Qué significativo es que la biblioteca más importante del Perú naciera al mismo tiempo que el país lograba su independencia. Ocurrió en 1821, un mes después de la proclamación del 28 de julio, cuando don José de San Martín firmó un decreto para su creación y donó él mismo 600 libros para que la colección comenzara a florecer.
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Desde entonces, sin embargo, la bicentenaria Biblioteca Nacional del Perú (BNP) ha atravesado una historia dramática: los saqueos y pérdidas durante la ocupación chilena en la Guerra del Pacífico; el trágico incendio de mayo de 1943, que arrasó con valiosos títulos; e incluso los robos ocurridos desde sus propias entrañas en los últimos años. Un cúmulo de desgracias frente a las cuales, de una u otra manera, logró recuperarse.
Hoy, 200 años después de su génesis, se puede anunciar que la Gran Biblioteca Pública de Lima será remodelada, y no hablamos de una intervención menor. La inversión final será de S/45 millones y se espera que las obras comiencen a inicios del próximo año.
“Este es el proyecto más importante, al menos en términos de infraestructura, que se realizará en el marco de los 200 años de la Biblioteca Nacional”, explica el jefe de la institución, Ezio Neyra. “Ya se ha aprobado el perfil del proyecto y está prevista la realización del expediente técnico para el último trimestre del año para que las obras empiecen en enero del 2022, con un año y medio de duración de los trabajos”, agrega.
Según Neyra Magagna, este proyecto de inversión pública abarcará mejoras en la infraestructura, en la distribución de espacios, la gestión de las colecciones, y pondrá en el centro de la experiencia al lector, incluso con espacios al aire libre. “Todo se está haciendo con las últimas tendencias mundiales en términos de bibliotecas públicas –explica–. Va a haber un antes y un después de la Gran Biblioteca Pública, sin duda. Cuando veo los planos y las imágenes, me emociono más”.
MÁS ALLÁ DE LIMA
Un empuje que no viene solo, por supuesto. Aunque la renovación de la Gran Biblioteca Pública será el proyecto más importante por el bicentenario de la institución, ya se ha ido avanzando con una serie de mejoras en infraestructura. Allí están las remozadas Estaciones de Bibliotecas Públicas (EBP) en Lima: en El Agustino, La Victoria, Comas y hace tan solo unos días en el Rímac. Espacios que no necesariamente tienen las dimensiones de una gran biblioteca, pero que generan una enorme valoración e identificación.
“Estas EBP en algunos casos tienen más de seis décadas de funcionamiento y han atendido por lo menos a tres generaciones –cuenta Neyra–. Recuerdo que en la inauguración de la estación de Comas, una señora nos contó que ella acudía allí de niña y lo mismo hicieron sus hijos y, ahora sus nietos. Otra anécdota es que cuando comenzaron los trabajos de remodelación y se juntó desmonte en los exteriores, varios vecinos se acercaron molestos porque pensaron que la estaban destruyendo y querían defenderla. Esas cosas hablan de cómo los usuarios de la zona se han apropiado de ellas, porque se trata de lugares donde, en general, la infraestructura cultural es prácticamente inexistente”.
En esa línea, el jefe de la BNP también adelanta la próxima inauguración de la primera Estación de Bibliotecas Públicas en el interior del país, específicamente en Cutervo, Cajamarca. Un proyecto que el propio Neyra describe como un hito, pues abre las puertas para una institución más descentralizada, problema que él reconoce como uno de los principales pendientes de la BNP.
“Lo vengo diciendo desde que asumí el cargo en enero del 2020: a los ojos de los ciudadanos de la mayoría de las regiones del Perú, la BNP es una institución que históricamente solo ha atendido las necesidades de los pobladores de Lima. Eso tiene que cambiar, y por eso hemos empezado a trabajar con gestores territoriales del Sistema Nacional de Bibliotecas, con un enfoque descentralizado. Y esta EBP de Cutervo es un hito porque será la primera vez que la BNP cuente con una infraestructura bibliotecaria gestionada por ella misma en una ciudad distinta a la capital”, agrega.
LEER PARA CURAR
La mayor apertura de la BNP también ha ocurrido desde la virtualidad, que de alguna manera se hizo posible por los desafíos que implicó la pandemia del COVID-19. El año pasado, por ejemplo, se implementó la Biblioteca Pública Digital, que ha llegado en menos de 12 meses a 35.000 usuarios; y a la par se ha desarrollado un trabajo de alfabetización digital, para que adultos mayores o personas sin experiencia con nuevas tecnologías puedan familiarizarse con los recursos ofrecidos.
“Las bibliotecas también contribuyen a luchar contra la desinformación –acota Neyra, a propósito de estos tiempos en que la posverdad parece cundir como nunca antes–. Desde las bibliotecas se accede a información que ha sido validada y contrastada y que proviene de fuentes confiables. Además, a través de programas de alfabetización informacional se busca que los usuarios aprendan a discriminar información, a reconocer y evaluar fuentes, y a hacer uso, en general, de información de calidad para que puedan tomar mejores decisiones”.
Por último, el jefe de la BNP destaca la pertinencia de impulsar estos espacios ahora que vivimos tan urgidos de cura y reconciliación. “Las bibliotecas públicas se erigen como espacios donde no se discrimina por el color de la piel, ni por razones religiosas, ni por opciones políticas. Y por eso no solo son instituciones democráticas, sino también democratizantes, porque contribuyen a dar acceso a la información y al conocimiento en igualdad de condiciones”, concluye. Aunque pueda parecer obvio, nunca está de más recordarlo.
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