El escritor y crítico literario Richard Parra defendió con éxito en diciembre del año 2012 “La tiranía del Inca: El humanismo del Inca Garcilaso y la escritura política en el Perú colonial (1568-1617), tesis con la que logró un doctorado por la Universidad de Nueva York. Con algunas modificaciones, dicho trabajo se convertiría dos años después en el ensayo ganador del Premio Copé 2014.
El texto, que consta de poco más de 400 páginas divididas en siete capítulos, se vale de ciencias como la antropología y la historia para desmenuzar aspectos vitales del Inca Garcilaso, un personaje tan emblemático como misterioso.Conversamos con Richard Parra sobre su ensayo, el cual ya está a la venta en las principales librerías del Perú bajo el sello Ediciones Copé.
En tu discurso enviado la noche de la premiación invitas a leer a Garcilaso (y a los que ya lo leyeron, a releerlo). Partiendo de una frase incluida en tu ensayo, ¿qué riesgo corre alguien que lee al Inca sin una ‘actitud historicista’?
¿Riesgo a perder algo esencial? No. Su prosa poética, su consciencia del lenguaje, sus aspiraciones revisionistas, su oralidad coral, su paganismo, su rigor hermenéutico, su ironía, su crítica de los virreyes son palpables. Ahora bien, cuando lo comparas con los escritores y problemas de su tiempo (Sarmiento, el contrarreformismo, la inquisición, la persecución de judíos y moriscos, la violación sistemática de indias, el genocidio, el destierro mestizo, la extirpación de las idolatrías) aparecen factores no tan evidentes. Emerge un escritor disidente. También un mestizo a leer desde criterios andinos (quipucamayo, huakcho, pachacamac, viracocha, inca, auca); un “cristiano nuevo” que traduce a un judío prohibido como León Hebreo y que contradice al imperativo católico de conversión. Allí entiendes su sentido anticolonial.
¿Cómo fue transformándose el significado y las implicancias que conlleva el término tiranía con el paso de los años?
Primero fue un adjetivo aislado, hasta cierto punto un condimento para la exotización épica de la conquista. Luego sirvió para justificarla retroactivamente presentándola como una guerra contra la tiranía de Atahualpa; y para destruir el poder de los curacas y negar soberanía a los descendientes de los Incas. Esto fue sistemático con el virrey Toledo. Garcilaso lo critica diciendo que los incas no fueron tiranos, sino gobernantes justos con un modelo social, religioso y económico agrario centrado en el bien de la comunidad, diferente del extractivo-colonial-acumulador-capitalista del “tirano” Toledo. Además, invierte la idea de tiranía. Muestra simpatía por los tiranos que se rebelaron contra España. Para Garcilaso, “tirano” es “rebelde”.
¿Por qué consideras que Garcilaso no debe ser visto como un revolucionario sino como un reformista?
En un momento, destaco su reformismo, porque no plantea una ruptura directa, digamos explícita. Le era imposible por la vigilancia inquisitorial. Hay quienes lo ven, equivocadamente creo, como la expresión de un lenguaje colonizador. Su exaltación épica de ciertos conquistadores, el trato de la mujer, los africanos, los “bárbaros”, los “sodomitas”, los esclavos, generan rechazo en el lector multiculturalista posmoderno. Pero en otro lugar, tratando de entenderlo frente al imperialismo extirpador hispánico, encuentro que lo rechaza y que plantea algo revolucionario: un Pachacuti, el retorno de un nuevo Inca, que no es solo de una persona, sino de una civilización abierta a la mezcla, de una religiosidad asimiladora, de un nuevo ayllu andino, al que él nunca dejó de pertenecer. Así Garcilaso propone las bases de una América diversa, creadora de una cultura propia. Incluso habla de “reconciliación”, sin negar los antagonismos. Él mismo está definido por la contradicción, es como don Bruno de “Todas las Sangres” (libro de José María Arguedas).
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Richard Parra junto a “La tiranía del Inca” y también con un ejemplar de “Comentarios reales de los Incas” de Garcilaso.
¿Crees que se ha intentado reducir el papel de Garcilaso al de un historiador, dejando de lado factores como por ejemplo la potencia de su prosa, lo que lo convertiría en un escritor verdaderamente completo y comparable a grandes autores de nivel internacional?
Su escritura, su poesía, su musicalidad, su filosofía, su proyecto político panamericano, que los historiadores a veces pasan por alto, son elementos que lo sacan del mero recuento histórico y lo ubican cerca del ensayo y la literatura moderna, incluso metadiscursiva. Su obra es una crítica de la cultura ante todo. Es un intelectual comprometido. Pero su “bella prosa” no es un signo estilístico obediente. Su humanismo es alternativo, como el de Hebreo, Santa Teresa y Las Casas. Y, al compararlo con Bruno o (Baruch) Spinoza, no destilo eurocentrismo, sino que señalo que su modernidad fue una crítica formal y filosófica de su presente, y que creó una nueva consciencia crítica. Digo que su mirada era andina, pero no provinciana, ya que entendía el colonialismo como un proceso mundial. Sin embargo, tampoco hay que enaltecer su escritura para silenciar las tradiciones orales o a Guamán Poma. Comparándolos, la solución de Guamán Poma no me parece moderna, sino misionera. Garcilaso lo supera al plantear la convivencia de cultos, pero no lo neutraliza. Son autores antagónicos, pero también complementarios que se leen mejor en paralelo.
Siendo un hombre que se desempeñó en tantos y muy diversos campos y que recorrió tantos lugares del mundo practicando varias labores, ¿se podría decir que los escritos de Pedro Sarmiento de Gamboa sobre los incas tenía un interés determinado? ¿Cuál era?
Se lo acusó de brujería, de poseer un espejo fantástico. Es casi un personaje del realismo mágico. Pero sobre todo es un letrado propagandista del poder. Mi ensayo no ahonda en sus anécdotas, sino en el proyecto colonial que despliega en su “Historia Índica”. Y allí encuentro una máquina retórica imperial, un leguaje de “pura violencia” como diría (Frantz) Fanon. Sarmiento representa el antihumanismo imperial de Sepúlveda y Cortés. ¿Interés personal? Él lo dice: quiere mercedes del Rey, o sea dinero y poder político. Sin embargo, su texto nunca fue publicado y habría que ver por qué. Un hipótesis profana: porque es lo Real del colonialismo; porque es un texto insoportable para el lector imperial ya que lo deja ideológicamente desnudo.
¿Cuál es la explicación más exacta de la ‘continuidad’ ente la religión inca y el cristianismo de la que habla Garcilaso?
Es una “continuidad” contradictoria que opera con fisuras. Garcilaso dice que los incas eran monoteístas, que conocieron al creador, que lo “rastrearon” en la tierra (Pachamama) y usaron una palabra para nombrarlo: Pachacamac. Eso era un signo de civilización, de racionalidad, frente a un colonialismo que los privaba de esos valores. La conquista habría completado el conocimiento de dios y se habría cumplido una profecía. Pero hay un problema. El dios creador de Garcilaso posee rasgos paganos. Es también un dios “animador”, no desligado de la Naturaleza (natura naturans, diría Spinoza) como el dios cristiano agustino. Esa mezcla heterodoxa que Garcilaso asume estaba prohibida. Se dice que a Blas Valera lo encarcelaron y torturaron por plantearla. Para Garcilaso, la “continuidad” no implica un desengaño absoluto de las religiosidades andinas, que eran parte de su base económica agraria: he allí su anticolonialismo.
¿El acercamiento entre los jesuitas y los incas tenía solo un fin evangelizador o había otros intereses detrás?
El proyecto jesuita colonial era teológico-político-económico a la vez. Su misión mesiánica, la evangelización, tuvo tonos imperiales. Se manifestó culturalmente como un mestizaje orquestado, subyugante. Garcilaso se acerca a jesuitas heterodoxos porque fueron indigenistas, pero también propone un contrapoder contra la conquista espiritual. Supera el escolasticismo ignaciano y rechaza su sentido extirpador presente en los jesuitas oficiales como (José de) Acosta y (Pablo José de) Arriaga. Cultural y políticamente, Garcilaso sigue a Blas Valera, incluso dice que habla por él. Son una suerte de ayllu tenso, lo cual nos lleva a considerar también los Comentarios como una obra de Blas Valera.
Si tuvieras que rescatar uno o dos textos en específico. ¿Cuáles escritos de Garcilaso crees que demuestran más nítidamente la forma ambigua en como el este abordaba los temas más polémicos?
El final de “La Florida del Inca”: la historia de un indio, jesuita como Garcilaso, que termina traicionando a los europeos y al cristianismo. En “Los Comentarios”: Pedro Serrano, la definición de huaca, la formulación de Pachacamac, el trato a Atahualpa, la presencia de un discurso autonomista mestizo, su planteamiento de un Edipo colonial (Octavio Paz diría que los peruanos somos “hijos de la chingada”). En el final de los “Comentarios”, cuando defiende la resistencia armada de los Incas de Vilcabamba, Garcilaso nos deja una perturbadora pregunta formulada por el Inca Sayri Túpac: “¿Por qué no fuiste por mí a Vilcabamba?”
¿Cuál fue tu objetivo esencial al tentar un grado de doctor en la Universidad de Nueva York con una tesis sobre Garcilaso de la Vega?
Hacer una crítica marxista arguediana del colonialismo y también la revisión de un garcilasismo que subraya, aún hoy, su cristianismo e hispanidad, negando su crítica anticolonial y su posición andina pagana. Garcilaso es un autor endiosado por el criollismo católico y por cierto posmodernismo rendido a la globalización. Además, en las academias formalistas, no se habla de colonialismo, ni imperialismo, ni alienación, ni fetichismo, ni lucha de clases, sino de poscolonialidad, hibridismo, multiculturalismo, categorías que aportan descripciones estructuralistas, pero que dejan intacto el aspecto cristiano y económico del colonialismo-capitalismo, tema que, por ejemplo, trata ampliamente el filósofo judío León Rozitchner en “La cosa y la cruz”.
¿Qué tan importante te parece el premio Copé?
Su importancia radica en su carácter único, su constancia y en que ha premiado a escritores de distinto signo estético-político. Su carácter estatal es subrayable también, porque está sujeto a la crítica. Se habla de privatizar Petroperú, con lo cual el premio desaparecería. ¿Qué (empresa) extractiva privada que opera en el Perú tiene algo similar? Ninguna. No les importa. También hay una crítica para el Copé: la casi nula presencia de mujeres entre los jurados. Eso debe corregirse sin entregar el certamen a ninguna fundación oligárquica que lo convertiría en un premio a su ideología. El Copé debe mejorar y continuar.