Toledo. (EFE). De igual modo que Cervantes concibió en una cárcel su inmortal “Don Quijote de la Mancha”, la adaptación “exprés” de esta obra al lenguaje de nuestra época también fue concebida por el escritor y periodista argentino Mario Paoletti, durante su estancia en una cárcel de Argentina.
Así lo subraya Paoletti, director del Centro de Estudios Internacionales de la Fundación Ortega y Gasset-Marañón en Toledo, coincidiendo con la publicación del “Quijote Exprés” en Argentina. El periodista explica que la idea de escribir esta obra la tuvo en 1977 en la cárcel de Sierra Chica, en Argentina, donde pasó cuatro años encarcelado durante la dictadura de Videla.
Allí, por primera vez, leyó íntegramente el texto de la novela, “en voz alta y lentamente”, para que durase los dos meses que, según las normas de la cárcel, le estaba permitido a los internos disfrutar de cada libro prestado, detalla Paoletti.
El escritor confiesa que la corriente de simpatía con el andante caballero fue “instantánea y duradera”, por lo que cuando acabó la lectura del libro se propuso la tarea de actualizarlo para “esos lectores que nunca se atrevieron con el Quijote en su versión clásica porque lo veían demasiado extenso y complejo”.
Sin embargo, este objetivo no pudo acometerlo hasta muchos años después, cuando la vida le dio “el respiro necesario para hacerlo” y fue precisamente en Toledo, la ciudad donde la novela de Cervantes había nacido hacía cuatro siglos y a la que Paoletti fue a residir tras salir de la cárcel, deportado por las autoridades militares.
En “Quijote Exprés” (editado por Emecé, del grupo Planeta), Paoletti somete el texto de Cervantes a lo que él llama “microcirugía literaria para limpiarlo del óxido del tiempo”, un proceso en el que ha perdido muchas páginas, unas 300, y todas las notas aclaratorias, “que ya no son necesarias”.
Este proceso de microcirugía es algo más que una mano de “chapa y pintura”, ya que este “Quijote Exprés” no se trata de “una adaptación como las que se han hecho para escolares ni de una simple puesta al día”, relata.
De hecho, Paoletti define su trabajo como una tarea de “transcribir un texto clásico y magnífico a las características del lector de hoy” y afirma que, “para conseguirlo, fue necesario hacer muchos equilibrios”.
Con todo, Paoletti predice que Cervantes hubiera aprobado su versión del clásico. Tan seguro se muestra el poeta del resultado de su trabajo que admite que es “incluso mejor” de lo que esperaba.
Así, explica que temía que, con tanta intervención, el texto “quedase plano' sin esa fuerza y ese ritmo que caracteriza el estilo de Cervantes”, pero considera que “nada de eso ocurrió”.