco en el Hay Festival Arequipa 2016.
ENSAYO Y ERROREn cuanto a los procedimientos para sus trabajos, JS y JC coinciden en métodos cambiantes, que se han transformado con el tiempo o que los han llevado a corregir errores. JS cuenta, por ejemplo, que durante la investigación para “Palestina” –una de sus mejores obras– fue siguiendo un camino azaroso, introduciéndose en el terreno del conflicto sin pensar en los riesgos. “Hoy no podría hacer eso. Ahora se necesita siempre algún contacto que te introduzca en el escenario que se quiere investigar”, dice.
JC, por su parte, reconoce que sus primeros trabajos tendían al error de polarizar la violencia entre “buenos” y “malos”, cuando en realidad hay muchos más matices. “En la guerra interna peruana de los 80 y 90, la palabra ‘conflicto’ es mucho más amplia que la palabra ‘terrorista’. No se puede simplificar a la víctimas, en especial”, señala.
Y sobre las formas de buscar y graficar la violencia, JC asegura que es importante el trabajo de archivo para transmitir con el mayor detalle posible lo que se quiere representar, alejándose de los típicos lugares comunes del periodismo y la historieta.
JS, en cambio, asegura que el dibujo “es un poder y peligro” a la vez y que se maneja como un filtro de lo que es la violencia, pues no todo se puede mostrar de forma explícita, sino que en algunos casos es mejor sugerir.
“Por eso cuando entrevisto a alguien estoy en un proceso más frío más clínico –explica sobre su proceso–; pero cuando lo paso al papel sí debo pensar más profundamente: la violencia ocurre verdaderamente allí, en las páginas donde dibujo”.