El premio Copé de Poesía de este año ha sido otorgado a “Ciertas formas del fuego”, el libro debut de Daniel Arenas, un joven prácticamente desconocido en la escena literaria local. No es un poemario de excesivas pretensiones, sino más bien conciso, de composiciones sencillas y en general bastante eficientes; sin deslumbrar, exhibe versos felices, algunos textos redondos y sobre todo una sensibilidad que lo aparta del típico cuaderno juvenil de ejercicios sin mayor calado. Una lectura atenta va descubriendo el sustrato con que Arenas ha modelado esta primera tentativa: se apoya en el discurso conversacional de voces reconocibles como las de Antonio Cisneros, José Watanabe y especialmente la de Rodolfo Hinostroza. Lo último es una circunstancia nada extraña entre ciertos poetas jóvenes, quienes seducidos por el filón mitológico hinostroziano, exploran -y en los peores casos, remedan- aquel universo de dramáticos símbolos y de erudita objetividad que el autor de “Contra natura” concibió.
Daniel Arenas muestra sus influencias, pero a la vez demuestra su inteligente y hábil manejo de ellas, logrando por momentos que estén al servicio de la consecución de una voz propia, fluida y de despojada tensión expresiva. En cuanto a Hinostroza, ha preferido adentrarse en una de sus facetas menos frecuentadas, la íntima y familiar (otro poeta que lo ha hecho es Víctor Ruiz Velazco en su primigenio “Aprendiendo a hablar con las sombras”). Amparándose en la sombra poemas como el formidable “Del infante difunto”, Arenas construye una serie de textos donde la confesión privada y la ternura suelen alcanzar una acertada resolución sin caer en el facilismo o en la sensiblería: “Antonio, / tú también habrías reído. / A veces quisiera entrecerrar las manos / para apresar el instante justo / en que vienes a mi memoria / pero los trabajos me niegan / los ojos y también toda mirada”.
Cuando Arenas elige el tema amoroso, las resonancias poundianas se evidencian en piezas como “Para Laura” que evoca con dignidad a la Francesca del miglior fabbro: “Tú te mereces toda la frescura / del suelo en una tarde de verano / y el sol y el mar y toda venganza que añore tu pecho (…) los teatros de sombras que proyectan tus ojos / el silencio, el vino, la música, / el rincón de la casa donde te echas a dormir / como un cuerpo lascivo, / Laura querida”. Otra veta casi siempre bien aprovechada es la del paseante contemplativo en busca de la imagen secreta largamente codiciada, cuyo paradigma aquí homenajeado es Martín Adán: “Qué haremos en este mundo de legañas y hortalizas, Martín, mi Martín. Ahora que la Rosa es simplemente rosa y la demuele el triste arado del municipio cada tarde”.
Menos importantes me parecen los poemas que parten de ficciones clásicas (como la sección dedicada a “Los miserables” o el apartado final, “Retrato de Ana Arkadievna sobre fondo de agua y naturaleza muerta”). En estos Arenas se entrega al vaivén de las imágenes, algunas muy bellas (“Los pliegues blancos de tu vestido como una playa fría donde no encalla nadie”), pero se hace patente la falta de dirección que sí encontramos en otras latitudes del poemario. “Ciertas formas del fuego” no es un libro novedoso ni audaz, aunque tampoco un producto meramente epigonal: hay en él una esencia personal en agraz que, cuando madure, nos ofrendará frutos más originales y acabados. Estaremos pendientes.
Autor: Daniel Arenas
Ediciones Copé, 2022. 68 pp.
Relación con el autor: conocidos.
Valoración: 3 estrellas de 5 posibles.
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