La carrera de Miki González ha seguido caminos sinuosos: desde su interés inicial por el jazz y los ritmos llegados de África, hasta sus últimos trabajos en la música electrónica y la fusión con ritmos afroperuanos y flamencos. Entre ambos puntos, sin embargo, reverberan algunas de las canciones que, a la larga, ayudarían a definir el sonido que tiene hoy buena parte de la música que se hace en el Perú. Nadie puede negar esa influencia, que se refleja en la revalorización de muchos géneros populares y, sobre todo, en las incursiones que hace en ellos el rock nacional.
Los tres primeros discos de Miki González se grabaron en los años ochenta, y hasta hace poco no existían en formato de CD. Esto ha cambiado con el lanzamiento de “Puedes creer tantas veces”: un box set que recoge estos trabajos que serían la raíz de tantas cosas.
Han pasado 30 años desde que apareció “Puedes ser tú”. ¿Qué piensas de esas canciones después de tanto tiempo?Me he llevado más de una sorpresa, la verdad. Algunas han hecho que me diga: “Qué mal me quedó este tema; si pudiera, lo sacaría”. Y con otros ha sido al revés: me han sorprendido por su vigencia, por lo bien que siguen sonando después de todos estos años.
El título del disco era un reflejo de la época…Sí, retrataba cosas que pasaban, situaciones cotidianas en las que se podía sentir una fuerte represión por parte del Estado. Sobre todo las canciones “Puedes ser tú” y “Dónde están”. “Vamos a Tocache” iba a ser parte de este disco, pero al final salió en el segundo, “Tantas veces”. Y esas cosas de las que hablaba no se han ido. Más bien se han salido de control: la violencia ha crecido tremendamente. Mira a todos estos sicarios que parecen sacados de películas. Es una coyuntura muy complicada...
En ese disco colaboraron Charly García, Andrés Calamaro y otros grandes. ¿Cómo fue trabajar con ellos?Nos habíamos conocido antes, en Perú, e hicimos amistad automáticamente. Fue increíble, unos años alucinantes. Con Charly, el trato fue un poco más breve porque estaba más ocupado, pero grabó los coros para dos temas en el estudio. Uno era una chicha (“Chapi García”), y el otro lo había escrito Eduardo Freire, que lo admiraba muchísimo. Y yo igual: para mí, fue Charly el que nos enseñó a hacer música a todos.Con quien tuve muchísima química fue con Calamaro. Se había quedado a vivir una semana en mi casa, y después yo fui a Buenos Aires, y nos veíamos prácticamente todos los días. Grabó el teclado para muchas de las canciones de mis primeros discos, sin ensayar ni nada. Todo era muy espontáneo, nos entendíamos muy bien en lo musical.
Aunque se te definía como roquero, tú por ese entonces ya incursionabas en géneros populares. ¿Cómo empieza este interés?Siempre me interesó la cultura popular. Ahora hay una tendencia muy marcada con ese tema, con la revalorización de la cumbia, de la estética chicha y todo eso. Es una mirada importante hacia lo popular, que está muy bien. En la época en que yo lo hacía, eso más bien era lo que no se debía hacer. Lo importante era sonar como un grupo gringo, y yo tenía cajón en mi banda. Pero tuve suerte. Me hicieron caso y tuve éxito, y sigo haciendo cosas así.
Luego viene “Tantas veces”, y ahí está “Vamos a Tocache”, una de las canciones más icónicas de tu carrera, y tal vez la primera que retrató lo que se vivía en la selva central.En esa canción yo quise hacer lo que hacían los grandes cantantes de blues: contar una historia. Porque la letra narra exactamente lo que pasó: me llaman por teléfono, pregunto quién es, y me ofrecen una gira a Tocache. Nos quedamos anclados dos días en Tingo María, porque nadie venía a buscarnos, y empezamos la canción en el hotel, con la guitarra y el cajón que teníamos a mano. Lo de los turistas colombianos era por el empresario –que en realidad era el esposo de la empresaria, una tocachina, pero que se hacía pasar por el empresario–, y él nos decía que no le gustaba el rock. Y el olor era el de la pasta básica, porque todo el mundo fumaba afuera del colegio donde tocábamos.
¿La polémica que se desató a raíz de las acusaciones de plagio te ha afectado de alguna manera?La verdad es que no. Yo, cuando he tomado algo, lo he dicho. Es verdad que tomé el bajo de una canción de “The Cure”, y si no los mencioné es porque ya eran muy famosos, y no me pareció necesario. Pero cuando tocaba “Tocache” también tocaba “Get back”, de Los Beatles, que tiene los mismos acordes.
“Nunca les creí” (1989) cierra este box set. ¿Cómo fue hacer este disco?Fue un poco complicado. En 1988 vino Charly a tocar a Lima y quedamos después del concierto en su hotel. Me acuerdo que quería tirar un sofá por la ventana y tuvimos que detenerlo. Quedamos en que el disco se grabaría en Buenos Aires, con su banda, pero al final la disquera no me dio las regalías que le pedí como adelanto para grabar, así que no se pudo. Grabamos el disco aquí.
El sonido de estos discos hablan de tu desarrollo también. ¿Cómo lo resumirías?El primero era netamente experimental, con mucho contenido social. En el segundo, me centré más en contar historias que en lo coyuntural. Luego, en el tercero, empecé a usar nuevos instrumentos, tomados sobre todo de la salsa, y a probar con otros sonidos. Marcaron el camino que escogí.