En el artículo “O sea”, de su Diccionario de Dudas y Dificultades de la Lengua Española, Manuel Seco no dice ni pío de la antigua expresión equivalente, o séase. (Remito a la segunda edición del DDDLE, y no a la última, donde la locución o sea no merece un artículo independiente, sino un apartado –el octavo– del artículo que Seco dedica al verbo ser.)
Yerovi es usuario de o séase, lo cual motiva la siguiente nota del crítico Marcel Velázquez Castro: “El verbo ser es intransitivo, por lo cual llama la atención su uso pronominal.” (Leonidas N. Yerovi, Obra Completa, edición de Marcel Velázquez Castro, I, 209, nota 50.)
O séase era, entre nosotros, en la época de Yerovi, locución usual, y lo mismo en la España del Ochocientos. Baste decir que el príncipe de los paremiólogos, José María Sbarbi (1834-1910), en carta dirigida al filólogo Rufino José Cuervo (1844-1911), fechada en Madrid el 20 de octubre de 1875, le manifiesta haber recibido un ejemplar de las Apuntaciones Críticas sobre el Lenguaje Bogotano, pero “falto de las páginas 433-440, o séase del pliego 55”. El lingüista Ragucci, que cita esto, y que siempre pone notas a todo lo que le parece impropio, dudoso o bárbaro, no dijo esta vez esta boca es mía con respecto a la expresión o séase. (Cf. Rodolfo M. Ragucci, Literatura Española de los Últimos Cien Años, desde 1850, 449a.)
Tomábales el pelo Abraham Valdelomar a los parlamentarios y los trataba de useñoría y usía, y jugando con la u inicial de las voces recién dichas, escribía en sus crónicas parlamentarias u séase, según puede verse en la titulada “Mi palomita” y que se publicó en La Prensa el 5 de octubre de 1917. (Cf. Abraham Valdelomar, Obras Completas, edición de Ricardo Silva-Santisteban, III, 302; y en la edición de Willy Pinto Gamboa, 750.)
Otro ejemplo valdelomariano, constante en un artículo publicado en La Prensa el 17 de octubre de 1917:
“En el Perú hemos adelantado al punto de que los literatos, antes de diplomarse, ya son ateneístas, u séase almuerzan y comen luculescamente.” (A.V., O.C., edición de R.S-S., III, 318; y en la edición de W.P.G., 763.)
—Limícola—
Del latín limus, lodo, y el sufijo -cola, del latín cola, y éste de cólere, habitar.
Limícola significa, pues, que habita en el limo o lodo, en el fango, cieno o barro.
Como la televisión se ha convertido en un verdadero lodazal, los millones de adictos a ella están enlodados y enlodadísimos y han terminado por vivir en el fango; son los habitantes del cieno o lodo, los que moran en el limo; son, pues, limícolas; y lo peor es que les gusta serlo.