La larga labor periodística de Luis Jochamowitz se ha caracterizado por ser un respiro en medio de toda la dura información con la que debe trabajar el periodismo. La lectura de sus columnas fueron (y siguen siendo) una oportunidad de dar una mirada al pasado a través de un cautivante estilo sin despegar los pies de la tierra. “Archivo expiatorio”, su última publicación, reúne varias de estas joyas.
Muchas veces cuando se publican recopilaciones de columnas resultan más bien un grito desesperado de la editorial por generar contenido y se refleja en textos fríos. Sin embargo, no sucede lo mismo con este libro. ¿Eras consciente de ese riesgo?
Hasta cierto punto sí, pero quizá hasta existe un demérito del mundo de los periódicos y las publicaciones porque te condena a lo inactual. En Caretas se dividían los textos entre actuales y inactuales, estaban los que escribían en política, que eran los importantes, y los inactuales que escribíamos notas que no salían en la portada de la siguiente semana.
Sin embargo, varios años después uno se percata de la riqueza de aquellos textos inactuales.
Sí pero varios años después si es que tienes la suerte de que se compruebe porque mucha gente se olvida.
¿Qué crees que han tenido tus columnas que han permitido que sobrevivan durante todo este tiempo?
Yo creo que hay un rasgo que me parece vital, uno que quizá se pierde por temporadas, que es la empatía. Si no sentimos una identificación hasta cierto punto personal con nuestros temas, hay frialdad y desapego.
¿También sobre quienes hablamos?
Así es.
Eso es algo que en una escuela de periodismo te dirían que no hagas.
Pero en la escuela de periodismo te van a decir cosas que están hechas para que las puedas contradecir. Todo en su momento y en su lugar, tampoco se trata de ir a un extremo a otro.
¿Te has cuidado de no llegar a esos extremos?
De repente yo he transitado esos extremos también, pero lo que yo siempre he querido es escribir. Mi objetivo, desde el principio, no era tener grandes destapes o el titular de mañana porque no tengo ningún talento para obtenerlo. Hay gente que tiene la visión, los contactos o el olfato, pero yo no. Lo que siempre he querido es escribir y al principio cuando tenía tu edad sentía mucha frustración porque percibía que no hacía ni periodismo ni literatura. Eso lo he venido superando con los años.
¿Sentías que te habías encasillado en ese trabajo mecánico de contar lo que sucedió el día anterior?
En algún momento sí.
¿Y cómo salir de ahí?
Por la empatía, quizá por descubrir el encanto, la verdadera imagen y porque todas estas cosas se definen por casuística pura. En un caso funciona de una manera en otro es distinto. En el periodismo todo es caso por caso.
Cuando uno reúne sus trabajos y los vuelve a leer se da cuenta de cómo ha cambiado, de cómo cambió la escritura y cómo incluso aparecen los cambios en la personalidad de uno. ¿Qué has encontrado con esta recopilación de Archivo expiatorio?
Te encuentras porque es un poco autobiográfico.
¿Te asustas?
También, por ejemplo terminé harto de mí mismo durante la corrección, me cansé de una música, de un tono que está en el libro que se venía repitiendo. Pero no está mal, el lector lo ve ahí, lo aprecia o no, pero el corrector o el autor tiene otra mirada.
Leyendo las columnas que hoy se publican, ¿crees que se ha permitido que cualquiera pueda escribirlas?
Pero, ¿porqué no? No es nada difícil, lo difícil es escribir una buena columna porque una mala se escribe rápido.
Siento que hoy se encuentran muchas columnas de personas que no tienen algo que contar y termina publicándose textos duros que no han sido trabajados. ¿Sucedió esto contigo en algún momento?
Sí y muchas veces he tenido que dejar de escribir.Sucede que la costumbre oculta todo, crees que como lo has hecho muchas veces lo puedes seguir haciendo y te crees impune. Hasta cierto punto lo eres pero no debería ser así, sino deberías tener varias características como saber qué es lo que quieres y eso implica una cierta especialización. Sin duda la columna política es la madre de las columnas, es lo que el lector más aprecia no sé por qué pero así es. Si uno se suelta a comentar el día a día, termina siendo una pelota que no para nunca. Eso es, diría yo, garantía de mediocridad porque al final no tienes control sobre tu materia cuando el columnista debería de tener una mirada específica, constante y una investigación para eso. La columna, generalmente, no es el resultado de la investigación sino de la lectura de los diarios del día. Sin investigación ¿por qué crees tú que vas a tener algo que decir?
Investigación que está presente en las columnas que en Caretas eran, por así decirlo, menospreciadas por ser inactuales.
No siento que las hayan menospreciado, simplemente me sentía fuera del círculo importante.
¿Y ahora?
Ahora no me importa pertenecer. Es peligroso porque ahí es donde se cometen los errores. Ahí están quienes años después resultaron ser canallas.
Cuando un lector ve el recuerdo de personajes tales como Marco Aurelio Denegri, el presidente Manuel Prado, Doris Gibson, Borges, entre otros, resulta un acercamiento a la memoria a través de una narración que no encontramos en los libros de historia. ¿Crees que el columnista debe enfocarse en la construcción de una memoria colectiva o centrarse, sobre todo, en la calidad literaria del texto?
La calidad literaria es como un estuche, no implica o descarta otras riquezas. Yo creo que sí he privilegiado esa mirada hacia atrás pero no con el ánimo historeográfico ni con el ánimo de decir qué pasó en 1956 sino en contar cómo ese año 56 ocurre hoy. No es mi intención decir qué sigue, qué nos dejó y otras mil preguntas porque la verdadera historia, la que a mi me atrae, es la del presente pero mirada desde la perspectiva del tiempo.
Dado todo lo que hemos vivido en los últimos tres años, ¿crees que los peruanos somos más conscientes de lo necesario que es el periodismo?
Llama mucho la atención el odio que despierta el periodismo en las redes sociales. De repente no son muchos, de repente son unos cinco mil que escriben constantemente contra los periodistas pero todo es muy chato y barato. Es un ánimo que no entiendo. No es que los periodistas seamos unos santos pero no tenemos esa importancia porque en realidad no tenemos verdadero poder.
¿El periodismo necesita conseguir esa importancia?
Antes no era así, quizá en una época había una especie de culto y de respeto al periodista. No sé qué cambios sociales han habido, tiene que ser algo con las redes y con la simultaneidad de la información. Además con episodios políticos como Lavajato y los otros grandes terremotos que han propiciado esto, parece ser un fenómeno universal. Trump en Estados Unidos es un denigrador constante de la prensa y parece que en Europa hay otros varios. Nosotros no tenemos esas luminarias. Por ejemplo, esta Rey Rey que agota los términos asco y náusea y se especializa en criticar al periodismo . Aunque cuando el periodismo obtiene una primicia que juega a su favor, allí sí usa esa información porque en el fondo los periodistas son insustituibles. Las redes sociales serán todos lo automáticas que quieras pero si no hay cabeza detrás que piensen y que le den forma, es un eco loco y vacío.
Todo lo que hemos hablado en torno al periodismo puede asustar fácilmente a todos aquellos que nos tocará enfrentar los nuevos retos de este oficio.
Es bien complicado el tiempo. Cuando yo comencé a trabajar no era ni la mitad de complicado, uno pensaba que las cosas iban a seguir así y ahora me parece que todo es muy incierto. Tengamos en cuenta dos cosas. La primera es que yo creo que es un buen momento del periodismo peruano porque hay varios varios tipos de periodismo que están vivos, que hacen investigación, que se mueven y que inquietan. El otro aspecto es bastante contradictorio y es que la disolución de los medios y esa dificultad de sus estructuras para sostenerse hace que el periodista pueda volverse más autónomo. Tendrá más libertad de trabajar pero también enfrentar nuevos retos por su cuenta. Otra vez, todo resulta muy incierto para el futuro del periodismo.