El último viernes fue incluida dentro del Bogotá39, lista que agrupa a los mejores escritores de América Latina menores de 40 años. La boliviana Liliana Colanzi, que presentó en Lima su libro de cuentos “Nuestro mundo muerto” (Santuario Editorial) y además participó de una mesa de narradoras organizada por la feria La Independiente, conversó con “El Comercio” sobre esta publicación.
Se trata de ocho relatos que develan aspectos raros y oscuros de una serie de personajes perseguidos por sus temores y castigados por sus debilidades. La autora nacida en 1981 conjuga modernidad y tradiciones ancestrales, produciendo así un libro de cuentos que no tiene pierde.
-¿Cuál es el elemento fundamental que debe tener un cuento para que te guste?
De una manera muy personal te puedo decir que un cuento que a mí me interesa es el que introduce la experiencia de lo extraño, el que crea una atmósfera y te conduce a un estado de desfamiliarización en el que lo real se vuelve extraño. Un cuento es la capacidad de crear un mundo en pocas páginas e introducirte en él.
-Tu tesis en la universidad de Cornell fue sobre cyborgs, monstruos y animales en la literatura. ¿Por qué esta temática parece perseguirte desde tu época de estudiante hasta hoy?
Siento mucha simpatía por los monstruos, los freaks, los alienígenas, por todos aquellos cuerpos que se alejan de la norma, y que simplemente porque su cuerpo presenta diferencias se les considera menos humanos. Un monstruo está entre la naturaleza y la cultura, furioso porque no puede pertenecer a ninguno de los dos ámbitos. Es un ‘inadaptado’. Y me parece que a partir de esta experiencia de no pertenecer es que se puede dar lugar a otros tipos de sociedades, comunidades, deseos, sexualidades, etc. Me interesa mucho la cuestión animal por varios motivos. Creo que como escritora la curiosidad más grande que tengo es cómo poder imaginar lo que es totalmente diferente a ti. Cómo un animal percibe, experimenta el mundo, siente el dolor y ve los colores. Esto me provoca curiosidad y fascinación.
-Pese a que el cuento “La ola” transcurre en Ithaca, está muy presente en el relato Bolivia y más específicamente Santa Cruz. ¿Mencionar a tu país es casi una necesidad en tu escritura?
Son casi ya diez años que vivo fuera de mi país, a pesar de que vuelvo todos los años durante casi dos meses. Y justamente esta distancia con respecto a Bolivia hace que regrese a través de la literatura en muchos de mis cuentos. Pero también dentro de Bolivia quise explorar territorios que no me eran del todo familiares. Uno de ellos es el Chaco, que incluso le da nombre a uno de estos cuentos. Así que la literatura para mí es también una forma de trasladarme a estos lugares que no conozco del todo y explorarlos de otras maneras. No me interesa tanto Bolivia como el terreno de lo conocido y de lo familiar, sino justamente explorarlo desde las aristas que me resultan menos familiares.
-Tu cuento “Marte” me remite a varias películas de misiones espaciales y los conflictos grupales que estas acarrean para los protagonistas. ¿Te ha influenciado el cine en tu trabajo como escritora?
“2001 Odisea en el espacio” es una de mis películas favoritas. La vi de chica una noche en la que dormí en la cama de mis padres. Esta imagen del niño estrella flotando en el espacio me impresiona de tal manera que es una sensación que no he podido olvidar hasta hoy. Me generó desconcierto y sobrecogimiento ver esta especie de feto que está flotando en el espacio y, además, este astronauta que de pronto se ve enfrentado a un montón de fenómenos extraños. Esa película me influenció mucho. Pero también me gustan mucho las sagas espaciales. Por ejemplo, “Life: Vida extraterrestre” tiene este monstruo, que es un pulpo extraterrestre que devora todo a su paso. Lo que más me llamó la atención de esta mala película no es el pulpo en sí, sino que los astronautas son muy humanos en los errores y tonterías que cometen para salvarse a sí mismos y a sus compañeros.
-La curiosa vida de un astronauta fuera de la tierra…
Me gusta la exploración de una figura como la del astronauta, pero no desde el heroísmo y la épica que puedes encontrar en películas como “Gravedad” o “Interestelar”, sino justamente desde la torpeza de muchas de estas acciones humanas. Me parece que estas grandes aventuras coloniales no se han nutrido de los personajes más inteligentes y no han estado envueltas en épicas, sino en situaciones que te demuestran la falibilidad de los humanos. Por ejemplo, si hablamos de la colonización de América, los que vinieron acá no eran necesariamente príncipes o profesores, sino más bien ex presos, aventureros o gente muy rudimentaria que venía a buscarse la vida a estos lados. Así que lo que quise imaginar en “Marte” fue una colonia humana no caracterizada por grandes personajes para la historia, sino más bien por gente con deseos muy humanos, muy mezquinos.
-En el cuento “La ola” la protagonista se llama a sí misma “un ser fallado”. ¿Son estos los personajes que más curiosidad te generan?
Los seres perfectos no tienen ningún interés literario. Me parece que la literatura se nutre de estas zonas oscuras, inquietantes, dolorosas, que es de donde justamente extraemos lo que somos. Muchos de los personajes de estos cuentos están tratando de escapar de esta herida original, aunque no saben necesariamente hacia dónde ir y se sienten arrastrados por fuerzas que los superan. En “La ola” hay la imagen de la ola como una fuerza que arrasa todo a su paso. Y un poco ese es el estado de ánimo de libro. Hay una sensación de una fuerza más poderosa que la voluntad misma de los personajes. Y esta sensación de lo ominoso, de este terror que provoca la presencia de algo que en algún momento fue familiar pero que regresa totalmente desfamiliarizado a través de la represión de algo. Esa es básicamente la figura del fantasma (en el cuento).
-Ya hablando de la vida real, ¿Ithaca simboliza la vida resuelta para cualquier académico o esconde también soledad y depresión?
Ithaca es una ciudad que se ha construido alrededor de una universidad y que tiene un clima algo extremo. Seis meses al año es invierno. Y es un lugar de mucha auto exigencia, que implica una gran capacidad de estudio y de trabajo que puede conducir a algunos a un límite. Influyó en (el cuento) “La ola” que el semestre anterior a mi ingreso a esta universidad seis estudiantes se suicidaron. Se sentía el fantasma de esto flotando en el ambiente, aunque nadie hablaba al respecto. La universidad nos ofrecía servicio de salud mental (antidepresivos y pastillas para dormir). Y eso está en el cuento.
-Finalmente. Tú tienes una columna en el diario boliviano “El Deber”. ¿Cómo ves la situación de la crítica cultural en tu país? ¿Existen los suficientes espacios para ejercerla?
Lamentablemente lo que ha pasado en los últimos años es que los diferentes espacios para generar esta crítica literaria y cultural se han ido clausurando por uno u otro motivo. Es una situación que se traslada a otros espacios, por ejemplo, en mi ciudad hace quince años había seis librerías y hoy existen solo dos. Hay demasiada precarización del circuito cultural en Bolivia porque no existe ningún apoyo estatal o privado a este tipo de iniciativas que se ven casi como una sobra.
SOBRE EL LIBROTítulo: “Nuestro mundo muerto”Sello: Santuario EditorialPrecio: S/39A la venta: Communitas, Escena Libre, Ibero.
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