Desde América Latina, solemos ver a España como un país unitario y estable, por lo que resulta difícil, allende el Atlántico, entender su actual crisis política. Para el escritor Sergio del Molino, uno de los invitados peninsulares más influyentes del Hay Festival en Arequipa, se trata de un desconocimiento mutuo: “Todos los países resultan desconocidos entre sí. No conocemos más allá de lo que sucede en nuestra calle y poco más allá”, ironiza el autor de “La España vacía”. Para Del Molino, resulta normal que se perciba a España como un país unitario porque, en buena medida, lo sigue siendo. Sin embargo, está claro, el ruido político se agrava.
“En general, la gente más o menos consciente en España sabe que vivimos en un rincón privilegiado del mundo, y que la solidez institucional es mucho más fuerte de lo que parece. Pero si decimos esto, nos acusarían de que estamos legitimando el statu quo. Este estado de histeria permanente en el que vivimos nos lleva a no valorar aquello que podemos perder”, alerta el escritor, quien en la cita mistiana presentó su libro más reciente, “Un tal González”, enfocado en el histórico líder del PSOE y tercer presidente del Gobierno de España entre 1982 y 1996. Con 81 años, Felipe González se mantiene como un personaje que influye e interviene en el debate de su país, aunque ya sin liderazgo político. “Ese tiempo terminó con su dimisión. Su obra política termina ahí”, dice.
“González es una figura actual y una figura histórica al mismo tiempo”, explica Del Molino a propósito de un líder incómodo, que genera polémica en su país alrededor de su legado. “A los españoles les hubiera gustado que se quedara callado, que se hubiera muerto, incluso. La suya es una presencia molesta”, afirma.
— ¿Por qué?
Porque tiene posiciones muy críticas con el propio partido socialista. Representa una lucha generacional dentro de la tradición del PSOE. Como sus propios gobiernos también fueron muy divisorios y polémicos, hay mucho odio hacia él.
— ¿Cuán justificada crees que es la crítica de González al gobierno actual de Pedro Sánchez?
En parte tiene razón. En parte es fácil compartir sus temores y su crítica a la deriva y al deterioro institucional del Gobierno. Él busca intervenir de una forma muy intensa, pero su tiempo ya pasó. Me parece estupendo que un señor mayor diga lo que le salga de las narices: a los 81 años tienes todo el derecho del mundo de decir lo que piensas. Pero es verdad que también participó de muchos momentos grises de la historia de España. No tiene la legitimidad para establecer una autoridad.
— ¿Crees que el carácter de los políticos de su época difiere de los de hoy?
Sí, porque la época difiere también. España era muy distinta y exigía otro tipo de políticos.
— ¿Cómo defines a los políticos de la transición?
Eran muy posibilistas. Anteponían el objetivo final, la estabilidad y la consolidación de la democracia, por encima de sus programas políticos e ideologías. La generación de políticos que confluyó vio eso muy claramente. Fueron capaces de ‘traicionar’ a los suyos, en beneficio de todo el país. Eso fue muy positivo y tuvimos suerte de que fueran capaces de verlo.
— ¿Y los políticos actuales?
Los políticos de ahora no tienen esa generosidad. Tampoco tienen un proyecto claro de país. Su perspectiva tiene más que ver con el corto plazo y con la permanencia en el poder. Vivimos una situación de mayorías políticas mucho más endebles, en una sociedad muchísimo más polarizada. La nuestra es una sociedad que no tiene un recuerdo tan duro de la violencia política. La generación de Felipe González operaba sobre una sociedad que tenía miedo en el cuerpo, que recordaba en sus carnes lo que fue la Guerra Civil, los fusilamientos, la represión política de Franco. Por el contrario, la generación de Pedro Sánchez, mi generación, no ha procesado las consecuencias de la violencia política. Creemos que en estas discusiones políticas la sangre nunca llegará al río, porque nunca lo hemos visto, a pesar de haber vivido bajo el terror de ETA y demás.
— Hoy día hablamos de una España polarizada, las últimas elecciones dan cuenta de ello. ¿Podríamos comparar esta división a la que sucede en Brasil, Estados Unidos o América Latina?
Sin duda, es un mal de época. Lo que diferencia el caso español es que no ha habido un líder carismático populista que se haya aprovechado de esta polarización. No ha habido un Trump, un Bolsonaro, una figura capaz de instrumentalizar el descontento y el malestar difuso de las masas. Pero la dinámica de la polarización y del malestar concreto de mucha gente que se siente excluida del sistema ocurre en todos los países y en España se expresa con sus propias tradiciones.
— Curiosamente, la derecha española acusa a Pedro Sánchez de carismático y populista…
Hablar de Pedro Sánchez como una persona carismática es hacer un chiste. Es una persona muy gris. Lo que pasa es que es un político muy hábil. Sánchez no se mueve bien en el discurso de las masas, no es un tribuno. Es un hombre de despachos y de camarillas, muy hábil como político conspirativo. Pero es un orador pésimo, incapaz de conectar.
— ¿Qué tan peligrosa ves la negociación de Sánchez con el independentista Carles Puigdemont para conservar el gobierno?
Ahora es muy difícil hacer vaticinios, veo una enorme incertidumbre. Hay mucha gente que prevé un deterioro institucional, el fin del Estado de derecho, incluso alertan sobre una especie de apocalipsis. Otros, los partidarios del gobierno, ven todo lo contrario. Yo no tengo claro ninguno de los dos escenarios. Tengo mis dudas de que nos aboquemos a un apocalipsis. Pero lo que se ha introducido en la ecuación es una incertidumbre enorme, lo que hace vano cualquier análisis. Los puntos de acuerdo con Puigdemont y su partido Junts per Catalunya son un montón de vaguedades. Convertir cada uno de ellos en leyes puede llevar toda una legislatura. Ahora mismo la estabilidad del gobierno es muy frágil. Sacar cualquier ley costará una negociación muy dura. Es probable que esto conlleve a un gobierno inactivo y una legislatura muy corta. Creo que vamos a profundizar en la inestabilidad política en la que estamos enfrascados.
— ¿Crees que Sánchez terminará su nuevo mandato?
No lo creo. Lo veo muy difícil. Con esta composición tan heterodoxa, con partidos de derechas y antisistema, no creo que lo apoyen para aprobar leyes progresistas. ¡Puigdemont viene de una tradición de destrucción de la sanidad pública! Con esos compañeros de viaje es muy difícil afrontar las leyes estructurales que necesita el país para apuntalar un Estado social tan maltrecho como el español. Es muy difícil que Pedro Sánchez pueda sacar algo más allá que unos presupuestos y un par de leyes.
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