El reggae es sobre las cosas que no te enseñarán en la escuela, sostenía el jamaiquino Bob Marley. Lo solía decir tras establecer una nueva conexión espiritual a través del uso ritual de la ganja, fiel a los credos del rastafarismo. Es un legado que va más allá de la invocación legítima del amor, de la irresistible vagancia y del paisajismo con vista al mar y a una exuberancia verdosa. Tomemos el reggae en serio por un momento. Centré- monos en la música de Marley –quien murió de cáncer a los 36 años el 11 de mayo de 1981– y en su fabuloso poder intangible que llegará al cine de la mano del director Reinaldo Marcus Green (”King Richard”).
Gustavo Cerati afirmaba que la introducción instrumental de la canción “Concrete Jungle” (1973), de Marley, es insuperable. Y Sting quedó tan enganchado con los acordes relajados del reggae que se apropió de ellos sin ninguna vergüenza con su banda The Police y elaboró sobre esos sonidos una magnífica orfebrería pop. Punteos sentidos, arreglos exquisitos y melodías contagiosas: Bob Marley fue un arquitecto musical. Que la aparente simplicidad de su propuesta no lo lleve a la confusión o a la ingrata subvaloración.
A pesar de su cuantioso patrimonio de cientos de millones de dólares (según la revista “Forbes”, Marley es el tercer músico post mortem que más dinero genera, por detrás de Michael Jackson y Elvis), el jamaiquino siempre simpatizó con los oprimidos y los de a pie, en sintonía con sus orí- genes humildes, de “hazlo tú mismo” y de aprendizaje en la calle y los bares. Había algo en Marley que inducía a uno a creer que esa postura era genuina. No sorprende que el reggae se haya hermanado con el punk. O con el pospunk, para mayor precisión. Los irrepetibles “The Clash” encontraron en el reggae una ruta global para salir del ombliguismo británico, refrescarse y seguir rebelándose con talento contra todo. Marley les devolvería el guiño cómplice con la canción “Punky Reggae Party” (1977).
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La predisposición del reggae y el rastafarismo para acceder a distintos niveles de la conciencia y la espiritualidad se refleja en la música. El productor Lee ‘Scratch’ Perry, colaborador de Marley y viejo zorro con facilidad para ver más allá de lo evidente y alterar las dimensiones sonoras, experimentó tanto con la consola, sus perillas, los ecos, los efectos y las mezclas que imprimió la partida de nacimiento del género conocido como dub (imposible pensar en el futurismo de bandas que dan la vuelta a las reglas como Massive Attack o Gorillaz sin el dub). A sus 80 años, ‘Scratch’ Perry sigue activo. Lima fue testigo de sus saludables miradas de indiferencia y desprecio a las pedestres fórmulas musicales en su primera presentación en el Perú el año pasado.
Más de un músico peruano rinde pleitesía a Marley. Sobre su obra, Mariano Palacios, voz y guitarra rítmica de la banda Laguna Pai, señala: “Lo que más destaco es la trascendencia de su contenido, la capacidad de abstracción para llegar a verdades universales y atemporales”.
Y Jaime León, cabeza de Lima Sound System (productora de dub local), comenta: “Su legado más importante es haber mostrado la música jamaiquina y una generación de músicos increíbles al mundo, entre ellos productores que, de manera empírica, sentaron las bases del hip hop y la electrónica”. Toda la gloria para Bob Marley.
Sus adeptos creen en Jah (abreviatura del dios Yahvéh) y lucen ‘dreadlocks’ (cabellos entrelazados). Sus colores simbólicos son el verde (madre naturaleza), amarillo (riqueza de la tierra) y rojo (sangre derramada de los mártires negros).
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