En 2018 el departamento de Humanidades de la Universidad Católica y el Instituto Italiano de Cultura organizaron un coloquio titulado “Verdad, historia y posverdad. La construcción de narrativas en las humanidades”, al que fue invitado el reconocido historiador italiano Carlo Ginzburg, quien desde hace varias décadas investiga la relación entre verdad e historia. El libro que recoge las distintas ponencias será presentado vía Facebook Live el próximo 2 de octubre, a las 7:00 p. m., y aparece en un momento en que las noticias falsas y las teorías conspirativas, que alientan la posverdad, están más presentes que nunca debido a la pandemia de coronavirus.
El editor del volumen, el filósofo Miguel Giusti, responde una serie de preguntas vinculadas a la posverdad en este contexto y en cómo estas no solo afectan la salud pública, sino también ponen en riesgo el sistema democrático en el mundo y en el Perú.
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VERDAD Y FICCIÓN
-Verdad, ficción e historia son tres conceptos que al parecer están unidos porque todos encierran la pretensión humana de querer contar la realidad, quería empezar con esta pregunta ¿qué significa la verdad en esta época de virtualidad, redes sociales e internet y de desconfianza generalizada?
Su pregunta abre un abanico muy grande de aspectos a los que puede hacer alusión la cuestión de la verdad y la posverdad. Es obvio que lo que más nos preocupa en este momento, es el aspecto de la manipulación deliberada de los hechos, de las ‘fake news’, a la que nos referimos con la palabra ‘posverdad’. Claro está, si nos preocupa tanto, es porque nos damos cuenta de que tiene una repercusión muy grande en la vida política y en el modo en que se forma hoy en día la opinión pública. Pero ese es solo un aspecto de lo que implica la relativización de la noción de ‘verdad’. Quizás podría servirnos distinguir, para despejar el terreno, entre el sentido que tiene la idea de ‘verdad’ en el ámbito de las ciencias duras (o en el de las tecnologías que dependen de ellas) y el que tiene en el ámbito de los acontecimientos humanos. El señor Trump podrá ser todo lo manipulador que se quiera, pero cuando necesita a un médico o debe volar en avión, acude sin dudarlo a los expertos; es decir, a los que mejor saben cómo funcionan las cosas. En esos ámbitos, pues, la consistencia de la verdad no parece estar en cuestión.
El problema surge más bien en el vasto dominio de los acontecimientos o los hechos humanos. Y allí, no solo es evidente el problema de la manipulación de la verdad, sino que lo es también la difuminación de las fronteras entre lo que llamamos una verdad y lo que llamamos una ficción, o una visión sesgada de las cosas, dicho de otro modo, entre lo que consideramos una narrativa convincente y lo que no.
-Sin embargo, este no parece ser un fenómeno reciente. La posverdad es una vieja cosa nueva, dice el italiano Carlo Ginzburg en uno de los ensayos del libro, ¿qué cree que distingue a la posverdad contemporánea de sus antecesoras, de los mitos o las teorías conspirativas del pasado? ¿O se trata solo de nuevos tiempos para un viejo problema?
Deliberadamente, Carlo Ginzburg quiere dar a entender que la manipulación de los hechos o la invención de fábulas conspirativas, así como la credulidad frente a ellas, son una materia tan antigua como la historia humana. Son pues una cosa vieja. Cuenta incluso que él decidió, siendo joven, dedicarse al estudio de la Historia luego de leer un par de textos de Marc Bloch, uno sobre “Los reyes taumaturgos”, en el que analiza una vieja leyenda sobre los supuestos poderes que tenían los reyes para curar enfermedades, y otro sobre las “falsas noticias” (así las llama el propio Bloch) que circulaban durante la Primera Guerra mundial. Las guerras, o las crisis sociales son, como sabemos, un caldo de cultivo de teorías conspirativas. De otro lado, sin embargo, reconoce que la llamada posverdad tiene una dimensión nueva en nuestra época, principalmente debido a la omnipresencia de las nuevas tecnologías y a la velocidad con la que se puede ahora difundir todo tipo de fábulas. Las redes sociales han potenciado de una manera inusitada la producción y la propagación de noticias falsas.
Quisiera insistir, sin embargo, en que el cuestionamiento de la ‘verdad’ se produce sobre todo en el ámbito de los acontecimientos humanos, y no siempre en el sentido de la tergiversación de los hechos.
-¿A qué se refiere?
Le pongo algunos ejemplos importantes, que se abordan en el libro que comentamos. Uno de ellos es la cuestión de la ‘verdad’ de la que habla la Comisión de la Verdad. No hace falta decir que sobre ella ha habido una controversia muy grande, porque lo que está en juego es la comprensión ética de nuestra historia reciente. Otro ejemplo es el de las relaciones entre verdad y ficción en el campo de la Literatura, al igual que el de las relaciones entre arte, memoria y verdad, temas que son materia de continuos debates. Un caso particularmente álgido es el de la Marca Perú, que se ofrece como una forma de narrativa de nuestra identidad como país. Sobre todos estos temas se discute en el libro, y por eso decimos en el subtítulo que nuestra intención es evaluar la construcción de las narrativas que nos definen y que circulan en la sociedad.
POLÍTICA Y REDES SOCIALES
-En la política se ha puesto en evidencia que la posverdad o las fake news, por ejemplo, pueden ser peligrosas para socavar el orden democrático o los derechos ciudadanos y ahora en una época de pandemia, estas pueden también ser letales, pues inducen a la gente a dudar de la ciencia o de las vacunas o de las recomendaciones médicas.
El caso de Donald Trump es emblemático de lo que representa para la política y la cultura mundial el problema de la posverdad. Lo es, porque exhibe de manera contundente y grotesca el poder de la manipulación de la información, el abuso de las redes, el negacionismo como conducta sistemática, la promoción de mensajes tan impactantes como fugaces y la búsqueda de un efectismo irresponsable. Todo esto, con un componente o un supuesto fundamental, que es el de aprovecharse de una situación de crisis o precariedad que atraviesa la población para canalizar su descontento en contra de un supuesto enemigo: los extranjeros, la prensa libre, la China, la Unión Europea, etc. El enemigo puede cambiar, pero siempre hará falta uno a quien culpar de los males que padecemos y contra el cual el líder político pueda aparecer como un remedio. Lo más alarmante de la situación es, como usted dice, el enorme retroceso que esa política implica en relación con la cultura de los derechos humanos y de los valores democráticos.
-En uno de los ensayos del libro, Mónica Arakaki señala que el mismo fenómeno que permitió el auge de las redes sociales y empoderó a los ciudadanos como productores de información ha terminado causando el boom de noticias falsas que afecta justamente lo que se buscaba defender: el derecho de la gente a estar bien informada. ¿Cómo encarar esto desde su perspectiva?
Yo le diría, en primer lugar, que esa es una paradoja expresada muy certeramente. Debiendo ser la conquista de un derecho universal al acceso y a la producción de información, la proliferación de las redes sociales está exponiéndonos a un creciente descontrol sobre la veracidad de la información y a un uso indiscriminado de ese derecho. Pero el problema, creo, no está específicamente en las redes, sino en el sistema económico y político que las sostiene: en las corporaciones y los negocios que las financian, en el aprovechamiento estratégico que se hace de ellas y, sobre todo, en la situación de desigualdad y precariedad social sobre la que se imponen. Las redes ofrecen un nuevo escenario, potente y muy versátil, para canalizar frustraciones sociales, culpar a enemigos ficticios de los males reales, sembrar fake news con facilidad. Aunque también lo ofrecen ciertamente para promover lo contrario.
LAS PRÓXIMAS ELECCIONES
-En el libro señala que existe en nuestra época una mentalidad basada en la superficialidad de la vida cívica que está permitiendo el auge de narrativas que son el caldo de cultivo de la posverdad, ¿cómo enfrentar esto de cara a una campaña presidencial que será, en buena medida, digital?
En el Perú, en realidad, no hemos necesitado de las redes virtuales para ser víctimas de narrativas engañosas, de teorías conspirativas o de promesas políticas falsas. Nuestra historia está llena de estos episodios. De otro lado, habría que señalar también, porque no lo hemos hecho hasta ahora, que todas las sociedades necesitamos narrativas que nos ayuden a afrontar y corregir nuestros males, que nos ofrezcan un sentido positivo o una causa esperanzadora por la cual luchar. Esto es muy difícil de imaginar en estos momentos en el Perú, por la conjunción de males que estamos viviendo y por el bochornoso espectáculo que viene dando la clase política desde hace décadas. Pero es una necesidad y un anhelo de buena parte de la sociedad civil.
-¿Qué espera de la campaña presidencial que se viene en el Perú? ¿Me temo que puede ser una especie de guerra de noticias falsas o informaciones tendenciosas difundidas por operadores a través de las redes sociales?
Bueno, yo mismo temo eso también, más todavía si nos atenemos a lo que ha sido la orquestación mediática de la última crisis política. El problema no radica solo en la falsedad de las noticias o en las informaciones tendenciosas (lo que es moneda corriente en todas las elecciones), sino más bien en la cantidad de dirigentes que tienen cuentas pendientes con la justicia y que se escudan en discursos moralizadores. Lo más grave es, por eso, la actual obstrucción de la reforma política, que puede llevar a mantener reglas de juego electorales en las que se siga protegiendo a partidos ficticios asociados a organizaciones corruptas. Habiendo además tal fragmentación del espectro político, es probable que tengamos en efecto una campaña de rumores y fábulas conspirativas que se disputen la adhesión o el voto de una población desencantada de la política y vulnerable a promesas de redención.
-Para terminar, quería saber tu opinión sobre una iniciativa, de la que este Diario forma parte desde esta semana, llamada The Trust Project, que busca promover la información veraz y confiable.
Si algo hacía falta para contrarrestar la tendencia negacionista y populista de la política actual era precisamente una iniciativa como la de The Trust Proyect, que está agrupando a los medios de comunicación más importantes del planeta para garantizar la seriedad y la veracidad de la información que publican. Celebro que El Comercio se haya plegado a esta iniciativa y confío en que sabrá aplicar y cultivar los objetivos del Proyecto en todos sus medios de comunicación. Será una gran contribución a la cultura cívica en el Perú.