ÓSCAR GARCÍA / MARÍA JOSÉ SUÁREZ - VÉRTIZ
En la tumba de Lorenzo Palacios, tres flores frescas descansan sobre una lápida de mármol negro. Los sepultureros del cementerio El Ángel no saben quién las puso, pero tampoco llama su atención. “A Chacalón le dejan flores todos los días, siempre, lo visitan más que a Ferrando”, dicen. Desde hace 20 años, el lugar en donde yacen los restos del legendario cantante de “Soy Provinciano parece un paso hechizado en el tiempo, condenado a parecer para siempre como un sepelio reciente.
El día que murió sigue siendo recordado por sus amigos y fans como un trauma. El locutor Aníbal Alanya, que entonces trabajaba en la Radio Inca, se pone serio al recordarlo. Era un día común en la estación hasta que los oyentes empezaron a llamar con el rumor. Los teléfonos no dejaban de sonar. “Ningún locutor sabía qué hacer. Era un shock para todos y nadie quería salir al aire. Tuve que entrar a la cabina yo y dar la noticia”, rememora.
Tres días antes de su muerte, el periodista Ursus Huapaya, su jefe de prensa, había jugado una ‘pichanga’ con él y cuenta que no había advertido nada raro en la salud del ‘faraón de la cumbia’. “Nadie sabía que tenía diabetes. Lo que pasa es que él se callaba algunas cosas para no preocupar a su gente”, dice. Solo 12 días antes de fallecer, Lorenzo había cantado en el cine Rivaguero el fragmento de una nueva canción, “Muñeco de Cartón”, que nunca llegó a grabar. La letra parecía presagiar su muerte: “Como un muñeco de cartón, un día me enterrarán en un viejo cementerio, mi familia sufrirá, mis amigos llorarán, ya no habrá más remedio”.
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