Provenía de una acaudalada familia que, a inicios del siglo XX, poseía prósperos negocios en la banca, el comercio y el agro. Sin embargo, Manuel Mujica Gallo (1906-1972) destacó más como político, historiador autodidacta, diplomático y, sobre todo, como mecenas y animador de la vida cultural limeña. Dos hechos relevantes evidencian este accionar: en los años 50, propició la creación del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), un espacio que se convirtió en el más importante de la ciudad para la difusión del arte de vanguardia; y en los 60, financió los Populibros, el proyecto editorial del escritor Manuel Scorza que puso en circulación a precios simbólicos más de 60 títulos de la literatura peruana y universal.
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Cincuenta años después de su muerte, ocurrida en julio de 1972, dos de sus cinco hijos, María Victoria y Ramón Mujica Pinilla, redescubren en tres volúmenes la figura de su padre. En el primer libro, recuperan recuerdos, cartas y testimonios (“Manuel Mujica Gallo. Un espíritu apasionado”); en el segundo, se internan en sus artículos e ideario político (“Manuel Mujica Gallo. Escritos escogidos”) y en el tercero, reproducen sus publicaciones más importantes (“Manuel Mujica Gallo. Libros reunidos”). De esta manera, nos revelan a un personaje comprometido con el Perú y el cambio social, en una época de turbulencias y pasiones políticas.
La integración nacional
“El libro lo empezamos antes de la pandemia y hemos demorado dos años en hacerlo porque hemos tenido que investigar mucho. Cotejar documentos, cartas de sus amigos, testimonios de mis hermanos… Ha sido algo maravilloso, pero desafiante, porque finalmente hemos descubierto a un personaje que no conocíamos”, cuenta María Victoria.
Mujica Gallo estudió en el colegio La Recoleta y de joven fue enviado a Inglaterra a estudiar en el London School of Economics. A su retorno al Perú, comenzó a destacar en la escena política en la convulsionada década de 1930, cuando se convirtió en uno de los líderes de la Unión Revolucionaria, el partido del presidente Luis Sánchez Cerro. Eran épocas de enfrentamientos con el APRA, cuyos militantes habían provocado levantamientos en el norte del país (aplastados en 1932), que derivaron en el asesinato del jefe de Estado. Después, Mujica Gallo se opuso al gobierno del general Benavides, apoyó a Bustamante y Rivero, combatió la dictadura de Manuel Odría y, finalmente, a inicios de la década de 1960, terminó abrazando con gran entusiasmo el reformismo de Fernando Belaunde Terry.
“Yo tenía 15 años cuando mi padre murió —dice Ramón Mujica—, pero a pesar de eso tengo un recuerdo clarísimo de él. Me hablaba de la diferencia entre el comunismo y el socialismo, y decía que había que ser socialista, pues identificaba a las dictaduras con el comunismo. En el fondo, él estaba en contra de las dictaduras de derecha y de izquierda, y decía que se debía tener una profunda conciencia social para lograr la impostergable integración del país. Le parecía inaceptable el clasismo y esa escisión que había entre la costa y la sierra, todo eso lo discute en sus escritos, en sus cartas que publicó en Expreso (el diario que fundó en 1961)”.
En la introducción del segundo volumen, Ramón Mujica escribe un ensayo donde afirma que, por sus ideales, su padre llegó a enfrentarse a la clase social a la que pertenecía. “Eso es lo más fascinante de todo —dice—. Mi abuelo era un poderoso terrateniente y, sin embargo, en la década de 1940, mi padre ya está pidiendo la reforma agraria. En el primer gobierno de Belaunde (1963-1968), él convence a su hermano Miguel y a su padre para que les vendan a precios muy cómodos a los campesinos uno de sus mejores fundos que tenían, para hacer ahí un plan piloto de reforma agraria.… Algo que después hizo Velasco, pero con confiscaciones. Su oposición al gobierno de Velasco también es fascinante. Expreso fue el primer diario expropiado por la dictadura militar”.
Viajar por el país
María Victoria Mujica recuerda los viajes que hacían de niños por los distintos pueblos del Perú. “Para mi papá lo principal era su amor al país. Sus cumpleaños eran en febrero y en vez de hacer una fiesta o salir de vacaciones a Estados Unidos, como hacían sus amigos, él nos llevaba a todos de viaje por el Perú. Primero, hay que conocer lo nuestro, decía. Salíamos en auto y no sabes las aventuras que pasábamos. Una vez llegamos a un hotel en Churín, donde en vez de agua, salía un líquido marrón. Mi mamá comenzó a decir ‘¿cómo nos has traído acá?, ¿qué es esto?’, y mi papá le decía, ‘pero si de eso se trata. No has entendido el Perú entonces. Tenemos que vivirlo para mejorarlo’”.
El primer volumen está dividido en capítulos que resumen las diversas facetas de Mujica Gallo: como peruanista, como diplomático, cuando cumplió diversos cargos fuera del país durante los gobiernos de Bustamante y Rivero y Belaunde; después su amor por el arte, en el que destaca su gusto por coleccionar piezas precolombinas; y finalmente su etapa en el diario Expreso, su sueño después de haber escrito en diarios como El Comercio, La Prensa y La Crónica.
Sus hijos evocan su risa constante, su humor ácido y su gran afición por los toros. Dicen que quizás se pudo equivocar en algunas evaluaciones, pero siempre defendió valores y principios. “En mi introducción, digo —afirma Ramón Mujica— que ya no escribía biografías de Ramón Castilla, sino hagiografías laicas. Lo pone como el profeta del Perú, en muchos casos son más proyecciones suyas que reales”.
Cuando Velasco Alvarado dio el golpe de estado a Fernando Belaunde en octubre de 1968, uno de los primeros en presentar su renuncia como embajador en Austria y Turquía fue Mujica Gallo. Se autoexilio en España y se agravaron sus problemas de salud. “Para mí fue la pena de ver a su país así lo que lo enfermó”, dice su hija. Él nunca pudo volver al Perú, murió a los 66 años, con muchos sueños por cumplir.
Más información
Los tres volúmenes del libro “Manuel Mujica Gallo”, auspiciado por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, se presentan este 27 de setiembre en el Museo de Arte Contemporáneo (av. Grau 1511, Barranco). En la mesa estarán el padre Juan Dejo, la socióloga Carmen María Pinilla, el historiador del arte Gustavo Buntinx y el escritor y periodista Mirko Lauer.
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